Demasiadas cosas, demasiados compromisos, demasiados estímulos… La vida moderna está marcada por excesos. Estos excesos nos presionan innecesariamente, por lo que no es de extrañar que el minimalismo esté ganando terreno como alternativa para combatir todos los 'demasiados'. Los suecos, que son el noveno país más feliz del mundo, tienen un concepto muy interesante para encontrar el equilibrio entre el exceso y el minimalismo: el lagom.
¿Qué es lagom?
Lagom es una palabra que podría traducirse literalmente como "la cantidad justa", se refiere al equilibrio en diferentes aspectos de la vida. No abraza los extremos, pero tampoco los niega porque su objetivo es mantener la armonía.
Desde el punto de vista etimológico, la palabra lagom deriva de una antigua costumbre que se llamaba “laget om” y que significaba sentarse en grupo. Se refería a los tiempos en que los vikingos se reunían alrededor del fuego después de un duro día de trabajo y pasaban cuernos llenos de hidromiel. Se esperaba que todos bebieran solo una parte justa para que todos pudieran beber. Por lo tanto, el lagom es un principio que incluye la moderación, en el que nada es demasiado ni demasiado poco, sino lo justo.
Aplicado a nuestro día a día, el lagom nos anima a disfrutar de una vida más sencilla encontrando el equilibrio entre la sencillez y el exceso, un punto intermedio que nos permite centrarnos en lo que realmente nos importa y nos hace felices.
¿Cómo aplicar lagom sin caer en la frustración?
Para algunas personas, esta moderación es sinónimo de frustración o autocontrol férreo que nos separa de la autenticidad y la espontaneidad. Piensan que mantenernos en equilibrio requiere una tremenda fuerza de voluntad que termina por desgastarnos. En realidad, este no es el caso.
Para que el concepto de lagom realmente implique un gran cambio en nuestra vida, necesitamos hacer un trabajo interno en dos etapas:
- Desaprender mucho de lo que hemos aprendido, lo que significa no querer lo que quieren los demás.
- Encontrar lo que realmente queremos, lo que nos hace felices.
Para que podamos ser conscientes de lo que realmente necesitamos, al mismo tiempo que identificamos todas las cosas o actividades insignificantes de las que podemos prescindir. Se trata de aprender a ser feliz con menos cosas, pero sin sentirse inhibido, ya que eso implicaría una sensación de frustración. Se trata de aprender a amar más lo que tenemos y disfrutarlo, en lugar de añorar lo que no tenemos.
Lagom también se trata de manejar nuestras emociones de manera asertiva, para que no se hagan cargo y nos hagan tomar decisiones de las que luego nos arrepentiremos. Esto no significa reprimir las emociones, sino canalizarlas de manera asertiva.
Cuando se produce un cambio interior, el lagom no es una cuerda que te mantiene atado a la moderación, sino una luz que te guía hacia la serenidad y la alegría, lejos de un estilo de vida estresante. Se trata de no hacer lo inútil o lo superfluo, enfocarse en lo esencial y saber cuándo parar.
También debemos tener en cuenta que cada persona tiene su propio estado de lagom. Mi estado de lagom no es el mismo que el tuyo, pero desde el equilibrio y la moderación podemos acceder a los espacios de reconocimiento mutuo que nos permiten conectarnos desde nuestra esencia.
Lagom nos adentra en un espacio de satisfacción individual mientras creamos armonía en los grupos sociales en los que estamos insertos. Adoptar este concepto nos ayuda a reducir nuestras necesidades, simplificar nuestras vidas y eliminar el estrés para sentirnos más satisfechos, felices y equilibrados.
Recuerde la frase sueca: Lagom är bäst, que significa: "lo suficiente es tan bueno como un festín". Lo cual es muy similar al consejo que nos dejó Epicuro hace muchos siglos: "sed moderados para saborear las alegrías de la vida en abundancia".