¿Por qué tomamos malas decisiones, aunque sabemos qué es lo mejor?

¿Por qué tomamos malas decisiones, aunque sabemos qué es lo mejor?

En la vida, a veces tomamos buenas decisiones y otras veces cometemos errores. Hay múltiples razones por las que tomamos malas decisiones, desde estar demasiado involucrados emocionalmente hasta no tener toda la información relevante. Pero no siempre podemos culpar a las emociones o la falta de información. Aunque nos cueste admitirlo, muchas veces tomamos malas decisiones, aunque sepamos lo que es mejor, por simple pereza cognitiva.

Por ejemplo, es probable que tome la misma ruta todos los días para ir de casa al trabajo, que suele ser la más corta o la menos concurrida. Pero imagina que ayer hubo un accidente en la carretera que tomas habitualmente, así que tomaste otra ruta y evitaste el caos y el tráfico. Al día siguiente, ¿volverías a tu camino habitual o elegirías el nuevo camino que te funcionó tan bien ayer?



La mayoría de las personas eligen el nuevo camino, aunque son conscientes de que el antiguo es mejor y solo han tenido un problema una vez.

Este pequeño "experimento" de laboratorio muestra que la toma de decisiones es un proceso complejo que no siempre nos lleva a tomar decisiones lógicas. Muchas veces preferimos elegir basándonos en nuestras intuiciones y cosas que funcionaron bien la última vez en lugar de optar por soluciones efectivas que hemos probado a lo largo del tiempo.

Cuando saber lo que funciona no es suficiente

Investigadores de la Universidad Estatal de Ohio han descubierto que generalmente no tomamos la mejor decisión, incluso si lo sabemos, porque preferimos elegir el camino que apunta nuestra intuición o apostar por cosas que funcionaron bien la última vez. Simplemente ignoramos la evidencia que nos dice qué ha funcionado mejor a lo largo del tiempo.

Cuando tenemos que tomar una decisión, no solo las más importantes sino también otras menos importantes, es como si nos encontráramos entre la espada y la pared, experimentamos un conflicto en el que debatimos entre hacer lo que sabemos que estadísticamente funciona y lo que ha funcionado mejor últimamente.



En el experimento en cuestión, los participantes estaban involucrados en un simple juego de computadora en el que tenían que darse cuenta de la existencia de patrones y explotarlos para ganar más dinero. Los investigadores monitorearon los movimientos del mouse de la computadora para ver si las personas podían detectar los patrones.

Los participantes repitieron el juego decenas de veces y entendieron los patrones. Sin embargo, los investigadores agregaron un truco: diseñaron el juego de tal manera que el esquema que condujo a la recompensa más alta no funcionó entre el 10 y el 40% del tiempo.

En este punto, la pregunta era: después de una de las pruebas en las que el esquema que conducía a la recompensa más alta no funcionaba, ¿qué harían los participantes? ¿Habrían seguido el patrón o habrían elegido otra posibilidad?

Los resultados mostraron que los participantes siguieron el plan que les dio la mejor oportunidad de éxito, el que siguió el modelo que funcionó al menos 6 de cada 10 veces, solo alrededor del 20% del tiempo.

De hecho, la gente no siguió el patrón incluso cuando era consistente. En esos casos, solo lo eligieron el 40% de las veces. En este punto, los investigadores se han preguntado por qué no elegimos la mejor estrategia con más frecuencia y tomamos malas decisiones que nos penalizan.

Víctimas de la pereza cognitiva

Cuando tenemos que tomar una decisión en un entorno complejo, podemos optar por dos estrategias diferentes: implementar un sistema rápido e intuitivo basado en el fortalecimiento de las acciones premiadas, o aplicar un sistema analítico que tenga en cuenta tanto nuestra experiencia como las características de el entorno.


El sistema de pensamiento analítico nos lleva a tomar mejores decisiones porque combina tanto nuestras experiencias pasadas como nuevas demandas, teniendo en cuenta las probabilidades y lo que ha funcionado mejor a lo largo del tiempo. Sin embargo, este sistema también requiere mucha energía en términos de tiempo y recursos cognitivos. Por eso preferimos elegir la forma más fácil y rápida, aunque no nos lleve a tomar la mejor decisión.



Además, los beneficios de seguir la mejor estrategia no siempre son obvios, lo que puede disuadirnos de gastar mucha energía mental. De hecho, la pereza cognitiva aumenta cuando nos resulta difícil juzgar si hemos tomado una buena o mala decisión basándonos únicamente en el resultado. En la vida, podemos tomar una buena decisión y simplemente tener mala suerte y obtener un mal resultado. O podemos tomar una mala decisión y tener suerte y obtener un buen resultado.

En este tipo de situaciones, es más probable que dejemos de ser "disciplinados" y nos volvamos cognitivamente perezosos, optando por la decisión que nos ha recompensado recientemente, aunque no sea la mejor.

La buena noticia es que normalmente sabemos qué funciona mejor, solo tenemos que detenernos y pensar un poco para aplicar ese conocimiento y tomar la mejor decisión. Simplemente aplique un pensamiento más analítico y pregúntese si las estrategias que funcionaron en el pasado se pueden aplicar a la nueva situación.


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