Todos somos protagonistas de la película de nuestra vida, pero no debemos caer en el error de pensar que el mundo es un simple fondo, un escenario que debe cambiar según nuestros deseos y necesidades. Este pensamiento, aunque tentador y muy común, es la fuente de nuestras peores frustraciones, desilusiones e ira porque nos lleva a tener expectativas irreales. Debemos ser conscientes de que no vemos el mundo como es, sino como somos. Y también debemos ser conscientes de que todos tenemos, unos más y otros menos, un sesgo egocéntrico.
¿Qué es el sesgo egocéntrico?
En psicología, la tendencia a interpretar todo lo que nos pasa de forma personal, en función de la intensidad con la que nos afecta, se denomina "sesgo egocéntrico".
El sesgo egocéntrico nos ayuda a mantener una narrativa coherente de los acontecimientos de nuestra vida. Cuanto más personalizamos las experiencias, más relevantes son para nosotros y, por tanto, más fáciles de recordar. Estos recuerdos terminan convirtiéndose en la base de nuestra identidad. Entonces, de alguna manera, el sesgo egocéntrico sería el pegamento que nos permite unir las diferentes piezas de nuestra vida.
Sin embargo, debemos tener en cuenta que el sesgo egocéntrico no es más que una ilusión adaptativa. A menudo nos lleva a malinterpretar lo que está sucediendo, nos hace tomar las cosas demasiado en serio y desperdiciar una energía emocional preciosa que se consume en forma de frustración e ira.
¿Cómo funciona el sesgo egocéntrico?
Un estudio realizado en Tohoku Women's Junior College muestra cómo funciona el prejuicio egocéntrico. Los psicólogos pidieron a los participantes que calificaran una variedad de comportamientos propios y ajenos como correctos o incorrectos.
Curiosamente, la gente tendía a calificar el comportamiento de los demás como más injusto y sus comportamientos como más justos. Esto revela que tendemos a atribuirnos éxitos y comportamientos positivos a nosotros mismos y proyectamos fracasos y comportamientos negativos en los demás.
También revela que cuando emitimos juicios, somos muy parciales. No tenemos ningún problema en comprender nuestros motivos y convertirlos en excusas para nuestras decisiones y comportamientos, pero nos cuesta ponernos en el lugar de los demás.
Otro estudio muy interesante realizado en la Universidad de Shenzhen profundizó en los mecanismos del sesgo egocéntrico en el cerebro. Estos neurocientíficos demostraron que la activación del tálamo puede predecir cuán intenso será nuestro sesgo egocéntrico.
El tálamo está ubicado en lo profundo del cerebro y es un centro de integración sináptica donde ocurre un procesamiento inicial de señales sensoriales antes de que continúen su viaje hacia la corteza cerebral.
En la práctica, esta estructura es responsable de detectar señales insignificantes y de dirigir impulsos sensoriales importantes a áreas de la corteza somatosensorial y otras áreas del cerebro, determinando a su vez la intensidad e importancia de estos estímulos. Por tanto, el tálamo juega un papel clave a la hora de dirigir nuestra atención hacia los estímulos que consideramos relevantes.
Esto significa que, cuando somos víctimas del sesgo egocéntrico, favorecemos información y estímulos que en realidad no son tan importantes, solo porque creemos que están conectados a nosotros y nos afectan de alguna manera. Pero esa visión egocéntrica puede engañarnos, haciéndonos pasar por alto información que podría ser relevante, porque el tálamo la catalogaría como irrelevante o secundaria.
Pensar que todos nos miran
De hecho, una de las principales consecuencias del sesgo egocéntrico es creer que todo el mundo nos está mirando. Si vivimos como los protagonistas de la película, asumiremos casi automáticamente que todos nos están mirando. Entonces cometemos el error de pensar que, dado que somos el centro de nuestro universo, también somos el centro del universo de los demás.
En consecuencia, cuando nos relacionamos con los demás, pensamos menos en ellos y más en nosotros mismos. En determinadas circunstancias, esta actitud puede llegar a ser tan intensa que casi desemboca en un "comportamiento esquizofrénico", en el sentido de que dejamos de reaccionar ante lo que sucede para responder a las imágenes mentales que hemos construido. Es un comportamiento totalmente desadaptativo que no tiene en cuenta la realidad.
Un estudio desarrollado en la Universidad de Cornell, por ejemplo, mostró cómo funciona. Los psicólogos pidieron a los participantes que vistieran una camiseta con una imagen vergonzosa y se movieran con indiferencia por el campus universitario. Entonces tuvieron que estimar cuántas personas lo habían notado. Todos estimaron que llamaron mucho la atención, pero en la mayoría de los casos pasaron desapercibidos.
Este experimento nos muestra que cada persona está tan convencida de que es el centro de atención que se fija muy poco en los demás.
¿Cómo afecta el sesgo egocéntrico?
“Un inconsciente de gran tamaño siempre es egocéntrico. La conciencia no puede hacer nada más que preservar su existencia. No puede aprender del pasado, no puede comprender los eventos presentes y no puede proyectarse correctamente en el futuro ”, escribió Carl Gustav Jung.
Enfocarnos excesivamente en nosotros mismos, olvidar que somos parte del mundo y asumir nuestras opiniones como verdades absolutas e inmutables, es un signo de inmadurez e inseguridad que causa más daño que bien.
1. Evita que aprovechemos las diferencias para crecer. Este sesgo cognitivo nos lleva a confiar demasiado en nuestro punto de vista y forma de ver el mundo, pensando que son los únicos posibles. Esto nos lleva a ignorar a los demás y a subestimar sus opiniones, que en muchos casos pueden enriquecernos.
2. Agrega presión adicional. Tener un sesgo egocéntrico agrega aún más presión porque nos preocupamos demasiado por la imagen que proyectamos. Esa presión nos lleva a cometer más errores y nos irrita.
3. Nos aleja del mundo. Para relacionarse mejor y aprovechar lo que el mundo te ofrece, primero debes aprender a calmar tu ego. Estar demasiado concentrado en nosotros mismos nos impide ver las situaciones con claridad y lidiar con ellas de manera adaptativa.
¿Cómo superar el sesgo egocéntrico?
El primer paso para superar el sesgo egocéntrico es asumir que todos, en mayor o menor medida, lo padecemos. Nadie escapa a su influencia. Por tanto, debemos empezar preguntándonos hasta qué punto estamos reaccionando a la situación y hasta qué punto nos dejamos llevar por nuestros deseos, expectativas y / o emociones.
También es fundamental tomar una distancia psicológica de lo que nos sucede para reducir el efecto del sesgo egocéntrico. Existe una técnica muy interesante que consiste en imaginar que la mente contiene más de un "yo". Implica la separación, por ejemplo, del yo sufriente del yo remoto.
Es una especie de división que nos ayuda a mejorar nuestro estado de ánimo y a reaccionar mejor a los eventos, cambiando el foco de atención de adentro hacia afuera. A través de este ejercicio le damos oxígeno psicológico a nuestro “yo sufriente”, para que podamos ver la experiencia negativa con otros ojos, de una manera más realista y desapegada.
Otro paso para superar el sesgo egocéntrico es preocuparnos un poco menos por la imagen que proyectamos. Se trata de bajar un poco la guardia para poder relacionarnos con los demás de forma más auténtica. Esto generará automáticamente un efecto de reciprocidad emocional; es decir, los que nos rodean se relajarán y se abrirán, de modo que la atención que antes se prestaba a nosotros mismos se convierte en una especie de reflector, expansivo y compartido que nos permite conectarnos desde nuestra esencia.