Eventos inesperados de última hora, compromisos diarios, tensiones, frustraciones, tristeza, enfado y sensación de impotencia… Somos un caleidoscopio de emociones. Sin embargo, gota a gota, el "jarrón de las emociones" se va llenando. Cuando no nos aseguramos de vaciarlo, estos estados afectivos negativos pueden abrumarnos. De hecho, cuando nos sentimos a punto de estallar o estamos tan tensos que todo nos irrita, es probable que sea por agotamiento emocional.
Emociones encapsuladas, vidas insatisfechas
Cuando nos sentimos agotados y saturados mentalmente tenemos que parar, hacer una pausa en el camino para encontrar el equilibrio. Pero no siempre nos damos esta oportunidad. A menudo ignoramos los signos de fatiga y saturación emocional. Vamos un poco más lejos. Siempre un poco más. Hasta que hayamos llegado al borde del colapso, al borde de tocar fondo emocionalmente.
De hecho, el agotamiento emocional se produce cuando no nos damos la oportunidad de expresar nuestras preocupaciones, tensiones y estados afectivos negativos. Si guardamos toda esa angustia, frustración, rabia o tristeza dentro de nosotros, esas emociones seguirán creciendo, alimentándose unas de otras.
Las emociones reprimidas no desaparecen, se esconden en nuestro inconsciente y desde allí continúan ejerciendo su influencia, determinando nuestros comportamientos y nuestras decisiones. Como resultado de la tensión interna, nuestros nervios afloran y nos volvemos hiperreactivos. El más mínimo contratiempo nos molesta. El menor problema nos pone de mal humor. Empezamos a sentirnos cansados de todo y de todos porque la carga emocional que llevamos es demasiado pesada.
El agotamiento emocional no solo empeora nuestro estado de ánimo y nos vuelve más irritables, sino que también puede provocar un colapso mental real. Cuando las emociones toman el control, nos resulta difícil pensar con claridad. El caos emocional se traslada a la esfera cognitiva. Por eso, nos sentimos bloqueados mentalmente, nos cuesta prestar atención y concentrarnos, recordar cosas y resolver problemas.
Además, el agotamiento emocional también acaba por sobrecargar nuestro organismo. Los músculos, las articulaciones y los órganos vitales se ven afectados ya que son bombardeados constantemente con hormonas como el cortisol y la adrenalina. Por eso no es raro que las emociones reprimidas acaben manifestándose en el organismo a través de diversas dolencias y enfermedades.
Reconocer, aceptar y expresar emociones.
Vivimos en una sociedad que reprime profundamente todo lo que es natural e instintivo. Durante décadas, las emociones se han considerado un compañero de viaje no deseado que debemos dominar con la razón. Se ha transmitido la idea de que las emociones son un impedimento y desorientan nuestra "brújula interior", cuando en realidad ocurre lo contrario.
Las emociones no son nuestras enemigas, son señales profundas de nuestro ser que nos dicen que algo que nos gusta o no nos gusta, es bueno para nosotros o, por el contrario, nos perjudica. Las emociones son el punto de conexión de nuestro yo más profundo con el medio ambiente. Por tanto, negarlos es negarnos a nosotros mismos. Reprimirlos es reprimirnos a nosotros mismos.
“Lo que niegas se te somete. Todo lo que nos pasa, correctamente entendido, nos conduce a nosotros mismos ”, escribió Carl G. Jung. Entonces, en lugar de huir o reprimir las emociones, debemos volver a sintonizarnos con ellas. Debemos aprender a reconocer sus señales y comprender el mensaje que quieren transmitirnos.
Para hacer esto, necesitamos expresar nuestras emociones cuando nos lo soliciten. Si no les dejamos expresarse, acabarán acumulando y generando tensiones psicológicas innecesarias. En cambio, debemos integrarlos en nuestras vidas y devolverles el lugar que se merecen.
Para ello, nos puede ayudar hacer una lista de los problemas a los que nos enfrentamos en este momento y anotar las emociones y sentimientos que tenemos sobre cada una de nuestras preocupaciones u obligaciones. Esto nos ayudará a comprender nuestra realidad desde una perspectiva diferente. Nos permitirá alejarnos de la narrativa racional que tejemos -muchas veces recurriendo a mecanismos de defensa como la racionalización- para construir una visión más rica y compleja que provenga de nuestro yo más profundo.
No obsesionarse, la clave para evitar el agotamiento emocional
A primera vista puede parecer una contradicción de términos. Pero no lo es. Necesitamos saber cuándo es el momento de reconectarnos con nuestras emociones y cuándo estamos obsesionados con ellas. De hecho, el agotamiento emocional está estrechamente relacionado con la rumia.
Por ejemplo, se ha visto que la forma en que respondemos a los síntomas depresivos tempranos tiene una influencia decisiva en su duración e intensidad. En particular, las personas que se dejan llevar por su rumia, centrando su atención en sus síntomas o posibles causas y consecuencias, sufrirán los efectos de la depresión por más tiempo que aquellas que opten por distraerse.
La investigación ha demostrado que las personas con un estilo de respuesta reflexiva tienen más probabilidades de intensificar su estado de ánimo depresivo, lo que aumenta el riesgo de progresar a la depresión clínica. Además, la rumia aumenta la tendencia a hacer atribuciones negativas, alimenta el pesimismo y afecta nuestra capacidad para resolver problemas.
Esto no significa que debamos olvidarnos de las emociones, permitiendo que se acumulen, sino que no debemos quedar atrapados en su círculo vicioso. El manejo emocional implica un primer momento de atención al que debe seguir un segundo momento en el que soltamos esas emociones. Detener indefinidamente lo que estamos sintiendo puede terminar agravando ese dolor, rabia o tristeza. Es como llorar eternamente por la leche derramada, sintiendo lástima por nosotros mismos.
Por lo tanto, debemos asegurarnos de que una vez que recibamos el mensaje que ciertas emociones quieren transmitirnos, las dejamos ir. Ese "soltar" es fundamental para restablecer la mente y recuperar el equilibrio. Solo así evitaremos el agotamiento emocional que nos hace sentir mal.
También podemos aplicar otras formas de "descompresión emocional". Reír, por ejemplo, es una excelente manera de liberar emociones negativas, así como actividades artísticas en las que canalizar nuestras emociones. Estas actividades son pequeñas bocanadas de aire fresco que alivian nuestro bagaje emocional para descargar la carga y hacer la vida mucho más placentera.