Las emociones aflictivas o negativas no pueden ser reprimidas o acorraladas como si no existieran. Aceptar su presencia nos permite entender lo que nos quieren decir.
Escrito y verificado por el psicólogo. ObtenerCrecimientoPersonal.
Última actualización: 15 2021 noviembre
Las emociones aflictivas o negativas forman parte de nuestro bagaje emocional, pero pueden actuar como un lastre que nos impide crecer. Ocupan nuestra mente con pensamientos oscuros y poco útiles, haciéndonos desviar hacia un peligroso abatimiento. Nombrar estos estados de ánimo y privarlos de poder nos ayuda a avanzar con mayor equilibrio.
Envidia, frustración, ira, rencor, culpa, decepción… ¿Quién no conoce estos estados emocionales, qué se siente al convivir con ellos y cuánto espacio pueden ocupar si los alimentamos? Las emociones aflictivas son zarcillos malignos que crecen en las zonas más oscuras de nuestra alma, como las define James Gross., psicóloga de la Universidad de Stanford y experta en el manejo de las emociones.
Los zarcillos son esos órganos de las plantas trepadoras que se adhieren a todo lo que crece a su alrededor. Cuanto más poder le demos a estos estados emocionales, dice el psicólogo estadounidense, más zarcillos crecerán a nuestro alrededor, inmovilizándonos. Es obvio que no es fácil deshacerse de los zarcillos malos, y no es suficiente arrancarlos.
Las emociones negativas dejan de crecer cuando dejamos de alimentarlas. Funciona así. Tener éxito, aprender a moverse a través de este proceso interno requiere autorregulación.
"No puede haber un arco iris sin una nube y una tormenta".
– Juan H. Vicente –
Las emociones aflictivas ocupan un lugar importante en nuestra vida
En referencia a la psicología emocional, es habitual atribuir un papel negativo, casi patológico, a las emociones aflictivas. No faltan, por tanto, artículos de autoayuda o libros que nos orienten sobre cómo eliminar o erradicar estos estados. Sin embargo, esta no es una idea completamente correcta.
Como hemos dicho, estas dimensiones forman parte de nuestro registro emocional. No podemos simplemente arrancar los malos zarcillos si la misma tierra, en su providente diversidad, alimenta toda clase de plantas. De esta forma, dimensiones elementales como la tristeza, el miedo, la decepción o la ira forman parte de lo que somos, por lo tanto no son erradicables. No podemos negar aquellos aspectos que tan íntimamente definen nuestra esencia.
La solución está en dos mecanismos básicos: comprender y regular. Saber que existe la emoción, darle un nombre, comprenderla y gestionarla es lo mejor que podemos hacer para regular nuestro mundo psíquico.
La bruja que tenía derecho a ser invitada
La Bella Durmiente es uno de los cuentos de hadas más conocidos. En la versión tradicional, el rey y la reina organizan una fiesta para celebrar el nacimiento de su bebé. Trece hombres sabios viven en el reino, trece mujeres dotadas de artes mágicas y gran poder. Los soberanos eligen, sin embargo, invitar solo a doce a la recepción. El decimotercero tiene, en efecto, un carácter irascible y temperamental.
Para este último la invitación no arranca y nadie en el reino sospecha que el hada saldrá herida. En cambio, ella, experta en magia negra, se ofende y reacciona lanzando la maldición que todos conocemos bien. Una de las moralejas de esta fábula clásica es que es fácil convivir con buenas hadas, con doce damas amables, optimistas y alegres que siempre han recibido un trato especial.
Por lo tanto, invitar a la mesa a la bruja más oscura, darle una silla también a esta complicada figura, habría sido un acto de inclusión y responsabilidad. Esto es lo que solemos hacer con nuestras emociones negativas: las negamos, como si no tuvieran derecho a existir. El resultado de esta elección es casi siempre en detrimento nuestro.
Olvidamos que las emociones, buenas o malas, simplemente están invitadas. Algunos nos visitan, otros se van. A veces llegan los menos agradables, pero aún estamos obligados a recibirlos, a convivir con ellos. Eso sí, sin darles demasiado poder y sin permitir que se queden mucho tiempo.
El control de las emociones aflictivas como clave del bienestar
Las emociones deben tener un valor adaptativo, es decir, deben facilitar nuestra adaptación a las situaciones cotidianas. Estudios como el realizado en la Universidad de Maryland, por ejemplo, nos recuerdan que la capacidad de regular las emociones nos permite movernos con eficacia en cualquier contexto.
Por lo tanto, es recomendable aprender a manejar bien estas complejas dimensiones internas. Vivir con ellos sin negarlos ni borrarlos de nuestro registro emocional es el secreto del bienestar. Veamos cómo se hace.
- Las emociones negativas suelen aparecer con un indicador somático: dolor físico, malestar... Aprende a identificarlos. Aprende también a distinguir el ruido de fondo que generan los pensamientos negativos que los acompañan.
- Comprender por qué surgieron y qué significan.
- Tómate tu tiempo: muévete con estas emociones de forma relajada. La meditación puede ayudar.
- canalizar y expresar. Habla con alguien, utiliza la escritura terapéutica, practica deportes para liberar tensiones.
- Busca una estrategia para resolver el problema. No dejes para mañana el malestar que sientes hoy, sé proactivo con tus emociones.
Finalmente, no olvides el consejo más importante: las emociones aflictivas son meros invitados. Cuando lleguen, muchos se irán. No dejamos una habitación fija para aquellos que, en poco tiempo, podrían tomar posesión de toda la casa.