Presión arterial alta durante el embarazo: presión arterial baja durante el embarazo
La presión arterial tiende a disminuir de manera significativa y progresiva durante los primeros meses de embarazo, y luego se estabiliza y aumenta lentamente a los niveles previos al embarazo en el último trimestre de gestación.
A pesar de las dificultades para establecer valores de referencia ideales, el nivel diastólico óptimo parece rondar los 75 mmHg en el primer y segundo trimestre y los 85 mmHg en los dos o tres últimos meses del embarazo. Naturalmente, después de la concepción se necesitan algunas semanas para que la presión disminuya progresivamente hasta los valores típicos del primer y segundo trimestre.
El responsable de esta caída de presión fisiológica es un conjunto de factores, entre ellos la reducción de la resistencia periférica (vasodilatación), que prepara al organismo para el aumento del volumen sanguíneo, con un aumento de la tasa de filtración glomerular y del gasto cardíaco. El aumento de este último parámetro, que representa la cantidad de sangre expulsada del corazón en un minuto, está sujeto tanto al aumento de la frecuencia cardíaca como al gasto sistólico.
En las embarazadas, gran parte del flujo sanguíneo se localiza en la zona útero-placentaria, donde se produce el intercambio de nutrientes, gases y sustancias de desecho entre la sangre materna y fetal, sin contacto directo entre ellas. No es casualidad que la placenta esté muy vascularizada y reciba hasta el 10% del gasto cardíaco materno total (alrededor de 30 litros / hora). Para que se produzcan estos intercambios es necesario que la presión a nivel placentario sea baja; por lo tanto, estamos hablando de un órgano deciduo con baja resistencia (no se opone significativamente al flujo libre de sangre).
Desafortunadamente, debido a un desarrollo anormal, la placenta puede oponerse a una resistencia excesiva al flujo sanguíneo, provocando un aumento de la presión corriente arriba. En estos casos hablamos de hipertensión arterial sistémica inducida por el embarazo, o simplemente hipertensión gestacional. Esta condición es potencialmente peligrosa tanto para la salud de la madre como para el feto, tanto que en casos extremos puede poner en grave peligro la vida de ambos. Cuando la hipertensión (≥ 20/140 mmHg) se acompaña de proteinuria (pérdida de proteínas en la orina) después de la semana 90 de embarazo, los médicos hablan de preeclampsia, cuyos síntomas y factores predisponentes se muestran en la tabla.
Los bajos niveles de presión que caracterizan los dos primeros meses de embarazo exponen a la mujer a un mayor riesgo de mareos y desmayos, pero también a varices y varices, ya una sensación generalizada de debilidad. El riesgo de tener que afrontar estos problemas afecta principalmente a mujeres con sobrepeso o que ya padecían alguna dolencia atribuible a la hipotensión antes del embarazo. Sin embargo, a diferencia de la hipertensión gestacional y la preeclampsia, cuando la presión en el embarazo es demasiado baja no hay que preocuparse, ya que es una condición fisiológica (obviamente dentro de ciertos límites).
Por todo ello es fundamental que los valores de presión arterial sean monitorizados en cada revisión médica durante la gestación, pero también semanalmente por la futura madre, quien se encargará de anotar los valores e informar de inmediato cualquier anomalía. al ginecólogo.