Hacer trampa y engañar es un comportamiento que la sociedad siempre ha etiquetado como negativo, por lo que los psicólogos siempre han asumido que la persona que se comporta de esta forma siente remordimiento y toda una serie de emociones negativas que lo empujan a tomar una actitud más ética.
Pero ahora, un nuevo estudio realizado en la Universidad de Washington equipara el acto de mentir y hacer trampa con un "resoplido de cocaína". Estos psicólogos creen que la "euforia del ladrón" libera tanta adrenalina como los deportes extremos o cualquier otra actividad potencialmente adictiva.
Los investigadores diseñaron tres experimentos para probar su teoría. El primero incluía una recompensa en efectivo para que las personas resolvieran crucigramas. Sin embargo, el experimento se diseñó de tal manera que los participantes pudieran hacer trampa al tener la capacidad de ver las respuestas correctas de antemano.
Como era de esperar, más del 40% de los participantes recurrió a la estafa. Pero lo interesante sucedió después de la prueba, cuando se les pidió que informaran sobre sus emociones. En este punto, los tramposos informaron haber experimentado sentimientos más positivos, como satisfacción. No se sintieron culpables por lo que habían hecho, pero exhibieron un comportamiento muy similar al que se puede ver en alguien que ha tomado un estimulante.
Sin pensarlo dos veces, los investigadores prepararon un segundo experimento, pero esta vez eliminaron el factor económico; es decir, no había recompensa por la cual presumiblemente no había razón para hacer trampa. Una vez más, todo fue diseñado para que la gente pudiera hacer trampa y ¡casi el 70% de ellos lo hizo!
Una vez más, los tramposos informaron emociones más positivas, incluso si no había recompensa en juego. En el tercer y último experimento, los investigadores reclutaron a 205 personas y les ofrecieron la oportunidad de ganar dinero si resolvían crucigramas. Para eliminar la posibilidad de que los participantes hicieran trampa sin darse cuenta, les impusieron un "código de honor" según el cual todos debían informar que habían sido honestos en sus respuestas. Lo sorprendente fue que con este sistema, los participantes reportaron sentimientos de mayor satisfacción luego de hacer trampa.
¿Qué conclusiones podemos sacar?
Parece que mentir y hacer trampa no siempre generan sentimientos negativos, todo lo contrario. ¿Porque? Si bien los investigadores no brindan una explicación precisa, una teoría podría ser que el acto de mentir genera una activación considerable del sistema nervioso central, como
cuando nos estamos lanzando al vacío desde una gran altura. En este estado, nuestras áreas prefrontales del cerebro, que suelen ser las que se ocupan de regular nuestro comportamiento, pasan a un segundo plano. Por tanto, lo que percibimos es una intensa sensación de euforia, al menos durante las primeras etapas. Quizás más tarde, una vez que el cerebro vuelve a su funcionamiento normal, la persona reflexiona sobre su comportamiento e incluso puede arrepentirse.