Última actualización: 14 septiembre, 2022
Hay un segmento de la sociedad que se ha encontrado ante la realidad de vivir sin familia. Y todo parece indicar que este grupo tiende a crecer. Es una nueva realidad familiar que se desarrolla en todo el mundo.
Las razones para esto son muchas. A veces son hijos únicos que luego no forman una familia propia. Así llegan solos a la vejez. A veces, las familias simplemente se dispersan y todos viven a miles de kilómetros de distancia. A veces es la violencia lo que obliga a una persona a vivir sin familia. También es el caso de los ancianos que son abandonados por sus familiares.
“El lazo que te une a tu verdadera familia no es de sangre, sino de respeto mutuo y alegría”.
-Richard Bach-
Lo preocupante es que hasta hace poco esto era una excepción. Hoy en día, sin embargo, aún sin llegar a ser preponderante, es un fenómeno que afecta a un mayor porcentaje de la población. Ha aumentado el número de personas que optan por no casarse y el número de familias con un solo hijo también es mucho mayor.
Vivir sin familia te hace más vulnerable
Es cierto que, en muchas ocasiones, la familia es idealizada. Este núcleo nunca es un espacio libre de conflictos. Al igual que las parejas, las familias también están llenas de contradicciones. Es una pequeña sociedad humana y al mismo tiempo se mueven en ella sentimientos nobles y pasiones negativas.
Sin embargo, es común que los lazos entre los miembros de la familia sean mucho más fuertes que los que se establecen con extraños. Una frase popular y conocida es "la sangre no es agua". Incluso entre aquellos que no se entienden mejor, los lazos de sangre requieren compromiso con el familiar.
Es por esto que vivir sin familia conduce a un estado de mayor vulnerabilidad. Con otros miembros de la sociedad no existe el mismo lazo de sangre que normalmente predomina en situaciones extremas. Esto no quiere decir que se deba olvidar que en ocasiones la familia es la principal fuente de riesgo físico o psíquico. Sin embargo, cualquier persona con una familia más o menos sana está mejor protegida de las vicisitudes de la vida.
La soledad como opción
Se dice que tarde o temprano todos tenemos que enfrentar la soledad. Porque no hay a quién acudir, o porque los demás no tienen voluntad o disponibilidad hacia nosotros. Esta es una realidad que ocurre con o sin familia. Todos debemos prepararnos emocionalmente para ello.
¿Es posible vivir sin familia y sentirse bien emocionalmente? La respuesta es sí. El ser humano está dotado de una capacidad de adaptación increíble, que nos permite hacer frente a cualquier circunstancia. Lo único realmente importante es que esta condición sea el resultado de una elección consciente, porque uno ha elegido libremente una vida de este tipo o porque las circunstancias han llevado a esta situación y la persona es capaz de aceptarlas, sin alterar su rumbo.
Cuando vivir sin familia no es una condición elegida, las cosas pueden ser muy diferentes. Esta situación puede dar lugar a un profundo sufrimiento. También promueve la aparición de miedos, ansiedades y eventualmente también provoca enfermedades físicas. E incluso la muerte.
Pensar en el futuro y tener planes
Hay un momento en la vida en que todos deberían entender cuánto les puede afectar vivir sin una familia. A veces simplemente deja pasar el tiempo sin enfrentarse cara a cara con la realidad. Y en algún momento, puede ser demasiado tarde.
Si te das cuenta de que es muy importante vivir en compañía de alguien, necesitas tomar las decisiones necesarias y emprender acciones para que así sea.. Nada cae del cielo. Es una realidad que hay que construir, primero en la mente y en el corazón, y luego también en la práctica. Actualmente existen muchas formas de formar una familia. Se deben evaluar las opciones y elegir la mejor para cada una.
Si por el contrario se entiende que este aspecto no es tan fundamental, es importante prepararse para asumir el coste de tal decisión. Y también sus ventajas, porque las tiene. Hay que saber aprovechar. No es lo mismo vivir sin familia que sumergirse en la soledad absoluta. También hay otras formas de sentir que todo y todos es nuestro hogar.