El pensamiento contrafactual es nuestro compañero de aventuras diario. Aunque no somos del todo conscientes de su existencia, casi siempre está presente. Siempre que utilizamos términos como "casi" o "en breve" es el pensamiento contrafáctico el que habla, lo que nos lleva a visualizar caminos alternativos a lo que se ha materializado.
Expresiones como "si te hubiera llamado podríamos haberlo solucionado", "si hubiera prestado más atención esto no hubiera sucedido", "si hubiera elegido esa carrera sobre la otra me sentiría mejor" se refieren a hechos imaginarios que contradecir los hechos. Son la expresión de un tipo de pensamiento que puede ser muy útil para prevenir futuros errores o puede condenarnos al descontento y al remordimiento por lo que pudo haber sido, pero no fue.
¿Qué es el pensamiento contrafáctico?
El pensamiento contrafáctico es un proceso cognitivo que utilizamos para imaginar un camino diferente al tomado, ya sean eventos históricos importantes o menos significativos en nuestra vida. A través del pensamiento contrafactual desafiamos el tiempo y la realidad al repensar lo que sucedió e imaginar cómo sería la sociedad o nuestra vida si todo hubiera seguido un curso diferente.
Este tipo de pensamiento se desencadena por el fracaso y fantasea con lo que tendría que suceder para lograr la meta. De hecho, a menudo toma la forma de ucronie, narrativas que describen un presente alternativo que nunca se realizó. Pero también puede ser positivo, como cuando nos decimos que "todo podría haber sido peor".
Como nuestra realidad cambia constantemente y el futuro es incierto, es normal que busquemos puntos de referencia a los que aferrarnos. En este momento, mientras intentamos dar sentido a lo que nos ha sucedido y continúa sucediendo, se está produciendo una especie de batalla en nuestra mente que nos lleva a pensar en cómo podrían haber ido las cosas. Entonces entra en juego el pensamiento contrafactual. El pensamiento contrafactual nos permite explorar diferentes escenarios a través de la pregunta: "¿Qué hubiera pasado si ...?" e imagina resultados alternativos a ese evento.
Los tipos de pensamiento contrafactual
Cada tipo de pensamiento contrafactual tiene un propósito diferente y nos lleva por caminos diferentes, por lo que es importante comprender cuál usamos con más frecuencia.
Dado que el pensamiento contrafáctico implica una comparación entre dos situaciones, se puede clasificar según los resultados de esa comparación:
1. Ascendente. Este pensamiento ocurre cuando comparamos directamente una situación negativa real con una posibilidad que consideramos mejor. Un ejemplo es: “si me hubiera preparado mejor para la entrevista de trabajo, me habrían dado el puesto”. En este caso, el pensamiento contrafactual se convierte en una especie de guía para el futuro porque revela lo que debemos hacer cuando nos volvamos a encontrar en una situación similar.
2. Descendente. Este tipo de pensamiento contrafactual se centra en los resultados negativos. Compara una situación real positiva con una posibilidad que consideramos peor. Por ejemplo: “si hubiera llegado tarde a la entrevista de trabajo, no me habrían contratado”. En este caso, los eventos imaginados son peores.
El pensamiento contrafactual también depende en gran medida de nuestra imaginación, por lo que tenemos:
1. Pensamiento fantástico. El pensamiento fantástico contrafactual se basa en nuestra creatividad y altera arbitrariamente la realidad para imaginar resultados diferentes. Por ejemplo: “si tuviera alas, evitaría este atasco”. Aunque no es muy frecuente porque no tiene utilidad práctica, nos ayuda a sobrellevar una situación que nos incomoda imaginando una situación mejor, aunque imposible.
2. Pensamiento real. El pensamiento contrafactual real no altera la lógica del mundo, pero incluye pequeños cambios. Por ejemplo: "si hubiera llegado 10 minutos antes habría tomado el avión" o "si hubiera estado en silencio hubiera evitado la discusión". Son caminos alternativos de los que sacamos una lección para el futuro.
Dependiendo de la solución alternativa que elijamos, el pensamiento contrafactual también se puede dividir en:
1. Pensamiento aditivo. En este caso, agrega precedentes al evento pasado, generalmente para mejorar los resultados. Podemos pensar, por ejemplo: “si hubiera comprado las herramientas adecuadas, habría terminado antes”.
2. Pensamiento sustractivo. En este caso eliminamos los hechos del evento pasado cuando reconstruimos otra versión de la realidad. Por ejemplo, podemos decirnos: "si no me hubiera tomado la última cerveza, habría llegado a tiempo".
Tanto el pensamiento contrafactual aditivo como sustractivo facilitan la generación de nuevas ideas y nos ofrecen soluciones para el futuro. Estimulan la asociación creativa y las asociaciones remotas para encontrar las causas de nuestros problemas o errores y solucionarlos.
Finalmente, el pensamiento contrafactual también se puede clasificar según el tipo de acción:
1. Arrepentimiento por la acción. Cuando sentimos arrepentimiento por la acción, significa que no queríamos hacer algo. Podemos pensar, por ejemplo: "Debería haberme quedado callado". Este tipo de pensamiento contrafactual es más común a corto plazo, unos días o semanas.
2. Lamento por la inacción. Cuando lamentamos la inacción, significa que nos hubiera gustado hacer algo. Es curioso que esta tendencia sea más común a largo plazo y se manifieste después de meses o incluso años, refiriéndose a hechos más lejanos en el tiempo. Por ejemplo: “Debería haber pasado más tiempo con mi pareja”.
Luces y sombras del pensamiento contrafáctico
La funcionalidad del pensamiento contrafactual depende de muchos factores, desde el tipo de problema o evento que nos afecta hasta el grado en que incentiva la implementación de un plan de acción adecuado y, por supuesto, el estado emocional que genera.
En un sentido general, la capacidad de revisar las consecuencias de nuestras decisiones o eventos pasados y reconsiderarlas recreando un futuro diferente es psicológicamente beneficiosa. De hecho, el pensamiento contrafactual no es una mera recreación retrospectiva de lo que pudo haber sucedido, sino que puede convertirse en el primer paso de un proceso constructivo al simular mentalmente nuevas posibilidades que podrían ser perfectamente válidas en el futuro inmediato.
El pensamiento contrafactual puede ayudar a agilizar la toma de decisiones al ayudarnos a ver las cosas desde una perspectiva más amplia a través de la experiencia pasada. Por tanto, nos permite prevenir errores, especialmente cuando pensamos en eventos recurrentes o repetibles.
Incluso los pensamientos relacionados con eventos negativos pueden ayudarnos a mitigar una realidad desagradable y evadir sentimientos de impotencia y frustración al inducir, aunque sea fugazmente, un estado emocional positivo cuando simulamos buenos resultados.
Imaginar que en una realidad alternativa conseguimos el trabajo o no perdemos el avión puede tranquilizarnos y motivarnos a hacer más en el futuro. Pensar que podríamos haber hecho otra cosa o tomado otra decisión puede darnos esperanza y motivarnos a afrontar el futuro con una actitud más optimista.
Por otro lado, el pensamiento contrafáctico puede volverse disfuncional cuando promueve sentimientos de culpa por eventos pasados que no podemos cambiar o genera arrepentimiento, enojo o frustración. De hecho, mantenerlo a largo plazo, volviendo a los mismos hechos una y otra vez, no es psicológicamente beneficioso, pero conduce a la obsesión.
Algunos hechos del pasado, por ejemplo, pueden haber tenido consecuencias importantes en nuestra vida, pero evocarlos no sirve porque son oportunidades perdidas y no podemos hacer nada para remediar, ni en el presente ni en el futuro. Este es el caso de hechos extraordinarios que ocurren una vez en la vida y lo marcan, como la elección de una carrera.
De hecho, el contraste que produce este tipo de pensamiento genera o amplifica lo que se conoce como “emociones contrafácticas”. Las emociones contrafácticas más comunes son negativas, como la frustración, la culpa, el arrepentimiento, la vergüenza, la indignación, el dolor o incluso la envidia.
Evidentemente, sentir esas emociones volviendo al pasado puede convertirse en un arma de doble filo que acaba desequilibrándonos emocionalmente. Siempre existe el riesgo de que el pensamiento contrafactual se convierta en un reproche mental incesante que no nos ayuda en absoluto.
Utilice el pensamiento contrafáctico de manera constructiva
El pensamiento contrafactual puede ser una gran herramienta de aprendizaje o, a la inversa, puede arruinar nuestras vidas. Las personas optimistas, por ejemplo, tienden a tener pensamientos contrafácticos más ascendentes porque les ayudan a evitar repetir los mismos errores y a planificar mejor el futuro. Aunque también utilizan el pensamiento contrafactual descendente para celebrar haberse salvado de algunos problemas.
En cambio, las personas pesimistas pueden terminar culpándose a sí mismas. Se convierten en víctimas de la teoría del doble vínculo al presentar escenarios sin salida. Podrían pensar, por ejemplo: "si hubiera sido más inteligente me habrían dado el trabajo" o "si hubiera tomado otro camino no habría tenido el accidente".
Por lo tanto, la clave es utilizar el pensamiento contrafactual de una manera positiva para tratar de comprender dónde nos equivocamos o qué podríamos haber hecho mejor en el futuro.