Última actualización: 12 marzo, 2022
Todos han experimentado una extraña apatía, una tristeza que no tiene explicación.. El cuerpo reacciona más lentamente y cualquier estímulo, como los rayos del sol o incluso sonidos muy fuertes, es insoportable. ¿Que esta pasando?
Algo dentro de nosotros nos dice que estamos tristes, sentimos una punzada que nos oprime y que llena nuestra mente con un sentimiento indefinible que no somos capaces de explicar.
Esos son los días en que cuando alguien mira nuestra expresión y nos pregunta qué pasa, decimos "Pues no sé, hoy tengo un mal día".
Lo cierto es que el cerebro y el cuerpo son un conjunto de reacciones químicas que en ocasiones generan en nosotros sensaciones de las que no somos conscientes. Y aunque hay momentos en que la tristeza puede tener un origen exógeno, il la mayoría de las veces esta emoción tiene un origen muy claro.
Aunque el cerebro nos envía señales de alerta, tendemos a poner el “piloto automático” en nuestra vida para seguir trabajando, no para ver qué pasa.
La tristeza que no tiene explicación ¿a qué se debe?
A mucha gente le ha pasado: la tristeza nos envuelve y de repente se apodera de nosotros, nos pesa el cuerpo, transmitiéndonos un cansancio casi extremo y una apatía indefinible.
Pero veamos en las siguientes líneas las posibles causas de la tristeza que no tiene explicación, al menos en apariencia.
1. Factores externos
Una dieta inadecuada puede ser una de las razones. Ocurre cuando hacemos dietas extremas donde dejamos de comer los nutrientes que nuestro cuerpo necesita.
Una dieta baja en proteínas, vitaminas, minerales como hierro, magnesio o fósforo puede provocar el debilitamiento de muchas funciones básicas. Cuando el cuerpo no está bien alimentado, el estado de ánimo decae. y nos sentimos débiles.
Otro factor es el depresión estacional, porque el tiempo nos afecta. Cuando llega el invierno, con menos horas de luz, más lluvia y humedad, muchas personas sienten una extraña tristeza que muy bien puede conducir a la depresión. Los ciclos de sueño se alteran, por lo que aparece el cansancio y la apatía.
2. Factores internos
A nivel nervioso experimentamos una caída drástica de neurotransmisores como la norepinefrina y la serotonina; esto provoca ese sentimiento de dolor o tristeza que no tiene explicación para nosotros. Pero, ¿qué lo causa? ¿Qué nos hace sufrir este repentino déficit de neurotransmisores?
Obviamente, esto se debe a factores externos y los hechos personales son sin duda entre los más comunes. La tristeza no llega de repente sin razón, siempre tiene un origen.
Puede que llevemos una vida normal, pero de repente empezamos a notar síntomas extraños: dolor de cabeza, cansancio, enfermedades como resfriados o gripe.
El sistema inmunológico se ha debilitado y sufrimos de la llamada somatización. En otras palabras, el el cuerpo reacciona a las preocupaciones de la mente.
Lo que ocurre biológicamente en el cerebro es que el hipotálamo responde a estas preocupaciones secretando corticotropina que, a su vez, estimula la secreción de cortisol en la sangre.
Todo esto afecta nuestro comportamiento y nuestros sentimientos, por eso nos sentimos más cansados, más preocupados, más taciturnos.
La tristeza que no tiene explicación... Siempre hay un motivo
La tristeza que creemos "aparece de improviso" siempre responde a un motivo. Nuestro cuerpo será el primero en enviarnos la señal de alerta para advertirnos que debemos parar. Nos invita a pensar, analizar lo sucedido, aclarar nuestras inquietudes.
Una volte Negamos la existencia de problemas porque no podemos parar: son muchas las obligaciones, el trabajo, los hijos, las parejas... El ajetreo de nuestro día a día es un motor bien engrasado que a veces nos impide ser personas.
Tenemos que sentarnos a reflexionar, hablar con nosotros mismos para aceptar que tal vez no somos tan buenos como pensamos. Que no somos invulnerables y que hay algo que nos está haciendo daño y que debemos arreglar.
Quitémonos la armadura. Busquemos el final de esa madeja que está en nuestra mente y descubramos qué hay detrás.
Debemos cuidarnos, protegernos y tener siempre presente ese mundo interior que, en realidad, mueve todos los aspectos de nuestra vida.