El mal hábito de descargar la frustración de los demás

El mal hábito de descargar la frustración de los demás

Desde el empleado que nos asiste hasta el taxista que nos lleva a nuestro destino, pasando por vecinos, amigos o familiares, no es necesario tener una relación cercana con alguien para cargarnos su frustración, pero tener una conexión emocional no salva. nosotros. de convertirnos en una especie de saco de boxeo. El mal hábito de desahogar la frustración en los demás está muy extendido y solo genera más tensión.

Baja tolerancia a la frustración

La frustración es una emoción difícil de manejar. Nos sentimos frustrados cuando el mundo no sale según lo planeado, cuando nuestras expectativas no se cumplen, nuestros planes se rompen o no podemos lograr lo que queríamos.



Todos podemos sentirnos frustrados en algún momento, es una reacción normal. Pero hay personas que tienen poca tolerancia a la frustración. Esto quiere decir que cualquier pequeño problema o contratiempo se convierte en un muro infranqueable que les causa malestar.

Estas personas no toleran bien las molestias y dificultades que normalmente surgen en la vida y no pueden soportar las demoras en la satisfacción de sus deseos. Como resultado, tienden a experimentar más estrés, ansiedad, ira y resentimiento que aquellos que pueden tolerar y manejar la frustración.

La baja tolerancia a la frustración suele ser el resultado de creencias irracionales, como pensar que todo debe ir de acuerdo con nuestros planes, que los demás siempre deben actuar con amabilidad y consideración, o que el mundo debe seguir nuestra concepción de la justicia. Cuando no se cumplen estos supuestos, nos sentimos frustrados.

Pero también se basa en la imposibilidad de posponer las recompensas. Las personas que quieren hacer todo lo más rápido posible no han desarrollado los mecanismos psicológicos que les permitan hacer frente a los inconvenientes y retrasos, por lo que cuando aparecen se sienten muy alterados.



Deshazte de la frustración de los demás

En 2015, psicólogos del Instituto Leibniz de Ciencias Sociales realizaron un experimento muy interesante: reclutaron a un grupo de personas que se involucraron en un juego en línea, previamente manipulado de tal manera que algunos perdieron y otros ganaron, independientemente de sus esfuerzos.

Cuando terminó el juego, se les dijo que podían volver a competir con otras personas. Siempre que su oponente perdiera, podrían castigarlo haciendo un ruido. Los investigadores encontraron que aquellos que perdieron, cuando se les dio la oportunidad de castigar a alguien, optaron por hacerlo utilizando volúmenes muy altos, a diferencia de los que ganaron, que aplicaron volúmenes más bajos. También vieron que cuanto más frustración y sentimientos negativos sentían los perdedores, más volumen usaban para el castigo.

Este estudio nos muestra que muchas personas no saben cómo hacer frente a la frustración y se apresuran a descargarla sobre los demás. De hecho, a menudo ni siquiera se dan cuenta de que se sienten frustrados. Estas personas generalmente carecen de granularidad emocional; es decir, saben que se sienten mal, pero no saben exactamente por qué.

La frustración se apodera de ellos y no saben cómo manejarla. De esta forma, al fracaso o contratiempo se le suma un sentimiento de irritabilidad y hostilidad. De hecho, al tener estas personas un lugar de control externo, a menudo culpan a los demás por sus problemas, por lo que su primera reacción cuando se sienten frustrados es buscar un culpable.

Así que acaban descargando su frustración con los demás, sean quienes sean, quien venga o quien esté cerca. Suelen hacerlo de forma inconsciente, porque su miopía les impide reaccionar de forma diferente. Pero otras veces lo hacen con alegría, simplemente porque quieren que otros prueben algo de la incomodidad que ellos también sienten.



¿Cómo ventilar positivamente la frustración?

A veces la frustración surge de nuestro deseo de controlar las cosas, por lo que es importante aprender a fluir y estar dispuesto a aceptar el cambio, porque es la única constante en la vida. Necesitamos prepararnos para la incertidumbre y ser conscientes de que las cosas, sin importar cuán planificadas sean, no siempre saldrán como esperamos. Se trata de prepararse para lo peor de la mejor manera posible.

Cuando nos sentimos frustrados, debemos mirar la situación desde otra perspectiva. Pensemos por un momento en una persona que busca trabajo y le ofrecen un salario de 20.000 euros al año. Si esa persona esperaba ganar 30.000 euros, se sentirá frustrado y decepcionado, si esperaba ganar 15.000 euros se sentirá eufórico y si esperaba ganar 20.000 se sentirá satisfecho. La situación es siempre la misma. Pero las emociones que generó son diferentes. Las expectativas de la persona han cambiado. Esto significa que cuando nos asalta la frustración, debemos preguntarnos cómo contribuyen nuestras expectativas al malestar.


Por otro lado, el hecho de que surjan obstáculos no siempre significa que debamos cambiar nuestras metas, sino solo la forma de lograrlas. Desarrollar un pensamiento flexible nos ayudará a mejorar nuestra tolerancia a la frustración porque podremos encontrar formas alternativas de lograr nuestros objetivos o incluso cambiarlos si es necesario.

Finalmente, para desahogar la frustración de manera positiva, podemos dedicarnos a cosas más productivas, reorientando esa energía hacia actividades que nos permitan alcanzar nuestras metas. Debemos recordar que un percance puede verse como un obstáculo o como una motivación que nos anima a redoblar nuestros esfuerzos, depende solo de nosotros.


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