Los 3 peligros que incluye nuestro pensamiento categórico

Los 3 peligros que incluye nuestro pensamiento categórico

Nuestro pensamiento es una verdadera máquina para crear categorías. Siempre está ocupado tratando de dar sentido a los datos que recopila del entorno para simplificarlos y que se ajusten a nuestra visión del mundo. La categorización es precisamente una de las operaciones más importantes del pensamiento, pero también puede ser un arma de doble filo que se vuelve contra nosotros al limitar nuestra visión del mundo.

¿Qué es el pensamiento categórico?

El pensamiento categórico es aquel que, a partir de los datos que extrae del entorno, establece categorías en las que se inserta prácticamente todo lo que nos rodea. Este tipo de pensamiento nos permite diferenciar, por ejemplo, una serpiente de una rama o un gato de un perro.



Para que una categoría tenga valor práctico, debe cumplir dos condiciones:

1. Validez, ya que no tiene mucho sentido dividir arbitrariamente un grupo homogéneo porque esto complicaría aún más nuestra visión del mundo.

2. Utilidad, ya que debe adaptarse al contexto en el que nos movemos todos los días. Si bien tiene sentido para un zoólogo dividir las serpientes en subcategorías, el resto de las personas simplemente tienen que reconocerlas para comprender que podrían enfrentar un peligro.

El problema es que nuestra forma de pensar no siempre funciona de manera lógica, pero muchas veces creamos y confiamos en categorías inválidas y poco útiles que nos llevan a tomar malas decisiones o consolidar prejuicios. En ese caso, el pensamiento categórico acaba creando ilusiones que consideramos reales, llevándonos así a desarrollar conductas desadaptativas.

Los 3 errores del pensamiento categórico

1. Compresión: reduce la variedad del mundo a categorías.

El pensamiento categórico se basa en prototipos, por lo que ignora toda la gama de variaciones que existen dentro de una categoría. En la práctica, toma las características básicas comunes y no considera las diferencias. El problema es que cuando algo pasa a formar parte de una categoría, pierde sus propiedades únicas. Cuando un pomelo pasa a formar parte de la categoría de cítricos pierde sus propiedades y pierde aún más cuando lo clasificamos como fruta.



Esto significa que la compresión, aunque necesaria para orientarnos rápidamente en el mundo, es un proceso que obvia la riqueza intrínseca de la individualidad porque nos ciega a las peculiaridades. Lo mismo ocurre cuando aplicamos categorías a las personas.

En este sentido, investigadores de las universidades de Utrech y Oregon pidieron a un grupo de personas que categorizaran a las mujeres en diferentes áreas, teniendo en cuenta solo su línea, que iba desde la anorexia hasta la obesidad.

Los participantes vieron a las mujeres de manera diferente cuando fueron etiquetadas, a pesar de que sus líneas eran idénticas. Por ejemplo, asumieron que la personalidad y el estilo de vida de la "mujer número 7" eran más similares a los de la "mujer número 9" cuando ambos eran etiquetados como obesos, pero sin la etiqueta, las personas diferenciaban con más cuidado.

Esto significa que cada vez que etiquetamos a una persona o pensamos que pertenece a un grupo social en particular, cerramos los ojos a su singularidad y es más probable que la juzguemos de una manera estereotipada y sesgada.

2. Amplificación: exagerando las diferencias

El pensamiento categórico contiene otras trampas además de la compresión. De hecho, en algunos casos nos lleva a exagerar las diferencias entre las distintas categorías, lo que conduce a la formación de estereotipos y a sacar conclusiones inexactas.

La amplificación es un proceso mediante el cual aumentamos las diferencias más sutiles entre dos categorías para distinguirlas mejor. Este proceso se basa en la necesidad de nuestro cerebro de buscar coherencia y orden, en su renuencia a dejar las cosas sin terminar.


Se ha visto, por ejemplo, que las personas afiliadas a partidos políticos muy diferentes tienden a sobrestimar lo extremas que son las posiciones políticas del otro. Las máscaras sociales bajo las que se presentan exageran las opiniones del otro, esto alimenta prejuicios y dificulta la comprensión porque en lugar de tender puentes, construimos muros.


Esta exageración de las diferencias nos permite ubicar categorías en extremos opuestos y bien diferenciados. El problema es que corremos el riesgo de crear una caricatura de determinados grupos, obviando la riqueza e incluso las contradicciones que encierra cada uno de ellos.

3. Fosilización: quedarse atascado en categorías

"La parte difícil no es encontrar nuevas ideas, sino alejarse de las viejas", escribió John Maynard Keynes. Las categorías conducen a una visión fija del mundo. Nos hacen sentir que todo está en orden y así crean una ilusoria sensación de seguridad.

Investigadores de la Universidad de Toronto demostraron, por ejemplo, lo dañino que puede ser el pensamiento categórico para nuestra creatividad. Le pidieron a 200 personas que construyeran una figura alienígena usando piezas de Lego. A algunos participantes se les entregaron las piezas organizadas en grupos y a otros se les pidió que las usaran libremente como quisieran. El resultado no dejó lugar a dudas: las personas a las que no se les entregaron las piezas ordenadas por categoría construyeron figuras mucho más originales y creativas.

La existencia de categorías genera una fijación funcional, un fenómeno que nos impide ir más allá de lo que nuestra mente ya ha catalogado. Por lo tanto, es probable que un niño encuentre usos más originales para un tenedor que un adulto.


La fosilización, por tanto, nos mantiene atados a la imagen del mundo que hemos construido, atrapados en nuestros prejuicios y estereotipos, sin posibilidad de cambiar porque nos hemos cerrado de antemano al cambio.

¿Cómo limitar el daño del pensamiento categórico?

El pensamiento categórico es necesario. Nos ayuda a formar una imagen estructurada, simple y relativamente coherente del mundo que puede ser muy útil en situaciones en las que tenemos que reaccionar rápidamente, sin pensar demasiado.

Sin embargo, también debemos ser conscientes de que nos puede jugar una mala pasada, por lo que aunque ya tengamos establecidas determinadas categorías, debemos estar abiertos a nueva información que nos permita ampliar o enriquecer categorías existentes, ayudándonos a liberarnos de prejuicios sin sentido. o estereotipos.


Debemos entender que no podemos liberarnos completamente de las categorías, pero no debemos convertirnos en esclavos de ellas permitiéndoles limitar nuestra visión del mundo y, por tanto, llevarnos a tomar malas decisiones.

Para ello debemos cultivar la mentalidad de explorador, aquella que parte de lo conocido, pero con ganas de descubrir cosas nuevas que nos ayuden a ampliar nuestra visión del mundo.

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