Incluso en la vida cotidiana es importante saber cuándo abandonar, ya que la perseverancia y la terquedad están divididas por una línea muy fina y no siempre es posible distinguirlas con precisión, especialmente cuando están en juego las emociones. Hay algunas situaciones en las que darse por vencido es la alternativa más inteligente. Quizás te hayas fijado una meta que ahora es impracticable porque las circunstancias han cambiado, o quizás te has equivocado al elegir tu meta o ya no es tan interesante como solía ser. Las causas son muchas, pero el factor común es el mismo: te causa más problemas persistir en lugar de rendirte.
No damos lo mejor de nosotros mismos si no consideramos que lo que estamos haciendo merece la pena. Esto significa que nosotros mismos ponemos una llave inglesa en las obras, que nos engañamos a nosotros mismos o nos negamos a enfrentar la realidad. De hecho, el problema es que a veces le damos a las cosas un valor exagerado al pensar que algo es más atractivo de lo que realmente es y que no podemos vivir sin él.
Probablemente en un principio pensamos que nuestro objetivo era importante, pero después de un tiempo, nos abruma la sensación de vacío o quizás nos abruma un huracán de emociones y conflictos que nos desaniman. En ese punto, podemos racionalizar lo que nos está pasando pensando que solo son obstáculos en el camino y que debemos persistir, pero cuando el malestar no nos abandona quizás sea el momento de detenernos y reconsiderar nuestro propósito.
Esta decisión no es fácil de tomar porque nos sentimos conectados emocionalmente con aquellos proyectos o relaciones que fueron importantes para nosotros en ese momento y también porque rendirse implica, de una forma u otra, enfrentar un cierto grado de incertidumbre. De hecho, otra de las causas que nos impide abandonar un proyecto o una relación es el miedo a aceptar que nos equivocamos o la renuencia a cambiar nuestros planes por miedo a lo desconocido. Sin embargo, en algunos casos es la decisión más inteligente.
Señales de que debe dejar de fumar:
- Tienes continuas dudas sobre el proyecto o la relación, preguntas para las que no encuentras respuestas satisfactorias.
- En lugar de sentir satisfacción, la sensación de ansiedad se vuelve cada vez más intensa.
- A medida que avanzas no te sientes feliz pero sientes una sensación de vacío.
- Te mueves mecánicamente, por costumbre.
- Haciendo balance te das cuenta de que los recursos, tiempo y energía dedicados al proyecto superan con creces los beneficios y satisfacciones.
- Tu salud física y mental están empezando a resentirse.
Como punto final, conviene recordar siempre las palabras de Henry Ward Beecher: "La diferencia entre perseverancia y terquedad es que la primera depende de una voluntad fuerte, mientras que la segunda de un gran NO".
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