Los principios de la comunicación según el budismo son muy importantes, ya que la armonía de un contexto dado depende en gran medida del buen uso que se haga de las palabras y los silencios.
Última actualización: 31 de mayo de 2020
El budismo apoya la existencia de 4 principios de comunicación que deben observarse para lograr la armonía entre los seres humanos. Estos principios no se imponen, sino que se sugieren cuando estamos motivados por un deseo genuino de mantener relaciones sanas con los demás.
Los 4 principios de la comunicación según el budismo buscan aportar mayor claridad y respeto en nuestras relaciones con los demás. Los seres humanos utilizamos la palabra para comunicar ideas, sentimientos y emociones. Cuando somos capaces de comunicarnos correctamente, se nos comprende mejor y, en consecuencia, aumenta la calidad de nuestras relaciones.
Los principios de la comunicación según la budismo son: veracidad, bondad, utilidad y armonía. Cada uno de estos tiene el propósito de hacer nuestra comunicación más fluida e incisiva. Se requiere conciencia y trabajo para observar estos principios.
“Observar, escuchar, callar, jugar poco y preguntar mucho”.
-Injerto de agosto-
Los principios de la comunicación según el budismo
1. Veracidad
El primer principio de la comunicación es la veracidad. Un concepto mucho más complejo de lo que puede parecer a simple vista. Ser veraz es aceptar la verdad o la realidad. El problema es que no siempre los conocemos, muchas veces acabamos engañándonos a nosotros mismos.
Para ser verdaderamente veraces, por lo tanto, primero debemos hacer un ejercicio de honestidad hacia nosotros mismos. Si nadie dice la verdad, nadie podrá comunicársela a los demás. Por tanto, sólo podemos ser veraces hablando directamente desde el corazón, con la única intención de expresarnos, sin otros intereses.
2. Generosidad
Hay una gran diferencia entre ser honesto y ser directo, irrespetuoso o brusco. El respeto y la consideración por la otra persona son condiciones fundamentales para que sea posible una comunicación sana y plena. Hay muchas situaciones difíciles generadas simplemente por el uso de expresiones irrespetuosas que a veces acompañan nuestra comunicación.
La ira y el miedo son en realidad expresiones de nuestro ego. A su vez, el ego nos lleva a comportarnos de manera imponente o irrespetuosa con los demás. En estos casos, es nuestro ego el que habla y no nuestro corazón. Todo esto genera toda una serie de dificultades con otros que no necesitamos. Es mejor hablar sólo cuando estamos en paz con nosotros mismos.
3. Utilidad
Los budistas insisten en la importancia de aprender a apreciar el silencio. Para muchos, este último es solo un espacio vacío, que debe llenarse lo antes posible. El budismo, en cambio, considera el silencio un espacio natural para la escucha, ya sea hacia uno mismo o hacia los demás. Sin escucha no puede haber comunicación, ya que ésta sólo puede darse cuando hay escucha mutua.
Hablar tanto por hablar es una forma de angustia que muy a menudo despoja a la palabra de su valor. Las palabras sin valor impiden la apertura de una verdadera comunicación. Una palabra hueca vacía la mente y empobrece las relaciones con los demás. De hecho, a menudo alimenta las emociones más mundanas que sentimos en ese momento.
4. Armonía
El último de los 4 principios de la comunicación según los budistas es la armonía. Para el budismo, las palabras se justifican solo cuando representan alimento para la buena voluntad y la paz entre las personas. Todos los mensajes que no tienen este propósito contribuyen a malentendidos de género o sentimientos negativos.
Comunicación armoniosa es también aquella que elige las palabras más claras y concisas para hacer entender su mensaje. Giros de palabras, sutilezas y florituras innecesarias generan ruido comunicativo. No favorecen la comprensión y, por el contrario, provocan confusión y hacen que pierdas el foco en el mensaje principal.
Todos estos principios comunicativos pueden resultar extraños para la civilización occidental, pero son muy útiles para desconectar de una cultura en la que cada vez es más difícil encontrar la paz y el silencio. Estamos tan bombardeados con información y estímulos que nos hemos acostumbrado a la ausencia de silencio, más que a la ausencia de ruido.
Vivimos unos años en los que la mayor parte de la comunicación a la que estamos sometidos está dedicada a cuestiones triviales. Esto no solo afecta nuestra armonía interior, sino que limita nuestro pensamiento y nos hace cada vez menos capaces de expresarnos y saber escuchar. La palabra ha perdido su valor, y quién sabe si no será ésta una de las causas del malestar generalizado de nuestra cultura.