La mayoría de las personas ven la ansiedad como su peor enemigo, como un sentimiento del que huir. Si hiciéramos las paces con él, todo sería mucho mejor.
Última actualización: 15 de abril de 2020
Muchas personas reprimen su ansiedad y la rechazan. Este malestar les produce tanta vergüenza que muchas veces no se lo piensan dos veces y se esfuerzan al máximo en la lucha contra esta emoción. Sin embargo, la ansiedad siempre permanece ahí, no desaparece ni se vuelve menos intensa. Por esta razón, Los expertos aconsejan aceptar la ansiedad como aliadaen lugar de experimentarlo como un enemigo.
Ver la ansiedad como un aliado para muchas personas no es fácil, en primer lugar porque ignoran los beneficios que podría traerles a sus vidas. Pueden sentir algo de miedo ante la idea de hacer ciertos cambios.
La ansiedad es famosa, pero no siempre se entiende
El concepto de "ansiedad" se está extendiendo muy rápidamente en un período de tiempo relativamente corto. Vivimos en una sociedad donde todo es rápido, lleno de estrés, hábitos, deberes y actividades muy específicas que no nos permiten conectarnos con nosotros mismos.
Vivimos “atentos a lo que sucede afuera”, conectados con el mundo exterior. Un mundo cambiante, lleno de imprevistos e incertidumbre, muchas veces fuera de nuestro control. Esta forma de “correr” por el mundo hace que nos resulte difícil detenernos y preguntarnos qué necesitamos.
Viajamos con el piloto automático activo, sin preguntarnos nada, fijos en el modo “quejoso” y en el pensamiento negativo, hasta llegar a pensar: esta no es la vida que he elegido.
Para no enfrentarnos al miedo a la incertidumbre, nos encerramos en esa zona de confort que es todo menos cómoda y saludable, pero que al menos nos resulta familiar. El famoso dicho “más vale un huevo hoy que una gallina mañana” nos empuja al conformismo y, en consecuencia, a la zozobra.
Esto es porque no hacemos ni vivimos lo que necesitamos, demostrando ser inconsistentes con nosotros mismos. Lo que pensamos, sentimos y hacemos no es coherente con nosotros mismos.
Si bien puede parecer imposible, podemos hacer algo al respecto. Tenemos el poder en nuestras manos para implementar algunos cambios, aunque nos asusten.
Ansiedad mal vista, como Maléfica
La ansiedad no tiene buena reputación.. Y es normal, porque provoca síntomas desagradables, como palpitaciones, sequedad de boca, opresión en el pecho, dolor de cabeza, dolor de estómago, dificultad para respirar.
Como ocurre con otras emociones, cuanto más luchemos contra ella, más se convertirá en nuestro enemigo; viceversa, cuanto más aprendamos a vivir con él, más será nuestro compañero en la vida cotidiana. Por esta razón, los expertos recomiendan intentar voltear la imagen que tenemos de ella y también el significado que le atribuimos, tratando de entenderlo y vivir la ansiedad como un aliado, como algo que juega a nuestro favor.
Aunque al principio nos parezca imposible, podemos experimentar la ansiedad como una aliada. Para ello, necesitamos cambiar la idea negativa que tenemos de esta emoción.
¿Cómo empezar a percibir la ansiedad como un aliado?
Deberíamos empezar a pensar en la ansiedad como un sentimiento que nos alerta de un problema emocional (y que podemos abordar y corregir). es decir que podemos tomarlo como una especie de campana de alarma, como un conjunto de síntomas físicos que nos advierten y nos recuerdan que no estamos haciendo lo que debemos, que tal vez vamos en contra de nosotros mismos, sin escucharnos, sin prestarnos atención, haciéndonos daño.
Empezamos percibiendo la ansiedad como un timbre de alarma que nos dice que nos estamos olvidando de nosotros mismos y que le estamos dando demasiada importancia al mundo exterior.
Cuando dejamos de luchar contra la ansiedad y escuchamos el mensaje que intenta darnos, deja de atraparnos. Ya no es esa bruja que viene a maldecirnos, sino ese aliado a nuestro lado que nos recuerda cuidarnos mejor.
Pongamos un ejemplo: si trabajamos demasiado y no nos permitimos ningún tiempo con la familia, la pareja, los amigos o incluso con nosotros mismos, quizás seamos demasiado exigentes con nosotros mismos y si dejamos de hacerlo nos sentiremos culpables.
Ante esta sobrecarga física y mental, el cuerpo nos envía señales físicas desagradables para indicarnos que debemos frenar. En este caso el mensaje que nos envía la ansiedad es que necesitamos escucharnos y cuidarnos, para descansar y tener más tiempo libre para recargar las pilas.
La ansiedad como aliada y el miedo al cambio
Pero, ¿por qué tenemos miedo de parar? Evitamos hacerlo porque sabemos que al entrar en contacto con nosotros mismos podremos ver que hay algo en nuestra vida que no nos gusta y luego tendremos que cambiarlo.
Y estas decisiones son muy a menudo difíciles de tomar, ya que requieren cambios e incertidumbre. Por eso pensamos que es mejor no verlos, porque “lo que no vemos no existe”.
¿Y si la ansiedad no nos avisa? Entonces continuaríamos manteniéndonos ocupados para evitar mirar hacia adentro; pero las consecuencias físicas y emocionales de tal situación serían mucho más graves que las de la ansiedad. No pararíamos y nos lastimaríamos cada vez más.
Escuchamos nuestra ansiedad para poder ser realistas y evitar engañarnos a nosotros mismos. Vamos a percibirlo como un aliado. Le damos la bienvenida y apreciamos los beneficios que nos puede ofrecer. Solo así desaparecerá.