Estrategias de evitación: de escapar de la realidad a la evitación inteligente

Estrategias de evitación: de escapar de la realidad a la evitación inteligente

Tarde o temprano, los problemas llamarán a nuestra puerta. Para abordarlos podemos implementar diversas estrategias. Las estrategias de afrontamiento (afrontamiento) son un conjunto de técnicas cognitivas y conductuales que utilizamos para gestionar aquellas necesidades externas o internas que percibimos como una amenaza porque exceden nuestros recursos personales.

Algunas de estas estrategias son efectivas porque nos ayudan a solucionar el problema o al menos a restar el impacto emocional. Otros son inadaptados, por lo general crean estrés adicional y causan más problemas de los que resuelven.



El afrontamiento evitativo es una estrategia que casi todo el mundo, en algún momento, ha puesto en práctica y que, por regla general, se ha considerado negativa, tanto que incluso ha nacido un trastorno, el Trastorno de la Personalidad Evitativo. Sin embargo, la evitación a veces puede indicar madurez, prudencia e inteligencia.

No podemos olvidar que generalmente tenemos una tendencia natural a buscar el placer y evitar el dolor. Algunas de las formas en que intentamos evitar el dolor son adaptativas y saludables, otras no tanto. Evitar se vuelve problemático si se convierte en un escape de la realidad, cuando es una estrategia no decisiva.

Los tipos más comunes de estrategias de evitación.

Mediante estrategias de evitación intentamos superar la situación o problema estresante, luego ponemos en práctica una serie de conductas destinadas a protegernos del daño psicológico. Matthew McKay, profesor del Instituto Wright en Berkeley, distingue entre diferentes tipos de estrategias de evitación:

1. Evitación situacional

La evitación situacional es una de las estrategias de evitación más utilizadas. Consiste en evitar, en la medida de lo posible, la situación que nos está causando problemas o que es fuente de conflicto. Las personas que tienen miedo de hablar en público, por ejemplo, pueden evitar situaciones en las que se ven obligadas a acudir a un grupo. Si tenemos conflictos con una persona, es posible que evitemos ir a lugares donde sabemos que podemos encontrarnos con ella.



2. Evitación cognitiva

Se trata de evitar esos pensamientos o recuerdos desagradables que generan angustia. Las estrategias para evitar los pensamientos negativos van desde mantener nuestra mente ocupada sin pensar en lo que nos molesta hasta reemplazar esos pensamientos no deseados con fantasías, frases repetitivas o incluso oraciones. También hay quienes recurren a afirmaciones positivas, que pueden brindar un alivio temporal pero no resuelven permanentemente el problema subyacente.

3. Evitación somática o interoceptiva

El estrés tiene un doble componente: emocional y fisiológico. Cuando estamos estresados, podemos experimentar palpitaciones y dolor en el pecho causado por ansiedad, respiración superficial o sudoración de las manos. Las personas que sufren de claustrofobia, por ejemplo, no solo temen a los espacios cerrados sino también a las sensaciones físicas que generan, así que procura no experimentar las sensaciones asociadas al malestar emocional, evitando aquellas situaciones de la vida cotidiana que las generan, o ejercitarte para evitar experimentar taquicardia. y disnea.

4. Reemplazo emocional

Este tipo de evitación implica reemplazar un sentimiento por otro. Por ejemplo, podemos reemplazar el dolor o la ira con otra emoción que podamos manejar mejor o que clasifiquemos como más tolerable. Si creemos que no debemos sentir odio, ira o desprecio, podemos ocultar esas emociones detrás de la vergüenza o la frustración. Serían "emociones parasitarias" las que se alimentan entre sí. En algunos casos incluso podemos adormecer nuestros sentimientos recurriendo a estrategias autodestructivas como el consumo de alcohol y drogas, aunque también podemos darles una salida creativa a través del arte.

5. Evitación preventiva


Consiste en recurrir a conductas de seguridad excesivas para calmar la ansiedad y la incertidumbre que generan problemas y conflictos. Si nos sentimos inseguros en la relación, por ejemplo, podemos intentar calmar esa inseguridad tomando excesivas precauciones para proteger nuestro hogar. Si tenemos miedo de terminar un proyecto, podemos protegernos detrás de la búsqueda de la perfección para alejar lo más posible la llegada del momento que tanto tememos.


Luces y sombras de las estrategias de evasión

Tradicionalmente, el afrontamiento por evitación se ha asociado con rasgos de personalidad negativos y conductas potencialmente dañinas, así como con una resolución de problemas menos eficaz. Un estudio publicado en la Revista de Personalidad y Psicología Social indica que las familias que son capaces de adaptarse a situaciones estresantes tienen menos probabilidades de recurrir a estrategias de evitación.

Otro estudio de la Universidad de Queensland reveló que las personas que utilizan estrategias de evitación y pasivas, como la resignación y la abstinencia, tienden a experimentar más estrés.

Sin embargo, la evasión es una respuesta natural. La evitación no siempre es un mecanismo desadaptativo. A veces, la evitación es inteligente y tiene resultados beneficiosos. Un estudio publicado en el Psychological Bulletin reveló que cuando las personas experimentan dolor, las estrategias de evitación como la distracción pueden ser más efectivas para aliviar los síntomas que redefinir la sensación, una estrategia de afrontamiento activa.


Otra investigación publicada en el Journal of Sport & Exercise Psychology reveló que cuando nos sentimos estresados, las estrategias que podríamos clasificar como evitativas, como correr o meditar, son efectivas para reducir la ansiedad. De hecho, estos psicólogos han demostrado que posteriormente las personas analizadas acabaron practicando estrategias más efectivas para afrontar situaciones estresantes.

Esto significa que, en ciertas situaciones, algunas técnicas de evitación pueden ser particularmente útiles para reducir el estrés que enfrentamos cuando no tenemos los recursos para abordar el problema directamente, mientras nos preparamos para encontrar soluciones definitivas. Evitar no siempre es cobardía, a veces es prudencia e inteligencia.


Pero aun así, debemos asegurarnos de que el afrontamiento evitativo no se convierta en la norma porque ignorar los problemas no hará que desaparezcan. Podemos poner en práctica algunas estrategias de evitación, pero solo cuando estemos seguros de que la situación se desvanecerá naturalmente o cuando nos preparemos para buscar una mejor respuesta a lo que nos preocupa.

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