La culpa, la vergüenza y el orgullo son emociones autoconscientes, íntimamente ligadas a nuestro ego y que salen a la luz como resultado de una serie de valoraciones y atribuciones internas.
Última actualización: 03 de diciembre de 2019
Sentir vergüenza a la hora de dar nuestra opinión, sentirnos culpables por lo que hicimos un día antes o sentirnos orgullosos de un éxito. Todos estos casos corresponden a una serie de emociones en las que se realiza una valoración de uno mismo. La psicología las llama emociones autoconscientes.
Se trata de estados emocionales con una serie de características comunes, pero capaces de dar lugar a riesgos únicos y específicos según el tipo de valoración que nos hagamos a nosotros mismos.
“Una emoción no causa dolor. Resistencia o represión de una emoción, sí, esas que provocan dolor”.
-Frederick Dodson-
emociones autoconscientes
En los últimos años ha crecido mucho el interés científico y psicológico por las emociones. Sin embargo, todavía ignoramos gran parte de su funcionamiento.
En la actualidad disponemos de numerosos estudios sobre las emociones simples y la inteligencia emocional. Pero respecto a todas aquellas emociones de mayor complejidad, como en el caso de las emociones autoconscientes, la cantidad de material disponible es mucho menor.
A pesar de esto, el interés que ha madurado en las emociones autoconscientes en los últimos años nos ha permitido formular diversas teorías y modelos. Según los estudios realizados hasta el momento, las emociones autoconscientes comparten una serie de características importantes entre sí:
- son emociones secundarias. Esto quiere decir que nacen sólo como resultado de la evolución de emociones simples.
- son emociones complejas. Para desarrollarlas, primero es necesario haber desarrollado ciertas habilidades cognitivas, como la conciencia del ego o la autoconciencia (conciencia de la diferencia entre el ego y los demás).
- Hablemos de emociones sociales. Aparecen en contextos interpersonales.
- Son emociones morales. Es fruto de la interiorización de valores, normas y códigos culturales a partir de los cuales se establece lo que es correcto y lo que no a nivel conductual. Nos referimos también a las emociones que juegan un papel fundamental como elementos motivadores de la conducta moral y la empatía.
La culpa y la vergüenza, por ejemplo, pueden inhibir conductas que se consideran inmorales. o para facilitar las catalogadas como morales. Actuando inmoralmente o no, de hecho, sentimos culpa y vergüenza. Por otro lado, el orgullo está asociado con las buenas acciones y el refuerzo positivo que podemos recibir en el futuro al volver a hacerlas.
Otro factor importante a tener en cuenta es que, aunque estas emociones se denominan autoconscientes, los diversos estudiosos que las han observado afirman que la autoevaluación que realizamos para activarlas no siempre se manifiesta de manera consciente.
Culpa, vergüenza y orgullo: las diferencias
Además de las características que acabamos de mencionar y que son comunes a todas las emociones autoconscientes, hay algunos que difieren de una emoción a otra. Cada uno de estos se muestra siguiendo un evento determinado, de acuerdo con una experiencia subjetiva y provocando una serie de patrones de comportamiento distintos.
Michael Lewis ha desarrollado un modelo que explica las emociones autoconscientes a partir de dos variables:
- La evaluación positiva o negativa de la propia conducta.
- La atribución interna (global o específica) que se hace de la conducta.
Según este autor, calificamos nuestros pensamientos, sentimientos y acciones como éxitos o fracasos de acuerdo con un conjunto de reglas, estándares y objetivos culturales y personales. Y sobre estas apreciaciones hacemos atribuciones internas, es decir, tratando de determinar el motivo.
Si creemos que el éxito o el fracaso se debe a nuestro ego como un todo, la atribución será global; si por el contrario creemos que se debe a un solo pensamiento, acción o sentimiento determinado, será específico. Y en función de esta atribución manifestaremos una de las tres emociones autoconscientes.
Este mecanismo depende tanto de influencias culturales como de variables personales.. Por eso, una misma acción puede ser considerada como un fracaso por alguien y como un éxito por otro. Lo mismo ocurre con las atribuciones, que pueden ser globales o específicas según la persona. A continuación, vemos las principales características de las emociones autoconscientes desde la perspectiva de Lewis.
Culpa y vergüenza, emociones con autoevaluaciones negativas
Cuando nos sentimos avergonzados, formulamos una evaluación negativa del ego como un todo. Deseamos escondernos o desaparecer, porque sentimos que hemos hecho el ridículo. Experimentamos una cierta confusión mental de la que, a diferencia de cuando tenemos que remediar una acción, no es fácil salir de ella. Para ello recurrimos a mecanismos mentales como reinterpretar lo sucedido u olvidar que sucedió.
La culpa, por otro lado, aunque también surge de una evaluación negativa del ego, se desarrolla en un nivel específico (es decir, para una acción concreta). Nos sentimos culpables por algo que hemos hecho, dicho o pensado, porque con esa acción hemos dañado a alguien. Sin embargo, la culpa no interrumpe la acción realizada, por el contrario desencadena una serie de conductas en un intento de remediar la acción y así liberarnos de nuestro peso emocional.
Lewis considera que la culpa es menos destructiva y más útil que la vergüenza., precisamente en virtud de los remedios que ponemos en práctica cuando nos sentimos culpables.
Orgullo e insolencia, emociones con autoevaluaciones positivas
El orgullo surge como resultado de una evaluación positiva del ego en uno de sus componentes específicos. Cuando estamos orgullosos, nos sentimos satisfechos con algo que hemos hecho. Como es un estado emocional placentero, la tendencia es generarlo nuevamente.
En su modelo de emociones autoconscientes, cuando Michael Lewis habla de un orgullo decididamente exagerado, opta por referirse a una disposición de la personalidad, más que a una reacción emocional. Hablamos de la insolencia, una emoción generada por una valoración global positiva que se asocia, en casos extremos, a una forma de narcisismo.
Cuando una persona es insolente, siente una profunda satisfacción consigo misma., por lo que intentará conservar este estado emocional. La insolencia suele asociarse a un sentimiento de superioridad, combinación que suscita el rechazo de los demás.
Conclusiones
¿Qué pensamos cuando nos sentimos avergonzados? ¿A qué atribuimos nuestro orgullo o por qué nos sentimos culpables? ¿Podemos saber cuándo somos insolentes? Como hemos visto en este artículo, existe una diferencia sustancial entre las emociones autoconscientes y el mecanismo de desarrollo que las caracteriza., dependiente de la evaluación interna.
Todavía necesitamos profundizar y estudiar estas emociones., a nivel personal y social. ¿Hasta qué punto, por ejemplo, el orgullo y la insolencia pueden definirse como emociones positivas? ¿Y cuándo, por el contrario, se convierten en estados emocionales negativos?
El universo emocional, por apasionante que sea, nunca deja de ser complejo y muchas veces misterioso, dada su dependencia de un gran número de variables. Estudiar en profundidad el mundo de las emociones es importante porque facilita la comprensión de nuestra esencia. Una pieza extra para poder dar respuesta a una de las preguntas más importantes que el ser humano siempre se ha hecho: ¿cómo trabajamos?