La culpa es una de las emociones más paralizantes y destructivas que uno puede experimentar. Hay personas que tienen una especie de vocación por la culpa, ya que no solo sufren por lo que han hecho sino también por lo que creen que pueden hacer. Evidentemente, no es una sensación agradable.
Las raíces de la culpa se remontan a la niñez, especialmente si la persona ha tenido que lidiar con padres o maestros que la hicieron sentir culpable por algo que la lastimó. La frase "deberías avergonzarte de lo que hiciste" probablemente suene familiar a muchas personas.
Por supuesto, todos cometemos errores de los que no estamos particularmente orgullosos, pero pensar mucho en el pasado para seguir quejándonos de los mismos errores es un desperdicio innecesario de energía que no nos da nada positivo. El sentimiento de culpa simplemente nos encierra en un círculo masoquista que se hace cada vez más estrecho.
Síntomas de culpa
Muy a menudo el sentimiento de culpa se vuelve tan fuerte que genera sensaciones físicas desagradables como: presión en el pecho, dolores de estómago, dolor de cabeza severo y sensación de peso en los hombros. Añádase a esto los pensamientos recurrentes de autorreproche, agresión hacia uno mismo y una fuerte agitación.
En la base del sentimiento de culpa se entrelazan diferentes formas de relacionarse con uno mismo. Por ejemplo, la mayoría de las personas que constantemente experimentan culpa sufren de baja autoestima y no creen merecer el amor y la gratificación que les ofrece la vida y por eso aprovechan cada pequeño error para autocastigarse. Por otro lado, hay personas extremadamente perfeccionistas, para quienes cualquier error es una buena excusa para culparse y criticarse constantemente.
Estas personas tienen en común una forma de pensar rígida y polarizada. Como diciendo, aprecian el mundo en blanco y negro, las cosas van bien o mal. No saben apreciar la infinidad de matices que existen entre estos dos colores porque su forma de pensar es demasiado estrecha o estereotipada. Finalmente, son prácticamente incapaces de analizar los aspectos positivos y negativos de una situación, ya que tienden a inclinar la balanza solo en una dirección.
Otro aspecto esencial para comprender la culpa es el colapso que representa en nuestro sistema de valores. En otras palabras, experimentamos sentimientos de culpa cuando hacemos algo que se aparta de los valores que asumimos como correctos y positivos. Nos sentimos culpables cuando nuestro comportamiento no cae dentro de nuestros cánones y, finalmente, nos culpamos a nosotros mismos.
Sin embargo, cabe señalar que la culpa se manifiesta de varias formas:
- Quien se siente culpable de todo lo sucedido, incluso cuando no es su responsabilidad
- Aquellos que culpan a otros por lo sucedido para liberarse de la parte de responsabilidad individual.
- Aquellos que culpan a las circunstancias pensando que nadie es responsable de nada de lo que suceda sino que sería el entorno circundante quien se encargue de determinar las conductas.
Evidentemente, cada una de estas expresiones de culpa es negativa y perjudicial para la persona ya que las responsabilidades se desvanecen y terminaríamos siendo incapaces de tomar las riendas de nuestra vida.
Obviamente, con demasiada frecuencia (especialmente cuando esto excede el límite de tolerancia psicológica) nos sentimos abrumados por un sentimiento de culpa. El problema en sí no depende de no sentirnos culpables (porque no podemos hacer nada al respecto) sino de saber gestionar estos sentimientos y afrontarlos desde una perspectiva positiva. Para conseguirlo es fundamental que demos unos pasos:
1. Abandone el pensamiento polarizado y adopte una postura más flexible. En este sentido, el mejor ejercicio es pensar en los aspectos positivos y negativos de cada situación que tenemos que afrontar a diario. Al apreciar las diferentes facetas de situaciones y comportamientos, seremos capaces de darnos cuenta de que la vida no es solo en blanco y negro, sino rica en matices.
2. Encontrar las causas de los sentimientos de culpa desarrollando un diálogo interno. Este diálogo interno (siempre que sea sincero) revelará algunas ideas irracionales de causa y efecto. Por ejemplo, la madre experimenta sentimientos de culpa porque estaba en el trabajo mientras su hijo fue víctima de un accidente doméstico mientras estaba con la niñera. La lógica nos dice que no tenía forma de imaginar o evitar el accidente y que se ve obligada a trabajar para mantener a su familia, por eso la culpa es totalmente infundada. Muy a menudo la clave para eliminar la culpa está en la capacidad de saber repartir las responsabilidades asumiendo la parte que nos corresponde pero sin ir más lejos.
3. Planifica para el futuro. Incluso si asumimos la responsabilidad en una situación y cometemos un error, es más productivo mirar hacia el futuro y pensar en cómo reparar el daño. La culpa nunca es la solución porque nos encierra en la jaula de la inmovilidad y el dolor.
Finalmente, me complace finalizar la reflexión con una frase extraída de la sabiduría popular que se refiere directamente a la preocupación y que podría aplicarse a los sentimientos de culpa. Ayuda a simplificar el sentimiento con el que tenemos que lidiar en ocasiones:
¿Existe alguna solución? Entonces, por qué te importa ...
¿No hay solución? Entonces, por qué te importa ...