La falta de confianza en uno mismo genera muchos "daños colaterales". Uno de ellos es la dificultad de interactuar con los demás de forma cooperativa y solidaria. El miedo al rechazo oa cometer errores a menudo conduce a actitudes egoístas.
Última actualización: 09 de marzo de 2021
La falta de confianza en uno mismo es una carga que puede ralentizarnos o limitarnos en muchas áreas. En este sentido, puede ser el origen de otros problemas, grandes y pequeños. Entre estas encontramos la dificultad para iniciar o mantener una relación sana con otras personas.
Podemos reconocerlo, por ejemplo, en la inhibición excesiva o en la dificultad para expresarse con naturalidad. Aunque no lo parezca, la falta de confianza en uno mismo es un factor que alimenta comportamientos egoístas o aparentemente egoístas.
En realidad, no quiere decir que las personas con estos rasgos no se preocupen por los demás, sino que, como se valoran poco a sí mismos, tienden a sobrestimar su vulnerabilidad. Esto los lleva a menudo a estar a la defensiva y pensar que tienen muy poco que aportar.
En muchos casos, es por eso que te guardas tus palabras o no tomas la iniciativa. Se supone que no puedes ofrecer algo valioso a los demás, en última instancia, comportándote de forma egoísta.
“La confianza nos da coraje y amplía nuestros horizontes, nos permite asumir mayores riesgos y llegar mucho más lejos de lo que imaginamos”.
-Jack Welsh-
Falta de confianza en uno mismo y solidaridad.
Es muy común que una persona insegura se convenza de que su ayuda no es necesaria o relevante para otros. Ocurre en situaciones de poca importancia y no.
Cuando se necesita un voluntario, la persona con baja autoestima nunca se presenta. Es una espiral que se alimenta de sí misma.
La falta de confianza en sí mismo conduce al hermetismo y éste a la falta de confianza. La persona fortalece así su sentimiento de incompetencia o insuficiencia.
Siempre es bueno preguntarse si hay algo que podamos hacer por los demás en situaciones de necesidad o problemas. Si puede ayudar, siempre es aconsejable ofrecer ayuda. Cuando, por el motivo que sea, es rechazado, se ha hecho lo correcto: expresar la voluntad de ayudar.
Manejo de errores
Una persona que no se considera a la altura se abstiene de compartir o dar a otros por temor a cometer un error. El nivel de autocrítica es excesivamente alto y no permite afrontar inteligentemente el error.
El miedo desencadena inseguridades. Frases como "No lo lograré" o "Esperan demasiado de mí y los decepcionaré". Esto bloquea cualquier interés en participar o cualquier posibilidad de aportar más a un grupo.
También sucede en situaciones personales. Por ejemplo, quieres dar un regalo muy especial, pero temes ser demasiado cariñoso o que a la otra persona no le guste el regalo. Asi que, tus opciones de contribución terminan siendo amenazas a las que te rindes.
Comunicación y profecías autocumplidas
La falta de confianza en uno mismo también tiende a afectar la comunicación con los demás. Guardamos silencio sobre las cosas que deberían decirse, como si no tuviéramos nada que expresar. También es posible desarrollar la actitud opuesta: querer monopolizar las conversaciones, ser amenazante o intransigente con los demás.
Una persona insegura experimenta muchas interacciones, como ataques. Por lo tanto, tiende a tomar las críticas personalmente. En estas situaciones se cierra o pelea, impidiendo el diálogo o convirtiéndolo en un campo de batalla. Estas actitudes vuelven a generar una espiral que termina por agravar el problema.
En última instancia, esas dinámicas se convierten en profecías autocumplidas. Es decir, expectativas que acaban siendo contrapuestas porque sin saberlo se hace todo para que así sea. Mucha gente acabará negándose o minimizando la ayuda o aportación porque hecho de una manera muy ansiosa.
También es posible que la persona insegura termine siendo etiquetada o señalada como egoísta. A raíz de esto, los demás difícilmente buscarán su participación o ayuda, lo que acaba aumentando la falta de confianza en sí mismo.
La persona se siente inútil y los demás, de alguna manera, acaban otorgándole ese lugar (he aquí la profecía autocumplida). Un complicado círculo vicioso que sólo se puede romper tomando conciencia de la propia forma de actuar.