¿Por qué no podemos, y no debemos, cambiar las actitudes de los demás?

¿Por qué no podemos, y no debemos, cambiar las actitudes de los demás?

"Si no fuera así, todo iría mejor". "Sacrifico mucho y así me recompensa". "Me enoja cuando hace eso". La lista de quejas sobre las actitudes de los demás es interminable. Quién sabe, tal vez te gustaría que tus padres fueran más comprensivos, tu pareja más precisa, tus amigos más serviciales, tus compañeros más colaborativos, tu jefe más amigable ...

Cuando las personas no se comportan de acuerdo con sus expectativas, es muy frustrante. Sin duda, es frustrante que no reconozcan lo que haces por ellos o que no correspondan de la misma manera. Pero quejarse de las actitudes de los demás, por todo lo que deben hacer pero no hacen o por todo lo que hacen y no deben hacer, es la receta más segura para caer en la insatisfacción permanente.



La verdad es que todos tenemos aspectos de nuestra personalidad que podemos mejorar. Todos podríamos ser más comprensivos, comprensivos, serviciales, amigables, cooperativos o cariñosos. Sin embargo, solo podemos cambiarnos a nosotros mismos. No podemos cambiar a los demás. Y cuanto antes lo entendamos, mejor.

"Evangelizadores" con prejuicio egocéntrico

Tendemos a pensar que si los demás se comportaran como nosotros, todo estaría bien. Obviamente, esto es un error. El mundo necesita diversidad. Todo es un equilibrio de opuestos. Y esto significa que hay espacio para todo y para todos. Por lo que nos gusta y lo que no nos gusta. Por lo que nos hace felices y por lo que nos entristece.

De hecho, pensar que los demás deben comportarse como nosotros se basa en la creencia de que solo nuestras decisiones, actitudes y valores son positivos, loables y dignos de imitar. Entonces son otros los que cometen errores y tienen que cambiar. Así corremos el riesgo de convertirnos en "evangelizadores" que "predican bien pero rascan mal". No nos damos cuenta de que de esta manera nos condenamos al fracaso de antemano porque no podemos cambiar a los demás si no se comprometen a cambiar.



Los padres, por ejemplo, pueden educar a sus hijos transmitiéndoles ciertos valores y normas de comportamiento, pero esto no quiere decir que puedan modelarlos a su imagen y semejanza, y mucho menos pretender que son lo que desean. Cada persona es independiente y debe tomar sus propias decisiones de forma independiente.

Esto no significa que debamos sufrir en relaciones tóxicas o que tengamos que aceptar pasivamente críticas destructivas, insultos o humillaciones de los demás. En todas las relaciones surgen problemas y conflictos que necesitan ser abordados y corregidos para facilitar la convivencia.

No tenemos que ocultar lo que pensamos o ignorar las cosas que son importantes para nosotros. No se trata de aceptar el abuso, sino de entender que nuestra visión y nuestro camino no son los únicos posibles. Por lo tanto, no necesitamos cambiar a los demás, solo necesitamos cambiar el tipo de relación que tenemos con ellos.

La diferencia no es meramente terminológica, sino que implica una nueva distribución de responsabilidad y "culpa" porque significa que el otro no tiene algo inherentemente malo o negativo, sino que ciertos comportamientos y actitudes no son compatibles con nosotros y con el tipo de relación. que queremos mantener.

Si no podemos cambiar a los demás, ¿qué podemos hacer?

Tratar de comprender el comportamiento de las personas que nos rodean, especialmente aquellos en nuestros círculos de confianza, será mucho más beneficioso a largo plazo que quejarse. Para hacer esto, debemos dejar de intentar cambiar a los demás pensando que tenemos la verdad en la mano y conocemos el camino correcto. En cambio, podemos:


1. Descubra sus factores desencadenantes. Todos tenemos desencadenantes emocionales o desencadenantes. Se trata de botones rojos que, al pulsarlos, nos hacen reaccionar visceralmente. Las personas con las que nos relacionamos también tienen estos factores desencadenantes. Comprender qué son nos ayudará a mejorar la relación. Por ejemplo, quizás la persona tiene temas delicados que sería mejor no tocar o reacciona mal cuando está bajo presión. Se trata de identificar cuáles son las cosas que no puede soportar para intentar evitarlas.


2. Para profundizar nuestras razones. Una relación es siempre una cuestión de dos. Por lo tanto, no podemos simplemente mirar hacia afuera, culpar al otro, debemos redirigir nuestra atención hacia nosotros mismos. ¿Por qué le irrita una determinada actitud o comportamiento? Siempre que no sea una persona que abusa de nosotros, nuestras expectativas, deseos y experiencias también moldean la imagen que tenemos de esa persona. Por tanto, cabe preguntarse: ¿por qué me molesta? ¿Fue realmente tan serio o me lo tomé demasiado en serio? Es probable que encontremos que estamos exagerando o todo se debe al hecho de que no han cumplido con nuestras expectativas.


3. Centrarse en lo que queremos de la relación. No podemos cambiar las actitudes de los demás, pero podemos cambiar la relación que establecemos con ellos. Significa que debemos dejar de enfocarnos en todo lo que el otro supuestamente hace mal para enfocarnos en lo que no funciona en la relación. Entonces, en lugar de culpar a esa persona por cualquier cosa que no funcione, nos enfocamos en lo que consideramos insatisfactorio en la relación y nos preguntamos cómo ambos podemos mejorarlo.

Finalmente, debemos tener en cuenta que muchas veces las personas no nos lastiman intencionalmente. Todos cargan con su propia carga de preocupaciones, ansiedades, miedos, inseguridades y problemas. Todos cometemos errores. No podemos cambiar las actitudes de los demás, sus ideas o influir en sus comportamientos para adaptarlos a nuestras necesidades o nuestra forma de ver el mundo. La tolerancia y la flexibilidad son las claves para mantener relaciones satisfactorias y proteger nuestro equilibrio mental.


  • 20
Añade un comentario de ¿Por qué no podemos, y no debemos, cambiar las actitudes de los demás?
¡Comentario enviado con éxito! Lo revisaremos en las próximas horas.