3 tipos de expectativas que nos condenan a la frustración

3 tipos de expectativas que nos condenan a la frustración

Los diferentes tipos de expectativas que tenemos terminan dando forma a nuestro mundo. Como dijo el escritor JK Rowling: "vemos lo que queremos ver". El problema comienza cuando nuestras expectativas se alejan demasiado de la realidad, cuando lo que esperamos y deseamos no se cumple. Por tanto, es inevitable que se produzca un estado marcado por la frustración, la ira y / o el desánimo.

Los diferentes tipos de expectativas

Las expectativas no son más que hipótesis que hacemos para el futuro, anticipaciones de lo que podría suceder en base a una serie de aspectos subjetivos y objetivos. El problema es que los aspectos subjetivos a menudo inclinan demasiado la balanza y nuestras expectativas se vuelven poco realistas o incluso irracionales.



Por el contrario, poder comprender los distintos tipos de expectativas que tenemos nos permitirá nivelarlas, para que estén más acordes con la realidad. Esto no significa renunciar o dejar de soñar, sino simplemente mantener los pies en la tierra, para evitar una caída dolorosa que nos provoca heridas profundas y difíciles.

1. Expectativas predictivas

Cuando tenemos este tipo de expectativas, pensamos que sabemos lo que sucederá durante nuestras experiencias, por ejemplo, si tenemos una cita o una entrevista de trabajo, imaginamos lo que sucederá durante la reunión. Son, por tanto, la recreación de una experiencia futura en nuestra mente, esperando que suceda de esa manera y no de otra.

Generalmente estas expectativas se basan en nuestras experiencias previas o las experiencias de personas cercanas. Si un colega siempre ha sido amable con nosotros, esperamos que nos haga el favor que le pedimos. Pero también implican una expectativa de nuestro estado de ánimo, imaginar lo felices o tristes que nos sentiremos en una situación determinada.


2. Expectativas regulatorias


Este tipo de expectativa se basa en lo que tomamos como norma. Todos conocemos y compartimos ciertos valores y normas sociales, por lo que desarrollamos un conjunto de expectativas basadas en ellos. Esperamos, por ejemplo, que una persona no arroje su colilla al suelo o que un funcionario público actúe amablemente con nosotros para ayudarnos a solucionar el problema.

Estas expectativas se refieren a un estándar básico de comportamiento que esperamos de otros en diferentes situaciones sociales. No esperamos que alguien nos golpee en la calle sin ninguna razón porque hay algunas reglas que nos permiten adivinar cómo se comportarán los demás.

3. Expectativas merecidas

Este tipo de expectativa es quizás la más subjetiva de todas porque se basa en lo que creemos que nos merecemos. Por ejemplo, si creemos que somos el mejor empleado de la empresa, esperamos que la próxima promoción sea la nuestra. Por tanto, es una expectativa basada en nuestra idea de justicia.

Creemos que somos dignos de algo, ya sea por nuestro desempeño, calidad o capacidad. Y asumimos que algo tiene que suceder solo porque creemos que es correcto o que lo merecemos. Es la sensación de tener derecho a ello, por encima de los demás, porque en cierto modo nos lo hemos ganado.

El problema es que a veces nuestras expectativas son irracionales, sobre todo porque no tenemos en cuenta las expectativas, deseos y necesidades de los demás. Y también porque no incluimos la imprevisibilidad del mundo y la incertidumbre en la ecuación. Como resultado, nos sentimos indignados o entristecidos cuando esas expectativas que hemos alimentado cuidadosamente no han sido escuchadas.


¿El secreto? Diferenciar la anticipación del deseo

Nuestro equilibrio mental se beneficiará si en lugar de seguir alimentando expectativas irreales, somos capaces de diferenciar la anticipación del deseo. El deseo de que algo suceda, o no, a menudo tiene una base profundamente subjetiva. Queremos evitar cualquier cosa que nos desagrade o nos preocupe mientras preferimos lo que nos haga sentir bien. Es normal. Pero alimentar las expectativas únicamente sobre la base de estos estados de repulsión o atracción nos alejará aún más de la realidad, condenándonos a la frustración.



Anticipar, por el contrario, es positivo e incluso necesario. La anticipación está alimentada por nuestras experiencias, pero también es un proceso razonado en el que tenemos en cuenta los factores opuestos. Anticipar lo que podría suceder puede ayudarnos a prepararnos con anticipación para evitar problemas y conflictos.

Solo debemos asegurarnos de que esta anticipación provenga de un análisis cuidadoso de la situación. El deseo también influirá, de forma decisiva. Pero es solo un factor en la ecuación y, a menudo, ni siquiera es el más importante. Entonces, la próxima vez que pensemos que merecemos algo, que la gente debería comportarse de cierta manera, o que las cosas saldrán como las imaginamos, deberíamos hacer una pausa por un segundo para pensar si nuestras expectativas no nos están llevando por el camino equivocado. .


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