¿Qué sucede cuando nuestra forma de pensar o actuar nos convierte en nuestro peor enemigo? Descubrámoslo juntos en este artículo.
Última actualización: 12 agosto 2020
No hay duda, vivir plenamente y hacer realidad tus deseos en el camino de la "presunta" felicidad no es tarea fácil. En realidad, se trata de un viaje cuyo desenlace es absolutamente incierto y durante el cual a veces nos convertimos en nuestro peor enemigo.
Puede haber condiciones externas adversas: económicas, profesionales, de vivienda, etc. Por otro lado, algunas condiciones personales pueden actuar como obstáculos, como el padecimiento de una enfermedad, la pérdida de un ser querido o la frustración de expectativas que, en un momento determinado, ya no se es capaz de responder.
Todo ello sin olvidar que siempre existe una competencia, más o menos evidente, con otras personas dispuestas a luchar por conseguir los mismos objetivos. por supuesto harán todo para poner un rayo en la rueda. Pero podríamos hacerlo nosotros mismos, nuestro peor enemigo...
Personas que lo tienen todo pero son infelices.
Algunas personas afortunadas que viven en un ambiente de apoyo y que aparentemente tienen que superar algunas dificultades para conseguir lo que quieren, se sienten infelices. Pero si no hay obstáculos, si todo va sobre ruedas y su vida es cómoda cuesta abajo, ¿Cuál es la causa de esta infelicidad? ¿Qué desencadena esta constante insatisfacción?
Muchas veces se trata de barreras invisibles para los demás, creadas y engrosadas por la persona. Nosotros también podemos convertirnos en nuestro peor enemigo si nos juzgamos mal y construimos límites mentales o reforzamos actitudes negativas hacia las metas que nos proponemos alcanzar. Una especie de lastre autoimpuesto del que pagaremos las consecuencias. Y en todos los ámbitos de la vida.
A menudo esto sucede porque falta el amor propio, es decir, el amor por nosotros mismos. La autoestima se derrumba bajo los golpes de este extraño juego psicológico que nada tiene que ver con el egoísmo. No significa pensar: “Soy superior a todos ya todo”, al contrario: “Merezco el mismo trato y la misma comprensión que reconozco en los demás”.
La importancia de juzgarte a ti mismo objetivamente
Amarte a ti mismo significa reconocer tu propio valor y considerarte tan importante como los demás. Para muchas personas no es fácil, porque no saben juzgarse objetivamente.
A menudo hay una tendencia a exagerar las virtudes de los demás., perdonándoles los defectos o justificando sus malas conductas. Al contrario, uno se vuelve tremendamente injusto consigo mismo, exigente y hasta cruel. Si te reconoces en esta forma de pensar, ¡sabes que eres tu peor enemigo!
Este comportamiento puede producir una profunda amargura que conduce a la depresión y al comportamiento neurótico. Debemos aprender a evaluarnos objetivamente y no compararnos con los demás. Solo así sacaremos de nuestra mente a nuestro peor enemigo.
Ser nuestro propio peor enemigo puede provenir de la educación.
Generalmente esta forma de ser y sentir es el resultado de la educación y de una maduración particular. El niño es, por naturaleza, egocéntrico. Todavía no tiene conciencia social y piensa que todo lo que le rodea le pertenece y le concierne.
Esta idea se ve corroborada por el hecho de que suele ser puesto en el centro de atención: por padres, abuelos, primos mayores... Más tarde, a través de la educación y el contacto con otros niños, descubre que hay muchas otras personas a su alrededor. a él. Resulta que estos otros individuos también merecen respeto y consideración.
Pero si este equilibrio falla, lo más probable es que como adulto no pueda juzgarse a sí mismo ni a los demás objetivamente. En la comparación con amigos y compañeros, anulará sus propios méritos y cualidades para no faltarles el respeto y movido por una humildad excesiva, muy rígida y probablemente favorecida por creencias morales y religiosas.
O, de lo contrario, para evitar remordimientos y sentimientos de culpa, juzgará negativamente a los demás, pero favoreciendo una actitud interior que nunca está verdaderamente satisfecha.
Cómo dejar de ser nuestro peor enemigo
Para derrotar a nuestro peor enemigo, el primer paso es darse cuenta del problema. Necesitamos observar nuestro comportamiento diario y la dinámica de nuestros pensamientos. Descubriremos así que, varias veces al día, nos privamos de pequeñas satisfacciones pensando, erróneamente, que no nos pertenecen ni las merecemos.
Comencemos aquí, reconociendo nuestras habilidades e los pequeños resultados obtenidos cada día gracias a nuestros esfuerzos. Quizás, sin darnos cuenta, algún día seamos capaces de canalizar esa satisfacción transformándola en la motivación que por ahora nos falta, pero que nos permitirá lograr lo que queremos (y merecemos).