Mucha gente tiene una percepción negativa de los límites personales. Creen que son restrictivos y no deberían existir. De hecho, los límites personales nos ayudan a mantener relaciones saludables y contribuyen a nuestro bienestar.
Sin fronteras, es poco probable que las relaciones prosperen y sean satisfactorias, por lo que dan paso a la decepción, el resentimiento y la frustración. Poder establecer distintos tipos de límites personales es fundamental para proteger nuestro espacio personal y construir nuestra identidad, que protegerá nuestra salud mental a largo plazo.
De hecho, un estudio realizado en la Universidad de Australia del Sur reveló que los profesionales de la salud activan los límites emocionales en la vida diaria, a menudo sin ser plenamente conscientes de ellos, para protegerse del dolor psicológico.
El problema, por tanto, no son las fronteras, sino las fronteras inadecuadas. Los límites no son ni positivos ni negativos per se. Todo depende de cómo los apliquemos.
Una persona que no pone límites a sus relaciones interpersonales puede parecer muy abierta y receptiva, pero también se expone a ser continuamente lastimada o explotada por otros. Por otro lado, una persona con límites extremadamente rígidos se apartará de las relaciones y es posible que no tenga una red de apoyo social que la apoye en los momentos más difíciles. La clave, como todo en la vida, es el equilibrio.
¿Qué son los límites personales?
Los límites personales son nuestras reglas que establecemos en las relaciones. Son una especie de línea o escudo imaginario que nos separa o nos protege de los demás cuando intentan minar nuestro equilibrio mental, de forma consciente o involuntaria.
Estas reglas están destinadas a señalar nuestras líneas rojas, las cosas que no estamos dispuestos a permitir o con las que no nos sentimos cómodos. Hay muchos ejemplos de límites personales saludables: no permitir la humillación, decidir qué hacer con nuestro tiempo libre, mantenernos fieles a nuestros valores o defender nuestra privacidad.
Los 3 tipos de límites personales
1. Límites rígidos
Este tipo de límite se caracteriza por reglas inflexibles que la persona aplica estrictamente, independientemente del contexto o de los derechos y necesidades de los demás. Estas personas piensan que sus valores, formas de pensar o necesidades son las únicas posibles y no dejan lugar a los demás, cerrándose al cambio.
De hecho, aquellos con límites rígidos evitan la intimidad con los demás y mantienen relaciones emocionalmente distantes. Establece una barrera emocional difícil de superar, por lo que suele tener pocos amigos. Es poco probable que estas personas pidan ayuda cuando tienen un problema porque prefieren guardárselo para sí mismos.
Son personas que defienden mucho su privacidad, hasta el punto de que pueden llegar a parecer fríos y distantes, incluso con sus parejas. De hecho, estos límites rígidos suelen ser el resultado de una actitud defensiva, ya que estas personas prefieren mantener a los demás a distancia para evitar un posible rechazo. Las fronteras son los muros emocionales detrás de los cuales se protegen.
2. Bordes porosos
La persona con límites porosos prácticamente no tiene límites emocionales o es extremadamente laxa. No guarda nada para sí mismo, no le cuesta contar los problemas más íntimos, incluso a extraños, por lo que muchas veces acaba exponiéndose innecesariamente.
También tiende a involucrarse demasiado en los problemas de otras personas, hasta el punto de desarrollar un síndrome de profunda empatía. Esta casi ausencia de fronteras también la hace más vulnerable a la manipulación emocional, por lo que suele ser una persona sujeta a abuso o falta de respeto. A menudo también se siente responsable de los problemas de los demás o culpable de los sentimientos de los demás.
De hecho, le cuesta decir “no” a las excesivas exigencias de los demás, por lo que acaba sobrecargándose de tareas y obligaciones que no le corresponden. En la base de los límites porosos hay una alta reactividad emocional y una profunda dependencia de la opinión de los demás. Temiendo el rechazo social, estas personas prefieren someterse y aflojar continuamente sus límites al permitir que otros impongan sus propias necesidades, deseos o puntos de vista.
3. Fronteras saludables
Las personas con límites personales saludables tienden a ser equilibradas. Tienen claros sus valores y saben en qué casos no están dispuestos a comprometerse, pero también son capaces de adaptarse a las circunstancias y, si es necesario, ampliar sus límites. Son conscientes de sus necesidades y deseos y son capaces de comunicarlos de forma asertiva. Significa que saben decir "no" cuando las peticiones son excesivas, sin sentirse culpables. Y también acepta un "no" como respuesta.
Este tipo de límite personal nos permite distinguir nuestras emociones, pensamientos y valores de los demás y nos ayuda a responsabilizarnos de ellos, pero al mismo tiempo nos impide asumir la culpa de otros que no nos corresponden.
Las personas con fronteras saludables establecen relaciones equilibradas en las que comparten información personal de manera adecuada. No ceden emocionalmente al primer cambio, pero tampoco construyen muros a medida que avanza la relación. Los límites saludables provienen de una fuerte autoestima y una gran confianza en las habilidades y valores personales. Esta confianza en uno mismo es lo que también le permite reconocer los errores y hacer que los límites sean más flexibles o ampliarlos cuando sea necesario.
En un mundo ideal, deberíamos aplicar esos sanos límites a todas las esferas de la vida. Sin embargo, nos resulta más fácil aplicar diferentes tipos de límites personales. Por ejemplo, podemos tener límites rígidos en el trabajo, donde no dejamos pasar nada, pero aplicamos límites demasiado porosos en la familia o en la relación con la pareja hasta el punto de caer en la dependencia emocional. Por eso, siempre es válido repensar nuestros límites personales.
¿Cómo establecer límites personales saludables y asertivos?
Es necesario establecer límites a uno mismo o en las relaciones con los demás. Un estudio realizado en la Universidad de Innsbruck, por ejemplo, encontró que cuando el estrés laboral cruza nuestros límites psicológicos, nuestra familia paga la cuenta.
En cambio, los límites saludables tienen un efecto protector. Nos impiden dar consejos no deseados y entrometernos en la vida de los demás, así como evitar que otros se inmiscuyan demasiado en la nuestra. También nos ayudan a no culpar a los demás y a no convertirnos en su chivo expiatorio.
Una condición sine qua non para establecer límites saludables es ser consciente de nuestros sentimientos, valores y responsabilidades hacia nosotros mismos y hacia los demás. Si no tenemos claro quiénes somos y qué queremos, no podremos establecer límites saludables.
La otra condición para que estos límites sean efectivos es saber cómo comunicarlos. Para hacer esto, debemos concentrarnos en nosotros mismos. Debemos tener claro que los límites personales sirven para protegernos a nosotros mismos, no para controlar a los demás.
Entonces, en lugar de decirle a una persona: "deja de entrometerte en mi vida", puedes decir: "es un asunto personal, yo decidiré". Con la primera oración, la persona puede sentirse atacada o incluso herida si intenta ayudarlo de buena fe. Con la segunda oración, usted rechaza cortésmente su ayuda mientras establece un límite personal.
Si tratamos de establecer límites por enojo o porque nos han regañado, no nos escucharán. Las fronteras no están destinadas a castigar, sino a proteger nuestro bienestar. Por tanto, son más eficaces cuando mostramos una actitud firme pero asertiva y tranquila.
El tercer detalle importante que debemos tener en cuenta es que muchas veces no podemos establecer ningún tipo de límites personales sin definir las consecuencias. En otras palabras, al establecer límites, debemos aclararle al otro por qué son importantes para nosotros y hasta dónde estamos dispuestos a llegar para defenderlos. De esta forma, la otra persona puede tomar una decisión informada.
En definitiva, la clave para establecer límites saludables es entender lo que queremos y ser claros con los demás, siempre en un marco de respeto y asertividad. Establecer límites no es egoísta. Siempre que dices "no" a algo que te duele, te estás diciendo "sí" a ti mismo.