Un mal uso de los automatismos del pensamiento, los sentimientos y los gestos nos impide vivir una vida auténtica. Saber detenerse y apreciar la belleza son dos caminos que podemos tomar para combatir este mecanismo sin sentido.
Última actualización: 20 de diciembre de 2020
A menudo se ha comparado la forma en que las computadoras y el cerebro procesan la información. Los dos sistemas cuentan con múltiples tipos de memoria para almacenar información y áreas específicas para su uso. La propia era digital -la era de la tecnología- nos ha llevado a adoptar algunos términos del mundo de la informática para referirnos al funcionamiento del cerebro. Por tanto, podemos afirmar que el ser humano ha entrado en la lógica de la automatización..
No solo entró en él, sino que se dejó arrollar. ¿Qué significa esto? Primero con el comercialismo, luego con la industrialización y más recientemente con la era digital, hemos terminado mecanizando, simplificando y repitiendo los procesos tantas veces, que la mayoría se han vuelto rutinarios. El reloj dicta las condiciones y nosotros respondemos como máquinas.
En el corazón de esta transformación está la idea del tiempo. Es una de las realidades que más ha cambiado a lo largo de los años, convirtiéndose esencialmente en el eje de la automatización. El estribillo del hombre se parece demasiado, por momentos, al de una máquina: producir más y en menos tiempo. Aprovechando al máximo los tiempos de producción. Ser más rápidos en todo y ser dueños del tiempo, lo que algunos llaman “eficacia” o “eficiencia”, dos valores muy apreciados en la actualidad.
“Ninguna computadora ha sido diseñada para ser consciente de lo que está haciendo; pero la mayoría de las veces, nosotros tampoco".
–Marvin Minsky–
La invasión del tiempo libre
Uno de los propósitos de la tecnología era liberar al hombre. Procura que no tenga que dedicar demasiado tiempo a tareas mecánicas y así tener más tiempo libre.
Pero la propia era digital diseñó espacios y dispositivos que, de una forma u otra, terminaron con invaden incluso nuestros momentos de descanso y tiempo libre.
Los medios de comunicación de masas irrumpieron por primera vez en nuestra sociedad como formas de entretenimiento y facilitadores de la circulación de la información. La radio, el cine, los primeros medios de comunicación no fueron omnipresentes. En cambio, la televisión ha dado paso a otra cultura.. Ha convertido a muchos de nosotros en consumidores pasivos de entretenimiento.
Con la era digital se ha consolidado la colonización del tiempo libre y con ella la automatización del ser humano. No vemos la realidad a través de una pantalla, pero podemos interactuar con ella de forma virtual, en cualquier momento, en cualquier lugar.
Son muchas las horas de nuestro tiempo libre dedicadas a las redes sociales o deambulando por el ciberespacio. El tiempo libre en sí está preformateado. Un doble rasero alienta y condena las adicciones. La industria, legal e ilegal, mueve una impresionante montaña de dinero gracias a nuestro tiempo "libre".
Contra la automatización, el descanso y la belleza.
Nos hemos vuelto impacientes, menos capaces de involucrarnos en realidades que exigen enfrentar dificultades y contradicciones. Dejar fluir los procesos, tratar y resolver los conflictos, va en contra de la propia automatización.
Lo que importa ahora es simplificar y obtener resultados visibles lo más rápido posible. Esta nueva forma de reaccionar ante la realidad es el efecto de esta pasión por la inmediatez, la velocidad y el deseo de llenar el tiempo con cualquier cosa.
Lo inmediato produce placeres y formas de felicidad muchas veces fugaces. Esta forma de vivir la vida nos lleva fácilmente a sentirnos ansiosos. Es como si "tragáramos" las experiencias sin saborearlas. Aumentamos el número de experiencias a expensas de la calidad. Parar y ralentizar es una condición necesaria para superar la automatización, o el consumo frenético de experiencias.
La belleza es una de las experiencias más gratificantes de la vida. Descubrir la armonía que se esconde detrás de una palabra, un gesto, una idea, una persona, nos llena de alegría. La belleza, sin embargo, no es inmediatamente visible. Todo lo contrario. La belleza auténtica toma tiempo para manifestarse. Y tiene un poder inmenso: está lleno de vida.
La automatización se refleja en nuestros hábitos y gestos que repetimos sin cesar. Palabras, ideas, acciones, formas de hacer. La desventaja es que nos priva de experiencias genuinas y profundas.
Al mismo tiempo, niega la posibilidad de mirar la realidad desde otro ángulo. Nos obliga a actuar sin pensar ni sentir intensamente y, al final, nos deprime o nos angustia.