Polmonita
La neumonía es una enfermedad inflamatoria de los pulmones que afecta a los alvéolos pulmonares (estructuras anatómicas responsables del intercambio de gases).
La neumonía generalmente es causada por infecciones virales o bacterianas (especialmente Streptococcus pneumoniae); con menos frecuencia se debe a otros microorganismos, algunos medicamentos u otras afecciones.
Los signos y síntomas de la neumonía incluyen: tos, dolor de pecho, fiebre y dificultad para respirar.
El tratamiento de la neumonía se elige en función del agente causal reconocido con el diagnóstico. En caso de infección bacteriana, la terapia de élite es del tipo antibiótico.
La mortalidad por neumonía casi se anuló con la invención de la vacuna específica; sin embargo, cuando se presenta como complicación secundaria o comorbilidad, sigue siendo una enfermedad capaz de causar la muerte en el anciano.
Causas alimentarias de la neumonía
Hay neumonía transmitida por alimentos o "neumonía por aspiración".
Al contrario de lo que ocurre con la mayoría de las enfermedades infecciosas que incluyen la dieta como factor de riesgo, en la neumonía por aspiración los alimentos NO contienen una carga patógena mayor de lo normal; por el contrario, en algunos casos, la neumonía por aspiración NO implica la contaminación del tejido pulmonar.
En estas formas tan particulares de neumonía, también llamadas "aspiración", la dieta es responsable de la entrada de alimentos o material gástrico en el árbol bronquial (alimentos o contenido del estómago).
Dependiendo de la composición del material aspirado, pueden desarrollar:
- Neumonía infecciosa
- Neumonía química o cáustica
- Neumonía química o cáustica con superposición infecciosa.
La dieta puede provocar neumonía en los siguientes casos:
- Regurgitación de ácido durante el sueño o bajo condiciones de sedación (por ejemplo, anestesia, colapso por alcoholismo o uso de drogas, etc.)
- Complicaciones de la nutrición enteral o con la sonda nasogástrica
- Disfagia grave, causada por acalasia (una enfermedad de hipermotilidad del esófago de tipo neurológico)
- Reflujo gastroesofágico y regurgitación nocturna (enfermedad de hipomotilidad del esófago).
La terapia para la neumonía por aspiración se dedica en primer lugar a evitar el paso de alimentos o material gástrico al árbol pulmonar.
Si bien la regurgitación por sedación o la colocación incorrecta de la sonda son complicaciones que dependen del operador, la aspiración de alimentos causada por la disfagia se puede evitar mediante:
- Tratamiento farmacológico (bloqueadores de los canales de calcio) para la acalasia
- Tratamiento farmacológico para el reflujo gastroesofágico
- La dieta para el reflujo gastroesofágico.
Dieta para la neumonía
En el caso de la neumonía común, la pérdida de peso a menudo ocurre debido a una infección, luego a fiebre, deshidratación y falta de apetito.
En primer lugar, es fundamental que la dieta para la neumonía sea agradable y de fácil digestión, para que pueda contrarrestar la falta de apetito del paciente.
En presencia de fiebre y sudoración, especialmente si la ingesta de alimentos está comprometida, la dieta para la neumonía debe aportar abundantes cantidades de agua (tanto en alimentos como en bebidas).
En cuanto a la dieta destinada a pacientes con gripe o resfriado, incluso la de neumonía debe destacar el aporte de ciertos nutrientes: entre estos: vitamina C, vitamina D, zinc, isoflavonas, probióticos y prebióticos. Veámoslos uno a la vez.
- Vitamina C (ácido ascórbico): es la vitamina más implicada en la lucha contra las infecciones. Es un potente antioxidante y, en el mecanismo defensivo, interviene positivamente especialmente contra el contagio viral.
Los alimentos ricos en ácido ascórbico son de naturaleza vegetal, especialmente verduras y frutas: guindilla, pimiento, perejil, frutas cítricas, kiwi, manzanas, lechuga, brócoli, calabaza, etc.
NB. La vitamina C es termolábil, por lo que se degrada con la cocción. - Vitamina D (calciferol): también interviene en la lucha contra enfermedades infecciosas (virales, bacterianas y fúngicas).
Su deficiencia se correlaciona con una mayor susceptibilidad a infecciones del tracto respiratorio. Esta molécula se produce sobre todo en la piel, en presencia de los rayos UV; entre los alimentos, la vitamina D está más presente en los productos pesqueros y los huevos. - Zinc: en algunos tipos de infecciones virales, se ha demostrado que la suplementación con zinc ayuda a reducir el tiempo general de la enfermedad y la gravedad de los síntomas. Este mineral está presente de forma natural en alimentos de origen animal, especialmente: ostras, hígado, leche y carnes.
- Isoflavonas: antioxidantes vegetales propios de la soja, verduras y frutas. Combaten la acción de los radicales libres y apoyan al sistema inmunológico frente a determinadas infecciones (especialmente las virales).
- Probióticos y prebióticos: existe una correlación positiva entre el trofismo de la flora bacteriana intestinal y el funcionamiento del sistema inmunológico. Por este motivo, es aconsejable aumentar la proporción nutricional de probióticos (flora bacteriana fisiológica) y prebióticos (alimento para la flora bacteriana fisiológica). Desde un punto de vista práctico, es necesario: reducir los azúcares refinados, reducir las grasas hidrogenadas, aumentar la fibra y los alimentos integrales, y utilizar alimentos fermentados (ricos en lactobacilos, bifidobacterias y eubacterias).
Los alimentos fermentados más conocidos son: yogur, kéfir, suero de leche, kimchi, miso, pepinillos, chucrut, alimentos dietéticos y suplementos / medicamentos.
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