Cuando estamos de buen humor, nos sentimos llenos de energía, vitales y saludables. Por el contrario, cuando estamos de mal humor, tenemos la sensación de que algo anda mal en nuestro cuerpo. ¿Por qué pasó esto?
Última actualización: 13 de mayo de 2020
Llevamos décadas preguntándonos si las enfermedades o dolencias diversas pueden tener relación con nuestras emociones y sentimientos. Sin embargo, sólo en los últimos tiempos parte de la investigación se ha dedicado a analizar cómo el estado de ánimo afecta a la salud.
Se sabe que el dolor depende en cierta medida de nuestra percepción, así como de nuestro estado de ánimo. Aunque se conoce el origen biológico de algunas enfermedades, esto no nos permite explicarlas por completo. Es en estos casos que muchos profesionales identifican un posible origen psicológico de la enfermedad.
En este sentido, es menos claro cuáles pueden ser los mecanismos por los cuales el estado de ánimo afecta la salud. La dificultad para esclarecer estos mecanismos radica en que se debe considerar una amplia gama de factores sociales, cognitivos, fisiológicos y conductuales. Además de esto, es necesario comprender si estos mecanismos tienen una influencia directa o indirecta sobre la enfermedad.
Cómo afecta el estado de ánimo a la salud
Las emociones pueden afectar el funcionamiento fisiológico de nuestro cuerpo. Hay mucha evidencia de que las emociones negativas están relacionadas con la vulnerabilidad, la duración de las infecciones y los procesos de curación.
Esto puede deberse a que un estado de ánimo positivo va acompañado de la secreción de un anticuerpo: la inmunoglobina A secretora. Esta sustancia nos protege del resfriado común, por ejemplo.
El estado de ánimo, por tanto, aumentaría o disminuiría la respuesta del sistema inmunitario. Se ha comprobado que las personas que tienen un estado mental negativo o que lidian con un estrés prolongado en el tiempo son más sensibles al frío o son menos resistentes a enfermedades más graves.
El estado subjetivo de salud
Las emociones no solo determinan directamente los factores fisiológicos, sino que también condicionan nuestros pensamientos. Significa que un estado mental negativo facilitaría la formación de pensamientos negativos que reconozcan e interpreten los síntomas físicos como un problema de salud.
Numerosos estudios de laboratorio sobre cómo el estado de ánimo afecta la salud mostraron que cuando se inducía a los participantes a estar tristes, indicaban una mayor cantidad y gravedad de los síntomas de la enfermedad. Esto ocurre porque las personas con ánimo negativo están más atentas a sus sensaciones corporales. Cualquier sensación, por lo tanto, aunque sea leve, se interpretará como motivo de preocupación.
La búsqueda de asistencia médica
En relación con lo anterior, se podría pensar que las personas más atentas a las reacciones del cuerpo ya su salud tienden a consultar a un médico antes que a los demás. Los estudios al respecto, sin embargo, muestran lo contrario.
Parece que las personas que están peor emocionalmente se sienten menos capaces de involucrarse en comportamientos relacionados con el cuidado de la salud y van menos al médico. Es como si pensaran que nada (o poco) se puede hacer para mejorar.
Por otra parte, pueden atribuir los síntomas al estado de ánimo y posponer la consulta médica. Por el contrario, cuando una persona está mejor emocionalmente, está más motivada para mantenerse saludable y cuidarse.
Por otro lado, parece que el estado de ánimo y la búsqueda de atención médica están ligados a la capacidad de afrontar posibles noticias negativas. Ir al médico significa exponerse a una amenaza, ya que puede recibir noticias preocupantes.
Cuando el estado de ánimo es positivo, puedes gestionar mejor la información recibida porque tienes más recursos en este sentido.
Comportamientos saludables
El estado de ánimo, además de influir directamente en la percepción de la enfermedad y el funcionamiento de nuestro organismo, también afecta a nuestras conductas.
En este sentido, cuando estamos de mal humor tendemos a comer mal, consumir más alcohol, hacer menos deporte, etc. En el caso del consumo de tabaco, por ejemplo, la mayoría de los fumadores afirman utilizarlo para regular o mejorar el estado de ánimo o para reducir el estrés.
En general, podemos decir que estos comportamientos se adoptan con una función reguladora, es decir, controlar de alguna manera la influencia del estado de ánimo sobre la salud, para mejorar o reducir los sentimientos negativos. No hay duda de que estos comportamientos están directamente relacionados con la salud.
De ello se deduce que si aumentamos los comportamientos no saludables debido al estado de ánimo, nuestra salud sufrirá tanto a corto como a largo plazo.
Estado de ánimo y salud: ¿qué hacer?
A la luz de lo anterior y sabiendo que las emociones negativas son inevitables, es importante establecer hábitos saludables.
Estos hábitos, aunque a veces frustrados por nuestro estado de ánimo, compensarán algunos de sus efectos negativos. Además, incluso cuando cambia el estado de ánimo, si tenemos las estrategias de afrontamiento adecuadas, el sufrimiento será menor y sus efectos serán menores.