El concepto de metacognición es complejo y se ha incluido recientemente en psicología. En concreto, los primeros estudios serios relacionados con la misma datan de la década de los 70 del siglo pasado y se centraron en examinar los procesos que, a nivel inconsciente, sitúan
Básicamente, muy buenos estudiantes cuando estudian o se enfrentan a problemas.
Actualmente, todos los psicólogos reconocen la importancia de este constructo pero pocos coinciden en ofrecer una única respuesta a la pregunta: ¿qué es la metacognición? Por ello, en la literatura es posible encontrar diferentes conceptos de metacognición.
Desde los más simples, como: “La metacognición es un concepto amplio que engloba el control consciente de procesos cognitivos como la atención, la memoria y la comprensión” (Ríos, 1991). A definiciones más complejas, tales como: “La metacognición es el conocimiento y regulación de nuestras propias cogniciones y nuestros procesos mentales tales como: percepción, atención, memorización, lectura, escritura, comprensión, comunicación; qué son, cómo se fabrican, cuándo se utiliza uno u otro, qué factores ayudan o interfieren en su funcionamiento. Quizás sería mejor llamarlo conocimiento autorreflexivo ”(Burón, 1996).
En resumen, se puede decir que la metacognición en psicología indica un cierto nivel de conocimiento de la forma en que se desarrollan nuestros procesos cognitivos (memoria, atención, percepción y pensamiento). Sin embargo, la metacognición va un poco más allá ya que implica
también la capacidad de controlar estos procesos y también de evaluarlos así como de afectarlos para mejorar nuestro desempeño.
En este sentido, uno de los aspectos más interesantes de la metacognición en psicología se refiere al conocimiento que tenemos de nuestros recursos psicológicos. Por tanto, se hace referencia a tres
diferentes tipos de conciencia metacognitiva: conocimiento declarativo (conocimiento relacionado con las cosas), conocimiento procedimental (conocimiento de cómo se hacen las cosas) y conocimiento condicional (relacionado con el por qué y cuándo).
El conocimiento declarativo incluye conocernos a nosotros mismos y los factores que inciden en nuestra forma de actuar y aprender cuando realizamos diversas actividades (relacionadas con el aprendizaje escolar o cualquier otro tipo de aprendizaje).
El conocimiento procedimental se refiere al conocimiento relacionado con cómo realizar estas tareas. Las personas con conocimientos procedimentales utilizan sus habilidades de forma automática, secuencian las estrategias de forma más eficaz y las utilizan cualitativamente de diferentes formas, tanto para resolver problemas como para realizar cualquier otro tipo de negocio.
El conocimiento condicional se refiere a saber cuándo y por qué aplicar diferentes acciones cognitivas y podría definirse como conocer la utilidad de los procesos cognitivos.
Evidentemente, en algunos casos tenemos conocimiento declarativo o procedimental pero no llegamos a obtener conocimiento condicional, que es uno de los niveles de metacognición más difíciles de alcanzar.
En la vida práctica, tener un alto nivel de metacognición no solo nos ayuda a resolver las tareas de manera adecuada sino que también nos permite obtener soluciones en menos tiempo y con menos esfuerzo por la simple razón de que si somos capaces de monitorear nuestro proceso de resolución de problemas, puede cambiar fácilmente los errores y tomar otro camino más productivo.
Aunque las personas adultas suelen ser más metacognitivas que los niños, esto no significa que hayamos desarrollado nuestro máximo potencial, ya que lamentablemente la escuela
contemporáneo se centra muy poco en la enseñanza de estrategias metacognitivas.