Tratar con una persona amargada no es fácil, para esa persona no hay términos intermedios. Todo es malo, negativo, frustrante… Y no es difícil que nos acabe contagiando con su amargura.
Desafortunadamente, no siempre es posible lograr que esa persona vea el lado más brillante de la vida, por lo que a veces no tenemos más remedio que protegernos de la amargura.
¿Cómo nace la amargura?
Nadie nace amargado y resentido. La amargura es algo que se desarrolla con el tiempo. Como observó Franz Kafka: “El gesto de amargura de un hombre es a menudo sólo la vergüenza petrificada de un niño”.
La amargura es un sentimiento difícil de definir porque incluye varias emociones. El resentimiento, la ira y la tristeza juegan un papel importante, pero también hay un indicio de decepción y frustración.
De hecho, las personas amargadas a menudo han sufrido varias decepciones a lo largo de sus vidas. El problema es que no pudieron pasar página, se quedaron atrapados en estas situaciones reflexionando sobre lo sucedido, reviviendo los hechos una y otra vez. Esto genera una profunda frustración interior complicada por el hecho de que le es imposible volver atrás para tomar otras decisiones.
El amargado se ha quedado anclado a un pasado que no puede cambiar y que lo frustra. A lo que sumamos que ha optado -más o menos conscientemente- por ver lo sucedido a través de una lente negativa, extrayendo conclusiones generalizadoras que reafirman su visión pesimista del mundo, de la vida y de los demás.
El amargado siente que ha perdido el control de su vida, ha caído en un estado de indefensión aprendida marcado por un entumecimiento emocional en el que prácticamente sólo hay lugar para las emociones negativas. Esta persona ha asumido el papel de víctima, ha desplazado el locus de control de sí mismo, asumiendo una actitud derrotista. Como dijo Paul Watzlawick: "Cualquiera puede llevar una vida amarga, pero amar la vida a propósito es un arte que se aprende".
El impacto emocional de tratar con una persona amargada
Las personas amargadas a menudo se relacionan desde una posición culpable y poco empática. En sus relaciones personales, pueden sentirse tentados a culpar a los demás cuando las cosas salen mal o no fluyen como se esperaba.
Debido a su locus de control externo, sienten la necesidad de buscar culpables, por lo que en ese momento su empatía se "apaga". Estas personas están tan saturadas de sus sentimientos negativos que no tienen la mente lo suficientemente clara para practicar el respeto mutuo y percibir los sentimientos y necesidades de los demás.
Por tanto, quienes tienen que relacionarse con personas amargadas pueden pensar que es imposible razonar con ellas, siempre terminan sintiendo que nada de lo que hacen es suficientemente bueno o se ven envueltos en una serie de conflictos interpersonales o en la cosmovisión pesimista. A la larga, esa situación puede volverse emocionalmente agotadora.
Las claves para lidiar con personas amargadas y resentidas
• Asuma que no es nada personal. Las personas frustradas y amargadas a menudo tienen relaciones interpersonales conflictivas con los demás, no solo con nosotros. Esto significa que, en la mayoría de los casos, no tienen nada contra nosotros, es solo su forma habitual de relacionarse. Entender que no es un asunto personal nos ayudará a mantener bajo control nuestras emociones y tomar la distancia psicológica necesaria para afrontar mejor esa dosis de amargura y frustración.
• Comprenda lo que le sucede. La empatía une. Las personas amargadas y frustradas, aunque pueden ser difíciles de tratar, no son malas, solo llevan una pesada carga emocional sobre sus hombros de la que no han podido deshacerse. Son personas que, aunque no suelen reconocerlo, cargan con un peso abrumador de decepción, rabia y tristeza que muchas veces los esclaviza. Por lo general, no saben cómo manejar sus emociones de manera asertiva, por lo que necesitan ayuda. Por tanto, una dosis de empatía, paciencia, bondad y compasión puede ser el antídoto perfecto. Debemos recordar que las personas felices son aquellas que se sienten amadas, respetadas y validadas y que no suelen molestar ni maltratar a los demás.
• Identificar los activadores de la amargura. Afortunadamente, las personas amargadas no suelen expresar constantemente su resentimiento. Por lo general, tienen algunos puntos sensibles que provocan amargura. Ahí es cuando se vuelven extremadamente pesimistas o desarrollan comportamientos pasivo-agresivos. Saber cuáles son los activadores de la amargura nos permitirá, por un lado, evitarlos y, por otro, saber que cuando estas personas se activen serán más confrontativas, por lo que en ese momento es mejor cambiar la actitud. tema o déjelos solos para que reflexionen.
• Detenga el comportamiento pasivo-agresivo. Las personas amargadas generalmente no se comportan de una manera abiertamente hostil, pero enmascaran esa ira bajo una actitud pasivo-agresiva. Es importante saber cómo detectar estos comportamientos y detenerlos porque pueden ser muy dañinos. Señalar con el dedo acusador a los demás para que asuman fallas que no les pertenecen, hacer insinuaciones o jugar con los silencios son algunas de las estrategias pasivo-agresivas más habituales en las que no debemos caer. Ser empático con una persona y comprender de dónde proviene su amargura no significa participar voluntariamente en su juego.
En cualquier caso, debemos recordar que amargarse y no hacer nada es mucho más fácil que enfrentar la negatividad y tratar de resolver nuestros problemas. Es más fácil ser desagradable que positivo, pero ciertamente es mucho más dañino para nosotros y para quienes nos rodean.
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