El desarrollo del pensamiento crítico no es un proceso completamente espontáneo, depende en gran medida de nuestra actitud ante la vida y nuestro deseo de buscar respuestas más allá de lo convencional. De hecho, gran parte de nuestro pensamiento diario no es precisamente crítico.
Y esto tiene sentido. Si pensáramos conscientemente en cada acción, desde la respiración hasta qué desayunar, ya no tendríamos energía para las cosas importantes. Por lo tanto, el pensamiento automático no es necesariamente algo malo. Por el contrario, es necesario aliviar la carga cognitiva.
El problema comienza cuando dejamos que los procesos de pensamiento automáticos determinen las decisiones importantes. Cuando dejamos de cuestionar las cosas. Cuando tomamos lo que otros dicen como verdades absolutas. Cuando nos dejamos limitar por creencias arraigadas. Cuando no vamos más allá de las apariencias.
Si no desarrollamos el pensamiento crítico, es más fácil que la gente nos manipule y es más probable que caigamos en formas extremas de pensamiento que conducen al fundamentalismo ciego. Sin pensamiento crítico también corremos el riesgo de vivir en piloto automático, sin cuestionar la relevancia de algunas cosas, lo que puede condenarnos a una insatisfacción perenne. Para evitar estos escollos, pero también para aprovechar al máximo nuestro potencial, es fundamental desarrollar el pensamiento crítico.
Desarrollar el pensamiento crítico para alejarse de la conformidad.
1. Cuestiona todo lo que damos por sentado
Cuando somos niños, no damos nada por sentado. El mundo es un lugar por descubrir. A medida que pasan los años, nuestras mentes se llenan de ideas preconcebidas que otras personas nos han transmitido, de nuestros padres a los profesores o incluso a nuestros compañeros. Muchas veces no cuestionamos estas ideas, pero asumimos que son verdaderas o válidas.
Sin embargo, el mundo cambia, por lo que las ideas que podrían haber sido válidas hace unas décadas pueden no serlo ahora. Incluso es probable que muchas de estas ideas sean en realidad prejuicios, estereotipos o experiencias no verificadas que no contienen la semilla de la verdad.
Por tanto, para desarrollar el pensamiento crítico debemos partir de un examen de conciencia que nos permita cuestionar todo lo que siempre hemos dado por hecho, desde las nociones de patria que nos han transmitido hasta las ideas religiosas, sin olvidar los estereotipos de género ni de ninguna otra. naturaleza.
No podemos pensar críticamente si nuestro pensamiento todavía está ligado a ideas preconcebidas que nunca hemos cuestionado. Necesitamos preguntarnos de dónde vienen estas ideas, de quién se benefician y si son válidas en este momento o si nos ayudan a crecer como personas.
Dado que muchas de estas ideas preconcebidas están tan arraigadas en nuestras mentes, a veces es difícil analizarlas desde una perspectiva objetiva. Si es así, podemos cuestionarlos recurriendo a alternativas. Podemos preguntarnos: ¿qué pasaría si cambia de opinión? ¿Y si sucede exactamente lo contrario? Este tipo de preguntas nos ayudarán a desarrollar una nueva perspectiva.
2. Razonar con lógica
Las emociones pueden jugar en contra del pensamiento crítico. Cuando un sujeto toca nuestras fibras más sensibles, es difícil pensar con claridad. De hecho, no es raro que nos veamos atrapados en argumentos sin sentido, recurriendo a argumentos sin sentido, simplemente porque no hemos sido capaces de pensar racionalmente.
La lógica puede alejarnos de las trampas emocionales que se esconden detrás de experiencias, expectativas y deseos para tomar la distancia psicológica necesaria que nos permita pensar de forma más autónoma. Podemos usarlo para revertir nuestro proceso de pensamiento, abriendo nuevas posibilidades.
Por ejemplo, cuando nos parece obvio que X causa Y, podríamos preguntarnos, ¿qué pasa si Y causa X? También debemos preguntarnos: ¿esta tesis está respaldada por evidencia? ¿Tengo suficiente evidencia que me permita llegar a una conclusión sólida?
Podemos aplicar el método socrático, que consiste en plantearnos una serie de preguntas sobre un tema o idea central y dar respuesta a las demás preguntas que surjan. Lo interesante de este método es que nos obliga a escindirnos, convertirnos en defensores y al mismo tiempo oponentes de la idea, para poder desterrar las emociones que nos puedan unir a un punto de vista.
3. Diversificar el pensamiento para abrirlo a nuevas ideas.
En una sociedad de contrarios, tendemos a pensar que hay buenas y malas ideas. Evidentemente la nuestra es siempre la "buena" idea. Incluso llegamos a identificarnos con esas ideas, de modo que sentimos que ideas diferentes son un ataque a nuestra identidad.
A la larga, terminamos sintiéndonos tan cómodos con esas ideas que construimos un muro a su alrededor para que no se cuelen ideas diferentes. Conocemos a personas que piensan y actúan como nosotros. Y excluimos todo lo que sea diferente.
Esa línea de pensamiento es la ruta más directa hacia la rigidez cognitiva. Se opone diametralmente al desarrollo del pensamiento crítico, que se alimenta de ideas nuevas y diferentes. Abordar ideas diametralmente opuestas con una actitud abierta nos permitirá comprenderlas mejor y absorber lo positivo que contienen.
Esto significa salir del paradigma del bien y del mal, dejar de lado el pensamiento dominante para dar cabida a otras formas de pensar y ver el mundo. Necesitamos salirnos del paradigma que conduce a las "certezas ignorantes", la creencia de que todas las preguntas tienen respuestas ciertas y correctas.
En cambio, debemos asumir que el pensamiento crítico nos lleva a cambiar de opinión cuando encontramos mejores argumentos. Esto implica tener suficiente humildad intelectual para reconocer cuando estamos equivocados y admitir que los demás tienen razón.
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