La trampa mortal de las expectativas
Todos tenemos expectativas, especialmente con respecto a las relaciones interpersonales. Los padres y las madres esperan que sus hijos sean considerados y respetuosos, las parejas esperan que su pareja los ame y les sea fiel, y los amigos esperan que los apoyemos en cada situación. A lo largo de los años, hemos construido una red de expectativas que hemos transmitido a otros. Y, por supuesto, también llevamos sobre nuestros hombros las expectativas de los demás; de hecho, a veces estamos tan involucrados en la red de expectativas que hemos construido que creemos que lo que pensamos, sentimos o hacemos es normal. Creemos que todos deberían actuar, en general, como nosotros, y si no lo hacen, los juzgan con dureza, se enojan o se sienten profundamente decepcionados. El principal problema de pensar que todos deberían actuar como nosotros es que terminamos frustrados cuando nos hacemos a nosotros mismos Me doy cuenta de que la realidad no se corresponde con nuestras expectativas. Por lo tanto, alimentar las expectativas es la forma más directa y rápida de sentirse infeliz.Las expectativas son como una apuesta que estamos seguros de ganar
Las expectativas no son más que suposiciones sobre el futuro, es como si estuviéramos apostando a que algo sucederá. Pero, como ocurre con los juegos de azar, siempre existe la posibilidad de que lo que deseamos no suceda. El problema es que nunca calculamos esta posibilidad, por lo que nos decepcionamos cuando descubrimos que hemos perdido la apuesta. Pero no podemos culpar a los demás por decepcionarnos, en cualquier caso, debemos culparnos a nosotros mismos por esperar demasiado de ellos. Por supuesto, no podemos deshacernos por completo de nuestras expectativas. Este no es el objetivo. De hecho, hay ciertas expectativas que son "comprensibles", como esperar que nuestros hijos nos respeten o que nuestra pareja se comprometa con la relación. Estas expectativas son, en cierto sentido, los pilares sobre los que se construyen relaciones saludables y positivas, pero hay momentos en que las expectativas son poco realistas, demasiado altas o sin ninguna base. En este caso, debemos aprender a minimizarlos ya que cuanto menos esperemos, más podremos encontrar y recibir. Esta idea tiene su fundamento en la filosofía budista, que se refiere a la "mente en espera" para indicar el sufrimiento autoinfligido que las personas se infligen a sí mismas cuando llenan su mente con ideas preconcebidas y expectativas poco realistas. A primera vista, esta idea puede parecer pesimista. pueden pensar que significa no esperar nada de la vida ni de las personas que nos rodean, pero en realidad consiste en asumir una actitud diametralmente opuesta. Cuando reducimos nuestras expectativas, pero nos mantenemos abiertos al mundo, sin anticiparnos a lo que sucederá y esperando y angustiados, aprendemos a disfrutar más del aquí y ahora. Minimizar nuestras expectativas básicamente significa dar la oportunidad. Al mundo y a las personas de sorprender. nosotros. Significa adoptar una actitud menos exigente y más abierta. A la larga también nos permitirá ser más felices y evitar las constantes decepciones y frustraciones.¿Cómo podemos dejar de esperar demasiado de los demás?
En lugar de esperar demasiado de los demás, sería más prudente esperar más de nosotros mismos. Las personas son muy complejas y en ocasiones actúan de manera impredecible, por lo que pueden decepcionarnos, de la misma manera que nosotros podemos decepcionarlos por mil motivos diferentes. Por eso, es recomendable tomar una actitud más abierta y reducir las expectativas, así ganaremos en paz y felicidad.1. Acepte que nadie es perfecto, ni siquiera usted. No es necesario asumir el papel de juez, nadie es perfecto y tiene la verdad absoluta. Acepte que todos somos personas que intentan hacer las cosas lo mejor que pueden y que los errores son parte del aprendizaje, pero a veces son dolorosos. No juzgues a los demás usando tu propio criterio, especialmente no antes de sentir empatía por ellos.
2. Respete la individualidad. Reducir las expectativas también significa respetar la identidad de los demás, dejándoles la libertad de actuar de acuerdo con sus valores y deseos. La gente no tiene que comportarse como tú, y mucho menos seguir tus reglas. Lo que es cierto para usted no tiene por qué serlo necesariamente para los demás. De hecho, cuando dejamos de esperar que las personas sean perfectas, comenzamos a apreciarlas por lo que realmente son.
3. Acepte que no siempre tiene que obtener algo a cambio. A menudo nos comportamos como si fuéramos acreedores, pensamos que porque hemos hecho algunos favores, otros están en deuda con nosotros. Sin embargo, si queremos portarnos bien, es mejor que lo hagamos porque nos gusta hacerlo y no porque esperemos recibir algo a cambio. De hecho, la verdadera felicidad no radica en recibir, sino en dar.
4. Asume que tu felicidad depende de ti. A veces, esperar algo de los demás significa responsabilizarlos de nuestra felicidad. Condicionamos nuestra felicidad en su comportamiento, por lo que nos volvemos dependientes de sus reacciones. Pero solo nosotros somos responsables de nuestra propia felicidad, así que asegúrese de que sus expectativas no sean una excusa para permanecer infeliz.
5. Concéntrese en la lección. Si en algún momento te has sentido mal porque tus expectativas no se han hecho realidad, aprovecha esta señal de advertencia para hacerte un examen de conciencia. ¿Fueron expectativas realistas? ¿Qué puedes aprender de esta situación? Aprovecha este "revés" para desarrollar resiliencia y una actitud que no deje lugar a las expectativas En cualquier caso, haz tuya esta frase de Denis Waitley: "Espera lo mejor, prepárate para lo peor y prepárate para sorprenderte".
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