Durante muchos años se ha pensado que las crisis de ansiedad, más conocidas en psicología como ataques de pánico, llegan sin previo aviso. Por lo tanto, la persona estaría completamente a su merced hasta que los síntomas disminuyan en intensidad.
Pero ahora, un estudio de la Universidad Metodista del Sur en Dallas ha encontrado que las crisis de ansiedad en realidad dan algunas señales de advertencia que anticipan su aparición. Estos investigadores siguieron constantemente a algunas personas que a menudo sufrían crisis de ansiedad y encontraron que durante los primeros 60 minutos anteriores al episodio, aparecían algunas señales fisiológicas.
Esencialmente, los participantes del estudio tenían que llevar un dispositivo portátil que almacenaba datos relacionados con la respiración, la frecuencia cardíaca y otros datos a través de una serie de sensores aplicados a su cuerpo. Luego de analizar los datos por un total de 1960 horas, se detectó la inestabilidad mencionada anteriormente. Sin embargo, lo interesante es que estos cambios no fueron percibidos por personas que informaron que los ataques de pánico los habían sorprendido sin previo aviso.
Los investigadores también observaron que tanto antes como durante la convulsión, los cambios fisiológicos que ocurrieron no representaron ningún peligro para la persona. De hecho, parece que el ataque de pánico equivale a tener una válvula de alivio en una olla a presión, encargada de expresar todos los pequeños cambios fisiológicos que se han acumulado durante la hora anterior.
Según los datos recogidos por los investigadores, cada uno de los cambios que experimentaron las personas durante la crisis de ansiedad no llegó a niveles alarmantes, el problema es que estos, al ser vistos como un conjunto de síntomas, generan miedo y ansiedad. El único indicador que reportó variaciones bastante anómalas estaba relacionado con los niveles de CO2 (que eran mucho más bajos), lo que indica que las personas estaban hiperventilando.
Evidentemente, esta investigación podría estimular un cambio radical en el tratamiento de los ataques de pánico que estaría dirigido no solo a contrarrestar el efecto de los síntomas, sino que también nos permitiría aprender a detectarlos y controlarlos antes de que ocurra la crisis.
