¿Eres una persona independiente? La psicología social clásica nos sugiere que la mayoría de la gente no podría responder a esta pregunta con absoluta certeza.
¿Por qué la gente ignora algunos aspectos de su personalidad? Tomemos un ejemplo muy simple de la vida cotidiana: conocemos personas que nos enfurecen porque casi siempre llegan tarde a sus citas. Cuando alguien les pregunta por qué de esto ofrecen varias excusas, pero sabemos bien que es su peculiaridad, por lo general llegan tarde a todas las citas; podríamos decir así que llegar tarde forma parte de su personalidad. Pero ... ¿estas personas realmente no se dan cuenta de su peculiaridad? Retomando un dicho popular se podría decir que: “en la viña del Señor hay de todo”, por lo que hay personas que simplemente mienten mientras que otras no prestan atención a su retraso porque no es muy significativo para ellos. Para explicar estos últimos casos en Psicología hay una propuesta: la Patrones del yo por Markus. Esta teoría establece que cada uno de nosotros está desarrollando una serie de patrones (generalizaciones cognitivas) a lo largo de su vida, que funcionan (más o menos) como mapas de nuestra personalidad. Estos mapas, como auténticas guías de viaje, nos ayudan a comprender nuestros sentimientos, pensamientos y formas de comportarnos. Sin embargo, estos mapas no serían del todo precisos, hay áreas más oscuras que ofrecen a la persona muy poco conocimiento de sí misma. Estos aspectos del Teoría del Shemi del yo Fueron estudiados allá por 1977. El profesor Markus examinó aquellas áreas del patrón del yo relacionadas con nuestra dependencia o independencia. El estudio se desarrolló con 48 mujeres a las que se les solicitó que cumplimentaran un cuestionario en el que debían autoevaluarse en relación a determinadas características generalmente dicotómicas como: individualistas, conformistas, líderes o seguidoras ... A partir de las respuestas de las personas, se separaron en tres grupos: independientes, dependientes y un tercer grupo (sin patrón), formado por aquellas mujeres que no mostraron un patrón bien definido. Posteriormente, los investigadores observaron que había personas que aparentemente no se daban cuenta o no estaban interesadas en su independencia, mientras que otras estaban muy preocupadas por ella. Pero una cosa son las palabras y otra los hechos, por lo que aún quedaba una pregunta por aclarar: ¿las personas que decidieron ser independientes, dependientes o que simplemente no estaban interesadas en estos conceptos, eran coherentes con su comportamiento? Para responder a esta pregunta, los investigadores invitaron a las personas a regresar al laboratorio unas semanas más tarde. Esta vez la prueba fue diferente: en una pantalla aparecían palabras relacionadas con la independencia, dependencia o palabras sin relación alguna con estos conceptos. Las personas tenían que elegir las que más se relacionaban con sus peculiaridades. Se asumió que las personas que pretendían ser independientes tenían que reaccionar más rápidamente a las palabras relacionadas con el concepto de independencia y, al mismo tiempo, tenían que elegir más de estas palabras. Lo mismo debería haber sucedido con los adictos. Luego, las personas tenían que identificar en una lista qué comportamientos se acercaban más a su vida diaria. Como era de esperar, las personas independientes reconocieron comportamientos más independientes; las personas adictas reconocieron un mayor número de conductas adictivas y… ¿qué pasó con las personas del grupo sin patrón? Estas mujeres pasaron de un comportamiento altamente adictivo a uno independiente. Estos resultados indican que el patrón del yo facilita el procesamiento de nuestra autorrepresentación, nos ayuda a comprender quiénes somos y por qué actuamos de determinada manera, sin embargo, no todos tenemos los mismos parámetros para conformar nuestros patrones del yo, todo depende de la importancia que le demos a unos conceptos sobre otros. De esta forma, si consideramos que la puntualidad o la independencia son conceptos importantes, nos preocuparemos por crear hábitos que los expresen y así crearemos un esquema mental en torno a estas cualidades que nos permitirá darnos cuenta si somos personas más o menos puntuales o más o menos independiente. Cuando algunas cualidades o características no son particularmente importantes para nosotros, nuestros patrones del yo construidos alrededor de ellas resultarán muy pobres, esto se refleja en un área oscura de nuestra personalidad. Por ello, hay ocasiones en las que nos resulta especialmente difícil definir quiénes somos o simplemente darnos cuenta de cómo nos comportamos. Para darles un ejemplo de cómo descubrir estas áreas oscuras, les recuerdo una técnica de grupo que fue de gran impacto para mí cuando la realicé por primera vez mientras estudiaba en la universidad. En esta técnica, cada persona enumera sus cuatro o cinco características principales en una hoja de papel; es decir, aquellos rasgos de personalidad que ella cree que la diferencian de los demás. Luego cada persona coloca una hoja en blanco sobre su espalda y cada miembro del grupo escribe en la hoja una característica esencial que, según su criterio, define a la persona.