Cuando somos niños no tenemos dificultad en pedir ayuda pero a medida que crecemos, algo comienza a cambiar; nos volvemos más reacios a pedirle ayuda a alguien, nos cuesta un poco más decir esas palabras mágicas "¿ayúdame por favor?". ¿Porque? ¿Cuál es la causa de este cambio en nuestro comportamiento?
Las razones son múltiples. Primero, encontramos una determinación social en la base. Es decir, se asume que a medida que crecemos, nos volvemos más independientes, lo que significa que tenemos que hacer las cosas nosotros mismos, tenemos que resolver los problemas por nuestra cuenta. De hecho, pedir ayuda es casi vergonzoso porque significa que no podemos lidiar con situaciones solos, no somos lo suficientemente inteligentes, fuertes y competentes.
Esta idea se ha asentado tan profundamente en nuestra conciencia que ni siquiera nos damos cuenta de que no tiene ningún sentido. Crecer no significa que no necesitemos de los demás, no significa que tengamos que enfrentarnos solos al mundo, sobre todo no significa que no podamos conseguir ayuda. Cuando crecemos, no necesitamos a alguien que nos tome de la mano y nos lleve a todas partes o que guíe los movimientos de nuestras manos en cada actividad, sino que necesitamos a alguien que nos brinde su apoyo emocional, que nos ayude a identificar la mejor manera de Toma una decision. En realidad, es precisamente en este ámbito donde aprendemos junto a otros donde desarrollamos al máximo nuestro potencial.
Sin embargo, no todo se limita al condicionamiento social, otra razón por la que nos cuesta pedir ayuda es porque no queremos que la otra persona sepa de nuestros problemas, quizás porque nos da vergüenza. Este suele ser el caso de quienes padecen adicción o dificultades económicas. Detrás de esta vergüenza está la creencia de que los demás nos amarán menos como fracasados y el miedo a ser juzgados. En realidad, cuando una persona realmente ama a alguien, estará dispuesta a hacer todo lo posible para evitar el sufrimiento y por lo tanto no dejará de amarlo por un problema específico. Al contrario, intentará ayudarla.
Finalmente, otra razón por la que nos cuesta pedir ayuda es el orgullo. Es decir, algunos piensan que pedir ayuda es sinónimo de reconocer que han cometido un error o que son incapaces de hacer algo por sí mismos. Por el contrario, el acto de pedir ayuda no representa una derrota, no es una capitulación, sino un acto de valentía que implica reconocer nuestros límites, pero también estar dispuestos a superarlos con la ayuda de otra persona.
Así que la próxima vez que se encuentre en un aprieto y no sepa cómo salir de él, no dude en pedir ayuda. Recuerde que las relaciones a menudo se fortalecen después de experimentar la bondad de quienes lo ayudan. No existe una situación difícil para fortalecer el vínculo entre las personas.
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