Todos, tarde o temprano, en algún momento de nuestra vida hemos tenido que afrontar un cambio, en el trabajo, en la relación de pareja o en el estilo de vida. De hecho, los cambios son parte integral de la vida, nuestra vida está en constante evolución y no me refiero solo a cambios de época, sino también a pequeños cambios diarios, como cambiar la marca de un alimento que consumimos todos los días. Cuanto mayor es el cambio , más fuerte será nuestra resistencia al cambio, lo que significa que lo pospondremos varias veces hasta que no tengamos más excusas. Pero, ¿alguna vez te has preguntado por qué tendemos a posponer cambios que sabemos que son necesarios? En realidad la razón es muy simple: cada cambio en nuestra vida significa salir de nuestra zona de confort para lanzarnos a una situación completamente nueva que requerirá un esfuerzo mayor. Como puedes imaginar, ahondar en territorio desconocido siempre genera cierta preocupación porque no sabemos con certeza qué esperar y, como resultado, intentamos posponer el cambio, quizás con la esperanza de que no sea necesario o esperar. hasta que encontremos el valor. Sin embargo, recuerde que existe una delgada línea entre la necesidad de estar preparados para el cambio y posponerlo indefinidamente solo por miedo. De hecho, la perspectiva de cambio suele ser peor que la propia transformación.
1. Descubra cuál es su mayor temor. Muchas veces posponemos el cambio porque no nos sentimos seguros, pero muchas veces es un sentimiento generalizado y si nos preguntáramos a qué tenemos miedo probablemente no sabríamos cómo responder. Por lo tanto, el primer paso es determinar qué nos detiene, cuál es nuestra peor pesadilla. Determina si es un miedo real. Hay demasiadas cosas que damos por sentado sin siquiera cuestionarlas, ideas que determinan nuestro comportamiento y que probablemente no son del todo ciertas. Una vez identificado nuestro miedo, preguntémonos si es fruto de nuestra imaginación, de la formación que hemos recibido o si es algo real. Si es un miedo real, evaluamos cuánto daño podría causarnos. Te sorprenderá descubrir que la mayoría de las barreras que nos hemos impuesto están solo en nuestra mente, son limitaciones que otros nos han impuesto. Determine los beneficios del cambio. Cuando tenemos miedo es normal que nos enfoquemos en los aspectos negativos e ignoremos los beneficios que nos traería el cambio. Para motivarnos a actuar, una excelente estrategia es resaltar los beneficios que traerá la transformación. Identifica los recursos que tienes. A veces el miedo es real porque tenemos mucho que perder. En estos casos, se recomienda hacer un inventario de los recursos necesarios para que se produzca el cambio. Me refiero no solo a los recursos económicos sino también a las habilidades y capacidades, así como a las personas cercanas que podrían ayudarnos. Ser conscientes de los recursos disponibles nos dará fuerzas y nos animará a dar el primer paso, que suele ser el más difícil. Busque el apoyo de quienes le rodean. Pedir ayuda para afrontar un cambio no es motivo de vergüenza, todo lo contrario. Todos necesitamos apoyo en determinados momentos y tener la humildad para reconocerlo es fundamental. Recuerda que nadie es una isla en sí mismo, nunca nadie ha ido demasiado lejos sin el apoyo de los demás, no temas dar el paso, recuerda que un abismo no se puede cruzar con dos pequeños pasos. Si las cosas salen mal, al menos habrá tenido la satisfacción de intentarlo. Tenga siempre en cuenta que no hay nada peor que pasar toda la vida preguntándose qué habría pasado si hubiéramos tenido el coraje de intentarlo.