La única certeza en la vida es el cambio. Pero es la única certeza que nos negamos a aceptar. Nos sentimos excesivamente cómodos con lo conocido. Lo familiar nos hace sentir seguros, protegidos de la adversidad.
Por eso creamos burbujas en las que vivimos. Estas burbujas de "seguridad" se basan en nuestros hábitos, formas de pensar, creencias y valores. Validan nuestra visión del mundo y de nosotros mismos. Nos dan una sensación de permanencia y estabilidad.
El problema es que esas burbujas no son más sólidas que una burbuja de jabón. Y el equilibrio mental que encontramos dentro de ellos puede dar paso rápidamente a la entropía psicológica. Cuando el mundo que nos rodea cambia y se vuelve incierto, tenemos dos opciones: hundirnos en la entropía o resurgir con un nuevo equilibrio. En este momento, estamos atravesando un profundo estado de entropía psicológica y social.
¿Qué es la entropía en psicología?
La entropía es un concepto derivado de la termodinámica según el cual todos los sistemas tienden al caos y al desorden. En el ámbito psicológico, este concepto describe la cantidad de incertidumbre y desorden que existe dentro de un sistema.
Carl Jung creía que las leyes que gobiernan la conservación física de la energía también se pueden aplicar a nuestra psique. Dijo que cuando hay una sobreabundancia de energía en una de nuestras funciones psicológicas, significa que otra función ha sido privada de ella, lo que crea un desequilibrio.
Sin embargo, señaló que nuestras mentes tienden a poner en marcha mecanismos compensatorios para evitar la entropía total y mantener cierta estabilidad. Los mecanismos de defensa son un ejemplo de este intento de compensación. Cuando la realidad se vuelve inaceptable, activamos una barrera para proteger nuestro ego y mantener la imagen que nos hemos formado.
Incertidumbre como medida de entropía psicológica
Una medida para evaluar el nivel de desorden en los sistemas, incluida nuestra mente, es la incertidumbre: - el grado en que podemos saber cómo están dispuestos los diferentes componentes de un sistema en un momento dado.
En una baraja de cartas sin barajar, por ejemplo, podemos saber exactamente cómo están ordenadas las cartas. Si cortamos la baraja y vemos el as de corazones, sabremos que la carta de abajo es el dos de corazones. Pero si barajamos el mazo, reducimos esa certeza hasta el punto de que ya no podemos predecir de manera confiable cuál de las cartas restantes está debajo de ese as de corazones. Una baraja completamente barajada representaría un sistema de máxima entropía.
Todas las cosas que componen nuestras vidas se parecen a esa baraja de cartas. Es bueno estar seguro de que nuestra pareja nos estará esperando en casa. Ten un trabajo seguro. Saber que las personas que amamos están bien. Conoce la hora exacta a la que partirá el autobús o el avión ...
Sin embargo, las reglas del juego pueden cambiar en cualquier momento, como nos ha demostrado esta pandemia o lo que sucede cuando nos trasladamos a otro país. En esos casos, nuestros esquemas cognitivos, el mapa mental que habíamos formado del mundo, no son suficientes para predecir lo que sucederá.
En ese punto, generalmente caemos en un estado de máxima entropía mental. El caos externo perturba nuestro mundo interior. Como ya no tenemos agarres a los que aferrarnos, nos volvemos acríticos y consideramos todas las percepciones, desde el objeto más concreto hasta la ilusión más efímera, como representaciones igualmente válidas de la realidad. Cuando no estamos seguros, todo es posible.
La entropía transformadora
Cuando somos incapaces de tolerar la incertidumbre porque ha erosionado los cimientos sobre los que habíamos construido nuestra vida diaria, nuestro mundo interior perfecto comienza a desintegrarse. Entonces tenemos dos posibilidades.
La primera es sumergirnos en el caos y permitir que reine la entropía, en cuyo caso es probable que acabemos desarrollando trastornos como ansiedad, depresión o incluso psicosis. De hecho, se ha sugerido que la incapacidad de revisar las estructuras interpretativas después de un trauma podría explicar la aparición del TEPT. Esta perturbación sería el resultado de nuestra incapacidad para crear una narrativa organizada del trauma que ponga nuestro mundo en orden.
La segunda alternativa es esforzarnos por disminuir el nivel de entropía hasta que alcancemos un punto de equilibrio óptimo que nos permita tolerar la incertidumbre a medida que desarrollamos percepciones del mundo lo suficientemente predecibles como para permitirnos continuar nuestras vidas.
Debemos tener en cuenta que la incertidumbre siempre nos presenta un desafío adaptativo crítico que, en teoría, debería motivarnos a tomar medidas para mantenerla en un nivel manejable. Es en estos momentos, según Jung, donde se producen los cambios más transformadores.
Este psicoanalista creía que cuando vivimos un hecho importante que cuestiona algunas de nuestras hipótesis o creencias más establecidas, nuestro equilibrio sufre un violento vaivén. Durante este tiempo es normal que nos sintamos angustiados, ansiosos y desorientados. Es como si viviéramos un terremoto psicológico.
Después de luchar contra estas nuevas ideas, percepciones o sombras, finalmente se forma una nueva actitud, sistema de creencias, estilo de pensamiento o adaptación. Alcanzamos un nuevo equilibrio que suele ser más enriquecedor que el anterior. Curiosamente, esta nueva formación será tanto más sólida cuanto más se desvíe de la actitud original.
Acepta la entropía como parte de la vida.
Hay caos e incertidumbre en la vida, nada es 100% predecible y seguro. Sin embargo, muchas veces nos resistimos a aceptar la incertidumbre. Esta resistencia solo empeorará la entropía.
Resistir el cambio implica comprometerse en un sufrimiento constante. De hecho, un estudio realizado en la Universidad de Toronto reveló que nuestro cerebro procesa la incertidumbre de la misma forma que la ansiedad. Esto quiere decir que, a la larga, nos presentará la factura.
Una estrategia para minimizar el impacto de la incertidumbre y proteger nuestro equilibrio psicológico es desarrollar mapas mentales flexibles de nuestro entorno que nos guíen a través del caos para lograr nuestras metas más importantes. Cuando las condiciones cambian, la obsesión por los detalles nos hará desperdiciar una energía preciosa. En cambio, necesitamos reorganizar rápidamente nuestro mapa mental para enfocarnos en los objetivos realmente importantes de nuestra vida. Así que tendremos un punto de apoyo en medio de la tormenta.
En cualquier caso, aunque todos necesitamos cierto grado de certeza cognitiva y previsibilidad, también debemos aceptar que somos parte de un entorno natural y social que está sujeto a cambios constantes y que tiene un componente caótico e inestable. La entropía no es nuestro enemigo, es una característica adicional de nuestra mente, la naturaleza y el universo.
Los sistemas autoorganizados, como nosotros, están involucrados en un diálogo continuo con el medio ambiente y deben adaptarse a las circunstancias cambiantes para mantener la entropía interna en un nivel manejable. Es decir, si somos incapaces de tolerar la incertidumbre del mundo, cualquier cambio nos desestabilizará psicológicamente.
Como dijo William James, nuestra vida interior es fluida, inquieta, voluble, siempre en transición. Esas transiciones son una realidad, vivimos en transiciones porque todo cambia todo el tiempo.
Por tanto, debemos aceptar que somos equilibrio y caos. Estabilidad y cambio. Asumir que estos cambios son parte de la vida y promueven un mayor bienestar. Paradójicamente, cuanto más aceptamos el caos, más cerca estamos de la serenidad. La clave es aceptar lo que no podemos cambiar y transformarnos para adaptarnos mejor a cada demanda externa.