La cultura oriental ha aceptado durante siglos que la vida es cambio, que el cambio es inherente a la vida y es su única constante. La cultura occidental, en cambio, prefiere centrarse en lo fijo, estático e inmutable porque le ofrece un soporte sólido, la sensación de seguridad que necesita para afrontar un mundo que parece demasiado incierto y caótico. Entonces nos obsesionamos con la seguridad y, por lo tanto, nos aferramos a cualquier cosa que parezca estable, incluso si no lo es.
Quizás no haya mejor ejemplo de las diferencias entre las dos formas de entender el cambio que los contratos. Boye Lafayette, periodista estadounidense con un profundo conocimiento de las culturas orientales, dijo que, mientras que en los contratos occidentales tratamos de atar todos los cabos sueltos porque asumimos que, una vez firmados, son absolutos; Hasta hace relativamente poco tiempo, en la cultura japonesa, los contratos estaban abiertos y sujetos a cambios según las circunstancias. Cualquiera de los interesados podrá introducir tales cambios sin que ello implique la rescisión automática del contrato.
Nuestra mentalidad occidental fija tiene dificultades para comprender tales contratos, que incluso nos asustan. Sin embargo, cuando los occidentales introdujeron su modelo de contrato en Japón, los japoneses creían que los occidentales teníamos tan poca ética que no podíamos confiar en nadie, razón por la cual necesitábamos firmar esos contratos. También pensaron que los contratos occidentales eran ridículos e irracionales porque es imposible que los términos de cualquiera de las partes permanezcan sin cambios durante largos períodos de tiempo.
Por tanto, en sus contratos suelen incluir una cláusula regida por el principio “jijo henko”, que indicaría “circunstancias cambiantes” e implicaría que es posible renegociar el contrato si cambian las condiciones. Dejar que el concepto de henko entre en nuestras vidas nos permitirá dar un salto cualitativo en nuestro desarrollo personal.
Henko: significado psicológico
En japonés, la palabra henkō se compone del kanji 変 Hen, que significa "cambio" y 光 Kō, que significa "variable o con una luz inusual". De hecho, más que una palabra, henkō es un concepto que se refiere a cambios en la percepción, en la forma en que vemos las cosas. Pueden ser pequeños cambios, pero también profundas transformaciones internas y reveladoras que nos ayudan a crecer.
El concepto de Henko no solo nos dice que todo cambia constantemente, sino que nos muestra que nuestras percepciones también cambian. Y a veces, un cambio interior es todo lo que necesitamos para cambiar todo.
De una identidad rígida a una identidad en constante cambio
Tener una visión fija de nuestra identidad no nos ayuda a evolucionar, más bien nos condena a un círculo vicioso en el que repetimos constantemente los mismos errores. Cuanto más nos apeguemos a ideas como “soy así, no puedo cambiar”, “es mi personaje” o “nací así”, menos espacio dejaremos para el desarrollo.
Es obvio que todos nos caracterizamos por un tipo de sistema nervioso y una historia de vida que han contribuido a moldear la persona que somos, pero dejarnos condicionar por estos factores asumiendo que son inmutables es negarnos la oportunidad de abrazar el cambio liberador. Aferrarse a una mentalidad fija que respalda una identidad aún más inmutable daña solo a una persona: nosotros mismos.
No tenemos una imagen fija de nuestra identidad física porque somos conscientes de los cambios que se producen en nuestro cuerpo a lo largo de los años, pero nuestra identidad psíquica no corre la misma suerte. El rígido pensamiento occidental nos ha ayudado a hacer de nuestra identidad personal un "núcleo duro" que, según un estudio realizado en las universidades de Arizona y Duke, se compone de nuestros valores morales y memorias autobiográficas emocionales.
El problema es cuando tomamos esos valores como verdades inmutables en las que podemos confiar para diferenciar lo "bueno" de lo "malo", como si fueran términos absolutos, porque esa visión nos impide comprender y afrontar la complejidad de vida. El problema comienza cuando tomamos esos recuerdos autobiográficos como una lápida o una excusa para aferrarnos al yo que conocemos.
Esta actitud nos lleva a aferrarnos a un "yo" inmutable que mira más al pasado que al futuro. Este "yo" evoluciona poco y está menos dispuesto a cambiar porque es incapaz de cambiar la forma en que ve las cosas y se ve a sí mismo. Tal "yo" permanece anclado en el pasado mientras el mundo circundante continúa cambiando y la brecha entre su percepción y la realidad se ensancha. Y el resultado de esta combinación de fuerzas no es la quietud sino la involución.
El cambio necesario
A veces nos sentimos realmente mareados ante lo desconocido, ante todo aquello que no podemos prever y que está fuera de nuestro control. Con este sentimiento, nos retiramos a lo conocido, damos un paso atrás para buscar agarres. Entonces nos cerramos en la resistencia al cambio y negamos la transformación necesaria. Esta reacción es comprensible, pero no beneficiosa.
El henko, por otro lado, nos anima a cambiar constantemente nuestra perspectiva, a asumir que el yo que éramos no es necesariamente el yo que seremos. Y todo ello sin sentir ansiedad porque la evolución es parte intrínseca de la vida.
Estos cambios en la perspectiva interna suelen generar una transformación tan radical que dejamos de ser los mismos, evolucionamos y nos resulta casi imposible volver atrás. Son puntos de inflexión en nuestra historia de vida donde de repente maduramos o alcanzamos un nivel más alto de sabiduría.
Ser capaz de aceptar tales cambios es esencial si queremos transformar, evolucionar y expandir nuestro nivel de conciencia. Un henko es, por tanto, un ejercicio de valentía a través del cual nos enfrentamos a nosotros mismos para cambiar la forma en que vemos y entendemos las cosas, pudiendo superar los patrones mentales que hemos construido a lo largo de los años.