El término "límites" es en sí mismo negativo. El mundo que nos rodea nos dice que no tenemos que poner límites. Que los límites se encuentran solo en nuestra mente, y que podemos conseguir lo que queramos.
Sin embargo, este discurso tiene dos debilidades. Primero, los límites no están exclusivamente en nuestra mente y, segundo, es importante de vez en cuando poner límites, para protegernos. Si no lo hacemos, corremos el riesgo de sufrir la fatiga del "yo" al que se refiere el filósofo Byung-Chul Han.
El esfuerzo excesivo provoca un infarto del alma.
Los límites no son más que un conjunto de reglas o pautas con las que nos comprometemos a no ir más allá de lo que sería razonable o conveniente. El principal riesgo de no poner límites en una sociedad que constantemente nos empuja a ir más allá es convertirnos en víctima y verdugo de nosotros mismos.
“En esta sociedad de obligaciones, todos traen consigo su propio campo de trabajos forzados”, escribe Han, refiriéndose a nuestra tendencia a preguntarnos cada vez más, en busca de la máxima productividad y éxito, mientras que el silencio y el descanso se convierten en lujos que rechazamos. sumergiéndonos en una actividad febril.
Pero "lo que duele no es el exceso de responsabilidad e iniciativa, es el imperativo de la actuación", explica el filósofo. Querer mejorar y aspirar a prosperar es bueno. El problema surge cuando nos esforzamos cada vez más sin darnos un respiro, sin poner límites saludables, obligándonos a dar siempre un paso más allá, aunque no tengamos una razón clara para el esfuerzo. El problema es no saber distinguir entre exceso y exceso de demanda.
Esta situación nos lleva a un "cansancio fundamental", que no es un simple agotamiento físico sino un cansancio del alma. Este ataque de nervios, el "no poder hacerlo más" termina generando frustración que muchas veces conduce a una autocrítica destructiva. Nos sentimos fracasados. En consecuencia, la falta de límites que, en teoría, deberían ayudarnos a crecer, termina condenándonos a una insatisfacción vital.
Los límites como expresión de amor y respeto por uno mismo
Los límites saludables, en cambio, evitarán que nos exijamos demasiado al hacernos colapsar bajo el peso de obligaciones y compromisos que no podemos cumplir. Evitarán que el trabajo se apodere de nuestra vida. Nos permiten asumir la responsabilidad y decir "no" cuando no queremos algo y "sí" cuando lo queremos o lo necesitamos. Decir 'hemos llegado' porque no necesitamos o no queremos ir más lejos. Los límites saludables son, en última instancia, un acto de empoderamiento.
Nietzsche explicó que el poder de no hacer, en términos de decir "no", se diferencia del mero desamparo o incapacidad para hacer algo porque es una decisión personal, consciente y reflexiva que surge del autoconocimiento. No es un "no poder", es un "no querer".
Estos límites nos permiten darle una estructura más equilibrada, saludable y satisfactoria a nuestra vida. Por tanto, se convierten en una especie de barrera protectora que indica el límite entre lo que nos conviene y lo que no. Estos límites nos permiten tener claro la línea que no debemos cruzar.
Este tipo de límites que nos ponemos no son negativos, al contrario, son un acto de amor y respeto. Indican que no debemos correr tras ningún imperativo social porque tenemos claros nuestros objetivos. Estos límites, por lo tanto, nos mantienen más seguros y saludables e incluso pueden permitirnos disfrutar más de la vida al adoptar una actitud más relajada y consciente.
Los 3 pasos para establecer límites
1. Identificar las áreas de nuestra vida que necesitan más estructura o limitaciones. Por lo general, estas son áreas de conflicto que se han expandido tanto que no dejan mucho espacio para otras áreas importantes de nuestra vida. También pueden ser áreas que se han convertido en una fuente constante de problemas, conflictos y tensiones. Trabajo, una relación, nuestra salud física y / o emocional o incluso el uso de un teléfono móvil.
2. Establecer límites que reflejen nuestras metas y valores. Los límites deben ayudarnos a vivir mejor y con más plenitud, por lo que deben estar en sintonía con nuestros valores y las metas que queremos alcanzar. Los límites son una herramienta más para mantenernos en el camino que queremos seguir al evitar que las fuerzas sociales se desvíen del camino.
3. Aplique la responsabilidad compasiva. Es contraproducente esperar la perfección o castigarnos siempre que no respetamos un límite que nos hemos marcado. El objetivo de este tipo de límites es sentirnos mejor y cuidarnos, por lo que debemos recordar ser amables con nosotros mismos. Ser demasiado severo o poco realista solo conducirá a la frustración, la culpa y la desesperación. Si superamos uno de nuestros límites, debemos tratar de entender por qué y hacer un plan para mejorar o quizás reajustar ese límite.