Las emociones dan color a la vida. Sin ellos, la vida sería plana a nivel emocional, como les ocurre a quienes padecen anhedonia. Pero a veces tanto "color" puede acabar nublando nuestra visión, generando un estado similar al vértigo que nos impide pensar con claridad. Si las emociones nos abruman y se apoderan de nosotros, terminamos exhibiendo un comportamiento emocional que a veces puede rayar en lo irracional.
¿Qué es el comportamiento emocional?
De hecho, todas las conductas tienen una impronta emocional, en mayor o menor medida, ya que es prácticamente imposible deshacerse de las emociones. Cuando nos enfrentamos a una situación, casi de inmediato experimentamos un sentimiento de rechazo o atracción. Depende de los indicadores somáticos.
En la práctica, nuestro cerebro emocional está en permanente guardia para advertirnos de un posible peligro o, por el contrario, de situaciones que puedan darnos satisfacción y placer. Es un mecanismo que funciona por debajo del nivel de conciencia y, a menudo, desencadena esos sentimientos viscerales de repulsión o atracción que experimentamos pero que no podemos explicar.
Cuando la primera respuesta toma forma, surgen diferentes emociones. Este rechazo se puede traducir en rencor, disgusto u odio ya que la atracción se convierte en curiosidad, alegría o felicidad.
En este punto pueden suceder dos cosas: nos dejamos llevar por las emociones que estamos viviendo y reaccionamos con un comportamiento emocional e impulsivo, o reflexionamos y tratamos de mitigar el impacto de las emociones para comportarnos de una forma más reflexiva y racional.
De una forma u otra, las emociones están siempre presentes y nuestro éxito y bienestar psicológico dependen en gran medida de nuestra capacidad para reconocerlas, interpretarlas y gestionarlas.
El comportamiento emocional nos hace tomar decisiones extremas
Las emociones son como brújulas, nos permiten conectarnos con nuestro interior y nunca debemos ignorar su mensaje. Sin embargo, el comportamiento emocional también puede crearnos problemas.
Dejarnos llevar por la ira, por ejemplo, nos hará más propensos a culpar a una persona en particular en lugar de tomar la distancia psicológica necesaria y pensar más relajados. Un estudio realizado en la Universidad de Surrey mostró que la ira aumenta nuestra disposición a correr riesgos porque nos infunde confianza artificial al hacernos minimizar los peligros. Si estamos enojados, también seremos más propensos a actuar y menos abiertos al diálogo. No debemos olvidar que la ira es una emoción activadora que nos anima a apretar el gatillo, en un sentido metafórico y literal.
La felicidad, en cambio, tampoco es buena consejera, al contrario de lo que muchos podrían pensar. Las personas más felices tienden a valorar la extensión del mensaje y su atractivo más que su calidad o veracidad. En otras palabras: somos más crédulos y nuestra capacidad de reflexión disminuye. Cuando nos sentimos felices, también es más probable que asumamos riesgos y transigamos que no podemos satisfacer.
La tristeza, por ejemplo, emoción que solemos despreciar y nos gustaría evitar, puede ser útil en algunos casos porque estimula la reflexión sistemática y reflexiva que nos lleva a evaluar las diferentes opciones. Esto es algo positivo. Pero demasiada tristeza nos llevará a pensar demasiado, por lo que nos quedaremos estancados pensando en las diferentes opciones sin poder decidirnos.
Esto quiere decir que no existen emociones positivas ni negativas, todo depende de su intensidad y de lo adecuadas que sean en relación a la situación que estamos viviendo. Por lo tanto, en lugar de practicar el comportamiento emocional, debemos hacer una pausa por un momento para reflexionar sobre lo que realmente es mejor para nosotros.
Emociones: un mecanismo rudimentario y subjetivo
El principal problema de las emociones es que no son particularmente sofisticadas ni precisas, porque su verdadero propósito es decirnos rápidamente si una situación es peligrosa o si podemos mantener la calma. Para clasificar la situación, el cerebro emocional no se basa únicamente en lo que está sucediendo, en cuyo caso las emociones serían lógicas, sino que también toma en cuenta nuestras vivencias y expectativas, lo que significa que en ocasiones las emociones pueden engañarnos ya que no solo reflejan un reacción al medio pero incluimos nuestra subjetividad.
Por ejemplo, una persona que ha estado en un accidente de autobús puede tener miedo cada vez que ve uno, lo que la lleva a desarrollar un comportamiento de evitación emocional. Pero en realidad los autobuses no son ni más ni menos peligrosos que los coches. Los autobuses no representan ningún peligro para la mayoría de las personas, pero generan una respuesta de miedo y rechazo en quienes han sufrido un accidente debido a las conexiones emocionales creadas.
Las emociones desencadenan "programas de comportamiento emocional específicos", estilos de afrontamiento que hemos usado en el pasado y que estamos usando sin evaluar si son adecuados para la situación actual. Este es el peligro real de practicar el comportamiento emocional.
¿Cómo manejar el comportamiento emocional?
- Aprender a catalogar emociones. Sentirse irritado no es lo mismo que sentirse frustrado, feliz o eufórico. Etiquetar correctamente las emociones te ayudará a comprender su origen y a manejarlas mejor. Esta lista de emociones y sentimientos te permitirá descubrir la amplia gama de estados afectivos que existen.
- Acepta las emociones. No hay nada peor que huir de las emociones, evitarlas no las hará desaparecer, al contrario, se insinuarán en el inconsciente, desde donde desencadenarán conductas emocionales. Lo mejor que se puede hacer es aceptar su presencia, sin juzgarlos. En ese mismo momento, su influencia comenzará a desaparecer.
- piensa. Las emociones nos están enviando un mensaje, no debemos descuidarlo. Incluya las emociones como una variable más en la ecuación a la hora de tomar una decisión. Después de todo, la felicidad radica en hacer lo que nos motiva, inspira y atrae.