El mito de las cavernas de Platón es uno de los principales símbolos de la filosofía idealista. No solo influyó en el desarrollo de la filosofía y la psicología, sino que también marcó la forma de pensar en la sociedad occidental. Aunque en un principio pueda parecer una idea vieja y desfasada, lo cierto es que este mito es una metáfora perfecta que intenta reflejar la realidad dual en la que todos vivimos, de la que es difícil escapar. Por eso, en tiempos posteriores a la verdad, el mito de la cueva de Platón es más relevante que nunca.
Los que viven en la oscuridad son refractarios a ver la luz.
Hace unos años, Philip K. Dick escribió: “la realidad es aquello que no desaparece aunque dejes de creerlo”. Pero, ¿cómo podemos estar seguros de que lo que observamos es la realidad? Después de todo, mucho de lo que experimentamos es producto de nuestra percepción y está mediado por nuestras experiencias internas.
Hace unos 2.400 años, Platón propuso el mismo dilema y trató de explicarlo a través del mito de la cueva, que se ha convertido en una parábola muy interesante sobre el significado de la vida en sociedad y la naturaleza de la realidad. Lo describió en el Libro VII de la República, en el que imaginaba una sociedad ideal.
Platón nos dice que un grupo de hombres fueron condenados al nacer a permanecer encadenados en las profundidades de una cueva. Nunca lograron salir de allí, ni tuvieron la capacidad de mirar atrás y comprender el origen de las cadenas o ver lo que pasaba detrás de ellos, fuera de la cueva.
Por lo tanto, solo miraron las paredes de la cueva. De vez en cuando, otras personas y animales pasaban frente a la entrada de la cueva. Los hombres encadenados solo podían ver sus sombras y escuchar los ecos, que se proyectaban en las paredes de la cueva.
Los presos percibieron estas sombras y les dieron nombres, creyendo que percibían cosas reales, ya que no eran conscientes de que solo eran proyecciones de la realidad. Sin embargo, un día, uno de los prisioneros es liberado. Este sale a la luz, pero el sol lo ciega, descubre que todo a su alrededor es caótico ya que no puede darle sentido.
Cuando le explican que las cosas que ve son reales y que las sombras son solo reflejos, no puede creerlo. Finalmente se adapta y decide regresar a la cueva para contarle al resto de los prisioneros su fantástico descubrimiento.
Sin embargo, acostumbrado a la luz del sol, sus ojos ahora tienen dificultades para distinguir sombras en la oscuridad, por lo que el resto de los hombres encadenados creen que el viaje al exterior lo volvió estúpido y ciego. Por eso, no le creen y se oponen a que los liberen, recurriendo incluso a la violencia.
Este divertido video resume el mito de la cueva de Platón.
Lecciones fundamentales que podemos aplicar a nuestra vida
No creas que eres inmune al engaño y la mentira
Muchas personas pueden beneficiarse de mantener a otros en una situación de engaño y mentira, como prisioneros encadenados en la cueva. Y no se trata solo de la clase política o del poder financiero, sino también de gente sencilla que se comporta como manipuladores. De hecho, gaslighting es un ejemplo perfecto de cómo alguien puede manipular la realidad para lograr sus objetivos.
Creemos que somos inmunes a los engaños y las mentiras, porque somos más inteligentes o tenemos más experiencia, y eso significa que esta posibilidad no nos molesta, por lo que les estamos dando una ventaja en su juego de sombras. En cambio, debemos cuestionarnos continuamente las cosas, incluso las que siempre hemos dado por sentadas, porque siempre hay una forma mejor, más conveniente o simplemente diferente de hacer y entender todo.
No te pierdas los rayos de luz
En cierto modo, una parte de nosotros somos esos prisioneros encadenados en la cueva. Una parte de nosotros se siente cómoda con los estereotipos y creencias familiares, con tradiciones que nos hacen sentir seguros. Cuando vemos un rayo de luz que nos obliga a analizar estas cosas desde otra perspectiva, tenemos miedo y podemos comportarnos como prisioneros, negando la nueva realidad.
Es cierto que los cambios de paradigma pueden generar miedo, porque nos quitan los puntos de referencia y nos hacen cuestionar algunas de las creencias que siempre hemos considerado verdades absolutas, pero si de verdad queremos crecer no debemos aferrarnos a ninguna forma absoluta de ver. el mundo, debemos abrirnos al flujo de nuevas ideas y perspectivas.
Liberarse es difícil
Liberarse de las cadenas, cuando siguen uniendo a otros, suele ser un proceso emocionalmente complejo. No es fácil rebelarse cuando existe una dinámica social establecida de la que formamos parte desde hace mucho tiempo.
Las revoluciones, tanto sociales como personales, siempre involucran emociones contradictorias y requieren concesiones. Durante el "proceso de liberación" no solo tendremos que tratar con personas que son importantes para nosotros que prefieren permanecer encadenadas en la cueva, sino que también tendremos que liberarnos de las creencias que hasta entonces formaban parte del núcleo de nuestra personalidad. Y esto puede generar malestar y angustia. Hay quienes piensan que los sacrificios no valen la pena y prefieren permanecer "encadenados", en sentido metafórico. Sin embargo, tú tomas la decisión que tomas, lo importante es que has tenido la oportunidad de decidir por ti mismo.
La ignorancia es cómoda
Alan Watts dijo que "la mayoría de las personas no solo se sienten cómodas con su ignorancia, sino que son hostiles a cualquiera que se lo señale". Es la misma idea que intentó transmitir Platón con su mito, de hecho, no debemos olvidar que algunas de sus ideas fueron consideradas demasiado peligrosas para el statu quo de la época y le ocasionaron más de un problema.
A veces pasamos por alto este detalle, por lo que intentamos iluminar a las personas con nuestro conocimiento, pero esas personas no están listas para asimilar la nueva perspectiva. Las puertas de la mente no pueden abrirse de par en par en un instante cuando han estado cerradas durante un largo período de tiempo, porque incluso podríamos exponernos a una reacción violenta. La solución no es darse por vencido, sino ir abriendo pequeños huecos poco a poco.
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