Aceptar y renunciar: dos conceptos diferentes

Aceptar y renunciar: dos conceptos diferentes

La aceptación y la renuncia pueden parecer dos conceptos similares, pero no lo son. Sus significados tienen connotaciones muy diferentes: entenderlo puede ayudarnos a conocernos mejor.

Aceptar y renunciar: dos conceptos diferentes

Última actualización: 03 de febrero de 2021

Hay conceptos cuyos significados son tan similares que a menudo se confunden. La aceptación y la renuncia son un ejemplo, pero las diferencias entre los dos son sustanciales.. ¿Por qué los usamos indistintamente?


Ambas palabras indican la adopción de una nueva perspectiva en cuanto a la percepción de control sobre el medio ambiente. No se trata solo de aspectos prácticos, sino también de ideas, expectativas, esquemas mentales, etc.


Estas dos dimensiones alteran nuestras percepciones de lo que todavía está bajo nuestro control (o lo que podría ser) y lo que no lo es. Es precisamente esta percepción diferente la que distingue el acto de aceptarse y resignarse.

¿Por qué es importante distinguir entre aceptar y renunciar?

Distinguir entre aceptación y resignación no es sólo un ejercicio de estilo o semántica. Comprender el significado de estos dos conceptos nos permite identificar con mayor facilidad nuestra actitud o comportamiento ante aquellos acontecimientos de la vida que nos piden cambiar nuestra percepción de control sobre ellos.

En psicología, la diferencia se vuelve decisiva. En muchos casos, parte del proceso terapéutico pasa por un ejercicio de aceptación. Pero, ¿es posible que el paciente lo confunda con resignación? Sí, sucede a menudo.. Por lo general, de hecho, es necesario explicar la diferencia entre las dos actitudes: es parte de lo que llamamos psicoeducación.

Aceptar y resignarse: ¿cuáles son las diferencias?

Será

La primera diferencia se refiere a la voluntad. La aceptación es un proceso que se realiza, en gran medida, de manera consciente. La intervención terapéutica ayuda a aumentar el grado de conciencia de la naturaleza del problema, incluso antes de trabajar en la aceptación.



La resignación, por otro lado, no es una meta de la terapia; sucede inconscientemente y causa malestar. A veces las circunstancias nos llevan a tirar la toalla sin que nos demos cuenta.

Papel

En los procesos de aceptación y renuncia, nuestro rol cambia. En el primer caso adoptamos un rol activo, en el segundo pasivo. Cuando aceptamos, iniciamos un proceso de toma de decisiones encaminado al cambio. que afecta a nuestro estado emocional.

Cuando nos resignamos, confiamos la responsabilidad de la perspectiva diferente a factores externos, circunstanciales. La resignación suele implicar un papel pasivo en el cambio.

Intención

Aunque tiene su propia lógica evolutiva, la resignación no nos lleva a sufrir menos. Sin embargo, cuando aceptamos, nuestro objetivo es reducir el sufrimiento. 

Juicio

Aceptar la realidad es un resultado que se logra cuando dejamos de juzgar. La aceptación no tiene por qué asignarnos un rol determinado (por ejemplo el de la víctima). Suspender el juicio es la parte más difícil del proceso.

Sin embargo, cuando nos resignamos, tendemos a convertirnos en nuestro juez más severo. Decidimos si lo que nos está pasando está más o menos bien, si el cambio es más o menos adecuado.

Aceptar y renunciar como parte de nuestra vida

El deporte forma parte de la vida y muchas veces es incluso un reflejo de ella. El deporte nos permite vivir experiencias significativas y contextualizadas como la derrota, la pérdida, el éxito, la frustración o la euforia. Esta representación de la vida nos muestra claramente la diferencia entre las dos dimensiones.


Imagina jugar un deporte de equipo, como el fútbol o el baloncesto. Estás en medio de un partido y, ya sea por el tiempo que resta o por los demasiados goles o puntos sufridos, sabes que será imposible dar la vuelta al resultado final. Imagina que lo que está en juego es importante (es la final de un torneo, el partido decisivo que te lleva al campeonato nacional).


En esta situación, el ejercicio de la aceptación pasa por la decisión de seguir jugando con igual ímpetu, con ganas de marcar un gol o hacer una canasta. Es una cuestión de dignidad, de espíritu deportivo, de respeto por el equipo o por uno mismo.

Resignarse, en cambio, conduce a un resultado diferente: jugar sin convicción, tener una actitud indiferente o poco concentrada.


La aceptación no es un ejercicio fácil, pero la vida nos prepara para practicarlo. Una persona con una enfermedad crónica, por ejemplo, tendrá que recorrer un necesario camino de aceptación, aunque no siempre será regular o estable. La aceptación en sí está sujeta a altibajos.

Distinguir la aceptación de la resignación es un ejercicio interesante porque, como cualquier otro, lo hacemos más fácilmente con el tiempo. Y este aprendizaje está íntimamente relacionado con nuestra felicidad.

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