Tarde o temprano la adversidad llamará a nuestra puerta. No podemos escapar de ellos, pero podemos prepararnos para afrontarlos, podemos fortalecer nuestro “músculo de resiliencia” para que los problemas de la vida no se conviertan en traumas psicológicos que nos destruyan.
Séneca, máximo representante del estoicismo, filosofía que defendía la importancia de dominar los hechos y las emociones que perturban nuestra vida librándonos de apegos innecesarios, veía la adversidad como algo positivo. Dijo que "no hay nadie más desafortunado que el hombre que se olvida de la adversidad, porque no tiene posibilidades de demostrar su valía".
La clave, según este filósofo, es prepararse para lo peor de la mejor manera. A priori, sus ideas pueden parecer pesimistas, especialmente en la era de la positividad a cualquier precio, pero una dosis de previsión mezclada con un poco de realismo saludable nunca está de más.
De hecho, Hegel dijo que la negatividad mantiene viva la existencia y nos salva de lo que el filósofo contemporáneo Byung-Chul Han llama "la fatiga del ego que conduce a un infarto". La negatividad a la que se refieren estos filósofos no es el pesimismo que nos paraliza, sino un motor que nos empodera porque nos anima a tomar decisiones.
La adversidad inesperada golpea con más fuerza
“Los efectos de lo que no se espera son más devastadores a medida que el peso del desastre se suma a lo inesperado. Lo inesperado siempre ha intensificado el dolor de una persona. Por eso debemos asegurarnos de que nada nos tome por sorpresa. Debemos proyectar nuestros pensamientos hacia el futuro en todo momento para dar cuenta de cada posible eventualidad, en lugar de pensar que los eventos simplemente seguirán su curso.
“Tenemos que anticiparnos a todas las posibilidades y fortalecer el espíritu para hacer frente a las cosas que puedan suceder. Pruébalos en tu mente […] Si no queremos sentirnos abrumados y confundidos por los eventos, como si fueran eventos inéditos, debemos repensar el concepto de suerte de una manera más exhaustiva ”.
La ciencia confirma la propuesta de Séneca. Un estudio desarrollado en la Universidad de California reveló que, para lograr nuestros objetivos, la mejor forma es no visualizar los resultados e imaginar que todo saldrá bien. Por el contrario, quienes realmente lograron sus objetivos fueron quienes visualizaron el camino y se prepararon para los retrocesos que pudieran ocurrir. Ese proceso de preparación también les ayudó a reducir la ansiedad y la angustia.
Otro experimento más reciente realizado en la Universidad de Nueva York reveló que fantasear con los resultados positivos que podríamos obtener en el futuro se convierte en un arma de doble filo. Estos psicólogos descubrieron que las personas que más fantaseaban se desempeñaban peor a largo plazo porque asumían menos responsabilidad en la contratación.
Esto no significa que debamos ser pesimistas, sino que necesitamos una dosis de realismo que nos mantenga en la tierra y nos permita anticiparnos a los problemas. Porque "los que no estén preparados estarán aterrorizados ante los hechos más insignificantes", advirtió Séneca.
¿Cómo prepararse para lo peor?
La realidad a menudo sobrepasa la fantasía. A veces la vida nos golpea más fuerte de lo que esperamos. Es verdad. No siempre podemos predecir nuestras reacciones emocionales y cuán duro será el impacto. Sin embargo, Séneca estaba convencido de que "la persona que anticipa la llegada de estos problemas les quita poder cuando llegan".
Su consejo fue: “Es en los momentos seguros que el espíritu debe prepararse para afrontar los momentos difíciles. Aprovecha que la suerte te ofrece sus favores, para fortalecerte frente a sus negativas […] reservadas de vez en cuando para un par de días en los que te conformarás con comida y ropa más sencilla. Entonces te preguntarás: '¿Es esto lo que debería temer?'
“Un poco de cebada, o un trozo de pan y agua no son una dieta muy apetecible, pero nada nos da más placer que poder disfrutar de esto también, y la sensación de haber logrado algo que nadie nos puede quitar”. .
Sus palabras nos ofrecen una lección fundamental: debemos abrazar lo esencial y ser felices con ello. Cuando somos capaces de separar el trigo de la paja, cuando nos damos cuenta de que las cosas importantes y esenciales en la vida son poquísimas, muchos golpes de mala suerte dejan de serlo porque sólo nos quitan las cosas superfluas de las que podemos prescindir.
¿Y cuándo llegan las adversidades?
Su consejo es tan simple como precioso: “en la adversidad a menudo es necesario emprender un camino audaz”. En lugar de sentirnos abrumados por el golpe, debemos reaccionar. Así que es hora de correr riesgos, probar otras formas y cambiar.