No hagas por los demás lo que ellos pueden hacer por sí mismos.

No hagas por los demás lo que ellos pueden hacer por sí mismos.

“Hace muchos años, en un lejano monasterio del Tíbet, vivía un joven que aspiraba a convertirse en monje. Tenía muchas ganas de aprender, así que cuando un día su maestro le dijo que se iban de viaje, el joven se preparó con mucho entusiasmo.

Caminaron durante varios días, hasta llegar a un pueblo donde vivía una familia muy humilde. Les pidieron refugio y comida. La familia les dio la bienvenida y compartió todo lo que tenían con ellos. El aspirante a monje les preguntó cómo se las arreglaban para mantenerse a sí mismos.



El padre de familia respondió: “Tenemos una vaca que nos da todo lo que necesitamos: leche y queso. Así que cambiemos lo que no consumimos por otros alimentos. Así es como vivimos.

Cuando llegó la noche, el monje mayor le dijo a su discípulo: "aprovecha que están durmiendo, ve al establo y asusta a la vaca".

El joven protestó “¿cómo puedo hacerlo? La vaca es lo único que tienen, ¡es su sustento! "

El monje no dijo nada, se volvió y se alejó.

El joven pasó varias horas meditando, pero como respetaba mucho a su maestro, se fue al establo y asustó a la vaca. Entonces se sintió tan culpable que abandonó la casa, la decepción también le impidió regresar al monasterio. Ya no quería ser como esos monjes.

Pasaba sus días viajando pensando en la familia pobre que había dejado sin medios de sustento. Así que se dispuso a trabajar duro para ahorrar lo suficiente y comprar una vaca para compensar el daño que le había hecho a la familia.

Pero las vacas eran caras, pasaron algunos años antes de que pudiera ahorrar suficiente dinero. Finalmente regresó al pueblo y, para su sorpresa, vio un lujoso hotel donde anteriormente había estado la humilde morada.



Se acercó al hombre que estaba sentado en el porche y le preguntó: "Disculpe, ¿no vivía aquí hace unos años una familia muy humilde que tenía una vaca?"

El hombre lo miró y dijo: "sí, sí, somos nosotros".

El joven lo miró incrédulo y le preguntó: "pero ... ¿cómo lograste prosperar tanto?"

El hombre dijo: “Bueno… mira, un día, la vaca que nos dio la vida desapareció. Al principio estábamos muy preocupados, no sabíamos de qué seguiríamos viviendo. Entonces empezamos a pensar. Nos dimos cuenta de que nuestra tierra era muy buena para sembrar hortalizas, así que comenzamos a cultivar un huerto que florecía y daba una cosecha tras otra. Entonces comenzamos a cambiar algunas verduras por otros alimentos y vendimos el resto. Con el dinero que ganamos compramos ganado, lo criamos y empezamos a vender los animales sobrantes, con el dinero que ganamos logramos ampliar la casa y empezamos a alquilar cuartos ... Y como ves, ahora somos los dueños del único hotel de la ciudad. "

Esta historia contiene varias lecciones, una de las cuales es que, muy a menudo, la mejor ayuda que podemos brindar es alentar a las personas a salir de su zona de confort. ¿Cómo ayudar a una persona deprimida? A veces debemos evitar la lástima que invita a otros a quedarse donde están. Otras veces, mantenerse al margen también ayuda.

Cuando el "salvador" se convierte en víctima de los "salvados"

A veces, adoptar el papel de "salvador" puede ser muy perjudicial para los demás. Ayudar sin que nos lo pidan puede ser un grave error porque, aunque nos motiva un sentimiento de genuina generosidad, estamos limitando las posibilidades de aprendizaje y crecimiento del otro. En ocasiones esta ayuda genera una relación adictiva en la que una de las personas se siente tan cómoda que no hace nada para mejorar.



En esa relación, el salvador da continuamente, hasta que se encuentra vacío física y psicológicamente, mientras que el salvado solo toma. Esto crea un equilibrio malsano en el que el salvador lleva una doble carga, la suya y la del otro. Lo peor es que, en muchos casos, cuando el salvador intenta deshacerse del peso que no le corresponde, otros pueden llegar a verlo como egoísta y poco empático. Este sentimiento de culpa asegurará que continúe cargando con el peso del otro.

Por lo tanto, no es raro que el "salvador" termine siendo víctima de los "salvados". Es una situación en la que nadie gana, ni siquiera la otra persona, porque al impedirle hacer un esfuerzo, estamos limitando su libertad y la capacidad de alcanzar metas a través de su esfuerzo.

Es fundamental no nutrir este tipo de relación porque las personas "salvadas" se vuelven pasivas y en algunos casos incluso egoístas, creyendo que tienen el derecho y el control sobre su "salvador".

No intervenir también ayuda

El secreto es ayudar a los demás cuando realmente lo necesitan y lo piden. En muchos casos, contar con la ayuda de alguien puede ser conveniente, pero eso no significa que sea la mejor solución o la que brinda más beneficios a largo plazo.

Las experiencias de la vida fortalecen y hacen que las personas sean más resilientes, por lo que evitar que otros las enfrenten es, en cierto modo, una especie de castración emocional. Alguien que es vulnerable necesita nuestra ayuda, pero solo hasta cierto punto. El objetivo debe ser intentar que esa persona se las arregle por sí misma para que pueda seguir caminando con sus propias piernas.


Lo que nunca debemos hacer por los demás es quitarles la responsabilidad de sus vidas. Podemos ayudarlos a llevar su peso por un tiempo, o enseñarles a llevarlo mejor, pero no podemos hacerlo por ellos, para siempre. Ayudar a una persona no significa adoptarla de por vida. Y esto es tan cierto para las parejas como para los niños y los amigos. Una relación en crecimiento es aquella que nutre y enriquece, no una que castra y limita.


Validación emocional, la clave para ayudarte a crecer

La clave para ayudar a los demás es mantener una relación caracterizada por la presencia plena y la aceptación incondicional. No significa darle la espalda al otro y descuidar sus problemas para resolverlos como pueda, pero sí significa validar sus sentimientos y alentarlo.

A veces un abrazo, o el simple hecho de saber que alguien está ahí para ayudarnos a recoger los pedazos es más que suficiente. Esto significa que en muchos casos nuestra ayuda se limitará a un proceso de acompañamiento emocional, mientras la persona toma sus decisiones, comete sus errores, los corrige y sigue adelante.

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