Ser positivo ayuda, pero en algunas circunstancias es mejor dar espacio a un enfoque mental diferente. Una actitud que nos permita aceptar la incertidumbre y el hecho de que la realidad no siempre es tan gratificante como esperamos sea más útil.
Escrito y verificado por el psicólogo. ObtenerCrecimientoPersonal.
Última actualización: 15 2021 noviembre
Es posible que te hayas dado cuenta de que el pensamiento positivo no siempre funciona y que mantener una actitud esperanzada no garantiza la realización de las propias expectativas. A veces, dicen los expertos, es mejor adoptar un "pesimismo suave" para ayudarnos a comprender que la vida no siempre está a nuestro favor.
Esto no es necesariamente malo. La mente se acostumbra con el tiempo a una polaridad extrema que nos lleva a etiquetar los eventos como buenos o malos. Sin embargo, debe entenderse que además del blanco y negro también hay gris. y que en este color todavía hay un hilo de luz, ese que nos separa de la oscuridad total.
Vivimos en un presente y en un contexto donde la incertidumbre es constante y el miedo se ha convertido en el compañero de cuarto que vive en nuestra mente. Quizás, ha llegado el momento de adoptar otra perspectiva, aquella en la que, sin renunciar al positivismo y la esperanza, nos permite navegar de manera más efectiva los desafíos actuales.
¿Por qué el pensamiento positivo no siempre es suficiente?
El pensamiento positivo tiene defensores apasionados y ávidos oponentes. No hay término medio. A la corriente psicológica popularizada por figuras como Martin Seligman o Mihály Csíkszentmihályi en la década de 90, se oponen voces críticas como la de la psicóloga Julie K. Norem, profesora de psicología en la Universidad de Wellesley.
En su ensayo El poder positivo del pensamiento negativo, publicado en 2001, Julie Norem argumenta que en nuestra cultura se ha arraigado una visión muy infantil del concepto de positividad. Las lecciones de Seligman se han simplificado hasta el punto de convertirlas en una moda pasajera, eso de asumir que todo irá bien si miras el lado bueno de la vida.
Según la psicóloga Julie Norem, hemos llegado al extremo de pensar que si tenemos un problema o no podemos ver "la luz al final del túnel" significa que depende de nosotros.
Déjame ser claro: hay momentos en los que simplemente no puedes ver el lado bueno de la vida. Y que esto suceda no solo es comprensible, sino también predecible. Como señaló Viktor Frankl, ante situaciones inusuales es normal reaccionar de manera inusual. Debemos entender, por tanto, que el pensamiento positivo no siempre funciona, y por varias razones. Analicémoslos.
Pensar en positivo puede hacernos menos capaces de lidiar con un resultado negativo
Repetir como mantra "todo estará bien" podría ser contraproducente. Una actitud orientada al éxito y que no tiene en cuenta otras posibilidades es peligrosa. Y si las cosas no salen como esperamos, nos sentiremos desconcertados, emocional y psicológicamente.
Lo mejor que se puede hacer en estas situaciones es mantener una actitud realista:: “Espero que las cosas salgan bien, pero si salen mal, me enfrentaré a cualquier desenlace. Lo aceptaré y aplicaré estrategias de afrontamiento adecuadas”.
El pensamiento positivo puede hacer que seamos pasivos
Julie K. Norem explica en su libro que conviene adoptar una perspectiva algo pesimista de la realidad. Se trata de tener en cuenta todas las posibilidades y decirnos a nosotros mismos "lo que deseo y espero puede suceder, pero también existe la posibilidad de que no suceda. ¿Qué haré, entonces, en ese caso?”.
Debemos trabajar duro y con la máxima eficacia para evitar un resultado negativo. Si tenemos demasiada confianza y asumimos que todo saldrá bien, corremos el riesgo de adoptar una actitud pasiva, y esto puede ser arriesgado.
Cuando estamos ansiosos y estresados, el pensamiento positivo no siempre funciona
La mente ansiosa es incapaz de ver el lado bueno de la vida.. El pensamiento positivo no siempre es efectivo si nos sentimos preocupados, estresados y emocionalmente inestables. Son esas situaciones en las que por mucho que nos repitan “mantén el ánimo, todo saldrá bien” no sirve de nada, no ayuda y ni nos lo creemos.
En este contexto, resultan interesantes abordajes como el que ofrece la terapia de aceptación y compromiso. En este caso específico, puede ayudar entender que la vida no es fácil, que es permisible cometer errores, fallar o perder la esperanza a veces.
Sin embargo, no podemos perder de vista el compromiso adquirido con nosotros; la de no dejarnos hundir y cuidarnos.
Los extremismos no son buenos: ni el pensamiento positivo ingenuo ni el pesimismo crónico
Pensar en positivo no siempre es suficiente, porque la vida es impredecible. Y también porque nos lleva a manejar mal la adversidad, la frustración, el miedo y el sufrimiento.
La vida es un caleidoscopio de experiencias: a veces buenas, a veces malas, en otros casos simplemente normales. Debemos aprender a navegar a la vista, en días tranquilos y noches tormentosas.
Entonces, ¿es mejor ser pesimista? En absoluto, y mucho menos aconsejable adoptar una actitud ingenuamente confiada, de esas para las que basta desear mucho para que algo suceda. Vivimos un presente complicado y ahora nos hemos dado cuenta de que esta fórmula no funciona. Los extremos nunca son positivos.
Tenemos que ser realistas; debemos entrenarnos para manejar los desafíos diarios, aprender a soportar eventos inesperados e incluso eventos dolorosos. Esto no significa, sin embargo, perder la esperanza. Hacerlo es una necesidad esencial. Confiar en que vendrán tiempos mejores y que aprenderemos a gestionar las dificultades es siempre la mejor estrategia.