La impaciencia es un sentimiento completamente inútil. Nos desgasta, nos lastima y muchas veces conduce a errores. ¿Qué podemos hacer para evitar que nos perjudique?
Última actualización: 07 octubre, 2020
La impaciencia es un estado que bordea peligrosamente la ansiedad. Todos nos hemos vuelto menos pacientes, no es un secreto para nadie. El ritmo acelerado de la sociedad actual nos ha acostumbrado a vivir más rápido, haciéndonos cada vez más intolerantes a las expectativas. En este torbellino, ¿Cómo podemos dejar de ser impacientes?
Esta tendencia a la impaciencia es una verdadera vergüenza. Gran parte de lo que tiene un valor y un significado reales requiere tiempo para construirse. Por regla general, los resultados rápidos son incluso los más efímeros y no se puede adelantar el reloj en situaciones que requieren una progresión gradual. En estos casos, ser impaciente resulta en autodestrucción.
En resumen, la impaciencia se configura como una falta de sincronización emocional con el ritmo de vida. Si algo no va tan rápido como queremos, no es un problema de la realidad, sino una consecuencia de nuestra mala adaptación.
Entonces, ¿cómo superas esa sensación punzante de no poder esperar? En este artículo te proponemos algunos consejos para dejar de ser impaciente y disfrutar más de la vida.
"La esperanza deja de ser felicidad cuando va acompañada de impaciencia".
-John Ruskin-
Deja de ser impaciente en 3 sencillos pasos
1. Identificar las verdaderas necesidades te hace menos impaciente
Rara vez nos detenemos a analizar qué hay detrás de la impaciencia.. Podemos tener la percepción de que la vida fluye a una velocidad diferente a la que estamos acostumbrados; y cuando este ritmo se ralentiza, empezamos a sentir un roce que nos provoca malestar. Esta es la explicación generalmente aceptada.
Pero a menudo hay algo más detrás de la impaciencia. Si realmente queremos que algo suceda o no, tal vez sea porque no podemos enfrentar el presente; con lo que falta o lo que queda. Y por eso queremos escapar, y la impaciencia no es más que la manifestación de la imposibilidad de hacerlo.
En estos casos, el problema no radica en lo que aún no ha ocurrido o en lo que aún no ha terminado, sino en la dificultad de adaptarse a un presente que probablemente no sea de los más agradables. Sin embargo, este presente es lo que es, lo que hay. Antes de pensar en cómo deshacerse de él, tal vez deberíamos reflexionar sobre cómo encontrar un lugar dentro de esta dimensión.
2. Deconstruir el deseo
Nunca es fácil entender qué deseo se esconde detrás de la impaciencia. A primera vista, puede ser simplemente un deseo de superar una situación que le genera sufrimiento, carencia o incomodidad. A nadie le gusta permanecer mucho tiempo en estos estados, por lo que surge la impaciencia cuando no se producen cambios.
Incluso en este caso, sin embargo, sucede algo similar a lo que se acaba de ilustrar: no aceptar la realidad que se vive no necesariamente tiene que encontrar una solución resistiéndose o esperando que cambie. Lo más inteligente es trabajar para cambiarlo, en la medida en que se pueda cambiar en el momento presente.
Para que las cosas sucedan, no basta desearlas. Y si no lo hacen, no es suficiente resistirlos. En ambos casos, el esfuerzo es inútil, pero sigue siendo un esfuerzo. Siempre tenemos un cierto margen de acción y es precisamente a él al que debemos aferrarnos para dejar de ser impacientes.
3. Meditación para dejar de ser impaciente
La meditación es una práctica que ayuda a calmar la mente. El estado de calma hace que sea más fácil dirigir tu atención a lo que sucede dentro de ti y comprenderlo mejor. Se vuelve más fácil saber, por ejemplo, si realmente queremos que algo suceda o termine, o más bien si queremos escapar de esa parte de nosotros que no puede hacer frente a la situación.
A través de la meditación podemos ganar el control de nuestros pensamientos, ganando una mayor adaptabilidad. En cambio, si nos dejamos llevar por la impaciencia, todo se vuelve difícil. De hecho, la impaciencia puede retrasar o impedir que consigas lo que quieres.
La paciencia, como tantas otras virtudes, no forma parte de nuestro equipaje personal. Es una cualidad que hay que cultivar dentro de uno mismo con la práctica, con el tiempo. Las situaciones difíciles son el terreno ideal para que florezca esta virtud.
Realizar ejercicios de concentración y meditación puede resultar de gran ayuda, y también nos ayudan a comprender la inutilidad de la impaciencia. “A quien sabe esperar, el tiempo le abre todas las puertas”. Y es verdad Todo tiene su tiempo, que muchas veces no depende de nuestros deseos y/o necesidades.