Es probable que en más de una ocasión te hayan ofrecido cambiar. Cambia tu estilo de vida, cambia esos pensamientos que te hacen sentir mal, cambia la forma en que interactúas con los demás ... Pero también es probable que luego de un corto período de "prueba" hayas renunciado y recuperado viejos hábitos, lo que suele generar un mucha frustración. ¿Qué sucedió?
En realidad, somos seres de hábitos. No es culpa nuestra, estamos programados de esta manera. Nuestro cerebro es un ahorrador de energía nato, quiere hacer todo lo que pueda con el mínimo esfuerzo. Además, tampoco es tan malo, los hábitos te ahorran tiempo y energía que puedes dedicar a cosas más importantes. Pero el problema surge cuando nos convertimos en víctimas de estos hábitos y formas de pensar, cuando no dejamos espacio para el cambio. Así que terminamos funcionando en piloto automático perpetuamente y comenzamos a morir lentamente.
¿Cómo funcionan nuestras dos mentes?
No tenemos uno, sino dos cerebros trabajando juntos a través del cableado neural ascendente y descendente. Existe un cerebro subcortical, que es más primitivo y utiliza la vía ascendente para comunicarse con la neocorteza, que es el nivel más alto del cerebro y está vinculado a la toma de decisiones consciente, el pensamiento y el autocontrol emocional. Este cerebro usa el camino descendente para comunicarse con el área subcortical.
Por lo tanto, es como si hubiera dos mentes trabajando al unísono. La mente subcortical está siempre activa, más rápida, involuntaria y automática. Está motivado por impulsos y emociones, se encarga de nuestra rutina habitual y guía nuestras acciones cuando tenemos que tomar una decisión en unos pocos milisegundos.
La neocorteza es más lenta porque funciona de forma voluntaria. Su tarea es complacer la rutina, silenciar los impulsos emocionales, aprender nuevos modelos, trazar proyectos y tomar decisiones de las que hemos sopesado, más o menos, los pros y los contras.
Lo interesante es que cada vez que tenemos que aprender algo nuevo, se activa la neocorteza. Pero a medida que comenzamos a dominar el nuevo negocio, por una mera cuestión de economía energética, la balanza comienza a inclinarse hacia el lado descendente. Así, cuanto más repetimos una determinada rutina, más se desconectará el neocórtex y se activará la zona subcortical.
El cerebro funciona de esta manera para ahorrar energía. Con esta distribución de tareas, el cerebro intenta conseguir los máximos resultados con el mínimo esfuerzo. Eso sí, no es algo negativo, al contrario, de esta forma se liberan el resto de nuestros recursos cognitivos.
De hecho, el sistema automático funciona bastante bien la mayor parte del tiempo, pero también tiene "debilidades". Nuestras emociones, motivaciones y prejuicios provocan inclinaciones y desalineaciones de las que no somos conscientes. Por tanto, si no activamos la neocorteza de vez en cuando, corremos el riesgo de quedarnos atascados en la zona de confort creada por nuestro cerebro.
Elegir el cambio puede dar miedo, pero es fundamental
El cambio implica innovación y todos los nuevos estímulos pasan primero por la zona subcortical. Sin embargo, cuando nuestra mente ha estado funcionando de forma rutinaria durante demasiado tiempo, este cambio genera una respuesta de alarma. La amígdala lo considera un peligro que desestabiliza el equilibrio alcanzado, por lo que da la alarma.
Si somos incapaces de superar esta fase, estaremos paralizados, abrumados por el miedo. Estaremos atrapados en nuestra zona de confort, donde nos sentiremos más cómodos, pero tarde o temprano, cuando el mundo cambie, nos daremos cuenta de que no hemos podido adaptarnos y cambiar nuestros hábitos. Y es precisamente en ese momento que nuestra zona de confort se convertirá en un lugar incómodo en el que nos sentiremos incómodos.
Por tanto, es importante no depender demasiado de nuestra zona subcortical y mantener activo nuestro neocórtex. Esto significa que debemos:
- Desarrollar una atención plena, ser más conscientes de lo que tenemos a nuestro alrededor, de nuestros hábitos, pensamientos y emociones.
- Busque lo nuevo y viva nuevas experiencias, para que el cerebro subcortical no tenga miedo de todo lo nuevo.
- Reflexionar sobre nuestros hábitos y creencias, preguntándonos si aún son funcionales o han perdido su razón de ser.
El secreto del cambio es simple: tomar la decisión con nuestro neocórtex, y luego involucrar la zona subcortical, de tal forma que su función se limite a mantenernos motivados. Hacerlo es más fácil cuando comprendes que estos miedos, inseguridades y resistencias en realidad provienen de la parte del cerebro que quiere mantenerte atado a viejos hábitos.
Recuerde que solo cuando tenga el coraje de hacer lo que no suele hacer, obtendrá resultados diferentes, a menudo extraordinarios.