Ahora, un estudio muy interesante realizado en UCLA, vuelve a poner el dedo en la llaga afirmando que el uso sistemático de dispositivos electrónicos puede tener efectos verdaderamente dramáticos en los niños. Estos investigadores trabajaron con más de 100 niños de alrededor de 11 años, a quienes se les asignó la tarea de juzgar las expresiones faciales de diferentes personas en algunas fotografías y videos, que expresaban alegría, ansiedad, tristeza o enfado.
Lo interesante fue que un grupo de estos niños fue enviado a un campamento durante cinco días y no se les permitió utilizar ningún tipo de dispositivo electrónico. Por el contrario, el resto de los niños continuó con su rutina diaria, normalmente utilizando dispositivos electrónicos, tanto la computadora como la consola de videojuegos, la tableta y la televisión. En promedio, estos niños pasaban 4,5 horas al día enviando mensajes de texto, jugando videojuegos o viendo televisión.
Un resultado escalofriante
Los niños privados de tecnología eran mucho más capaces de identificar expresiones faciales. Exactamente, la cantidad de errores que cometieron fue un tercio menos que los errores cometidos por los niños que habían estado en contacto cercano con la tecnología durante toda la semana.
Tras estos resultados, los investigadores no tuvieron dudas: el hecho de que la pantalla del dispositivo haya absorbido la atención del niño durante tanto tiempo es el motivo que le impide interactuar cara a cara, y esto provoca daños en las habilidades sociales.
¿Por qué son necesarias las relaciones interpersonales?
Muchos padres optan por la tecnología para entretener a sus hijos y poder estar solos un rato. De hecho, en la sociedad actual es vital saber utilizar la tecnología, pero no podemos olvidar que las habilidades sociales necesitan un terreno fértil para desarrollarse.
Las habilidades sociales son muy complejas y requieren un contexto en el que se prueben. Solo a través de la interacción con las personas, el niño puede aprender a reconocer los estados de ánimo de los demás y responder en consecuencia. Si el niño tiene pocas oportunidades de practicar su inteligencia emocional y habilidades sociales, será menos sensible a los estímulos emocionales que recibe de los demás y, eventualmente, esta "deficiencia" le hará pagar la factura.
En este sentido, estudios previos han demostrado que los niños que son más propensos a percibir la hostilidad donde no existe o son demasiado tímidos o ansiosos también son más vulnerables al acoso escolar. Estos niños han sido descritos como "desconectados" porque son incapaces de percibir y decodificar correctamente las señales emocionales de su entorno. Normalmente les resulta difícil distinguir las expresiones que indican disgusto o rechazo y, por lo tanto, no pueden reaccionar en consecuencia ajustando su comportamiento. Al mismo tiempo, tienden a tener un repertorio muy estrecho de respuestas sociales y recurren a actitudes poco asertivas que los convierten en marginados.
En este punto está claro que los dispositivos tecnológicos no pueden ayudar a los niños a desarrollar sus habilidades sociales y que es necesario limitar su uso durante el día, para asegurar que los niños tengan más oportunidades de interactuar con sus compañeros y adultos. La tecnología nos hace divertirnos, es capaz de transmitir conocimientos y nos facilita la vida, pero no nos da amor. Y el amor es fundamental para que el niño crezca sano y feliz.