La felicidad no es una meta, es una forma de vida. Pero a menudo vemos la felicidad como una meta, algo que se logra, una especie de paquete preempaquetado hecho de certezas. Entonces, tratamos de encontrarla en diferentes lugares, a veces comprando cosas, cambiando de trabajo o comenzando una nueva relación. Sin embargo, estos no son más que intermediarios de la felicidad. Por lo tanto, a pesar de nuestros mejores esfuerzos, la felicidad se vuelve esquiva y se nos escapa. En realidad, el problema es que las metas que nos han creado, en lugar de acercarnos a la felicidad, nos alejan de ese estado de satisfacción y paz que buscamos. De hecho, muchas veces nos marcamos metas que no sirven para lograr el equilibrio emocional, sino que nos desestabilizan, nos obligan a emprender una carrera que nos llena de estrés e insatisfacción.
1. Trate de complacer a todos. El actor Bill Cosby dijo una vez: "No sé cuál es el secreto del éxito, pero sé que la clave del fracaso es tratar de complacer a todos". Vivimos en sociedad, por lo que tenemos que seguir ciertas reglas y poder adaptarnos a contextos específicos, pero esto no significa que tengamos que perder nuestra identidad y, sobre todo, olvidar nuestros sueños. En algún momento, encontrarás en tu camino a personas que no comparten tus valores, opiniones y tu visión del mundo. No tienes que cambiar para satisfacer a estas personas, porque corres el riesgo de perderte.
2. Querer una vida perfecta. Las expectativas que tenemos determinan en gran medida el nivel de satisfacción con lo que hemos logrado. Si imaginamos que para ser felices necesitamos una vida perfecta, quizás nunca logremos la felicidad. La perfección no debería ser un requisito para la felicidad, ya que casi nunca se logra. Sin embargo, si aprendes a adaptar tus expectativas a la realidad, podrás disfrutar más de los pequeños detalles y sentir felicidad en ellos, aunque las cosas no sean perfectas. No se trata de conformarse, sino de adoptar una perspectiva más realista que expanda su universo de posibilidades hacia el aquí y ahora.
3. Perseguir la riqueza. Numerosos estudios han confirmado que el dinero no puede comprar la felicidad. Una vez que se satisfacen nuestras necesidades básicas, la riqueza no hace la diferencia entre la felicidad y la infelicidad. De hecho, se ha demostrado que la mera mención del dinero nos hace asumir una actitud más tensa y nos impide disfrutar de las cosas que nos rodean. Recuerda que la riqueza no garantiza la felicidad, pero perseguirla a toda costa es garantía de infelicidad.
4. Construye tu propio reino. El tamaño del universo es muy limitado cuando nos colocamos en el centro. Vivir de manera egoísta, tratar de construir una fortaleza a tu alrededor, no es la mejor manera de encontrar satisfacción y felicidad. De hecho, se ha demostrado que una de las claves para ser feliz es la apertura a los demás, ser generoso y estar dispuesto a ayudar. En el acto de ayudar a los demás, se redescubre la alegría de vivir y un propósito en la vida. Por lo tanto, cada vez que ayudas a alguien, en realidad estás aumentando tu parte de felicidad.
5. Esfuércese por el reconocimiento. Todos necesitamos un cierto grado de reconocimiento, a través de este fortalecemos nuestra autoestima y mejoramos la concepción de nosotros mismos. Pero todo tiene un límite, y pedir el reconocimiento a cualquier precio nos lleva solo a perseguir los objetivos que promueve la sociedad, que no coinciden con los nuestros y no nos hacen felices. Obtener reconocimiento es satisfactorio, pero buscarlo nos hace sentir miserables.
6. Busque placer. Algunas personas confunden el placer con la felicidad, por lo que caen en el error de tener un comportamiento hedonista. Sin embargo, aunque el placer genera sensaciones agradables y nos hace sentir bien, no es felicidad, no nos da la tranquilidad y el bienestar que necesitamos para lograr el equilibrio psicológico. De hecho, el placer puede generar adicción, encerrándonos en un círculo vicioso en el que necesitaremos cada vez más para sentirnos bien. Por supuesto, esto no significa que debamos negarnos el placer, sino darle el lugar que se merece, sin sobrestimarlo.
7. Busque distracciones. No nos gusta el aburrimiento, odiamos estar aburridos. Por eso tendemos a buscar siempre distracciones. Es perfectamente comprensible ya que necesitamos nuevos incentivos para crecer como personas y desarrollar nuestras habilidades. Pero todo tiene un límite. En este mundo saturado de información, las distracciones pueden alejarnos de nosotros mismos y de los demás. Buscar distracciones es bueno, pero también es fundamental para disfrutar del silencio y saber estar a solas con nosotros mismos. Las distracciones deben ayudarnos a crecer, no obstaculizar nuestro desarrollo, ocultando nuestros miedos e inseguridades.
Recuerda que la felicidad es algo que elegimos todos los días, no es una meta, sino un camino.