Última actualización: 21 septiembre, 2019
Las emociones ejercen una poderosa influencia en la elección de alimentos y hábitos alimentarios. Por ejemplo, se encontró que el vínculo entre emociones y comida es más fuerte en las personas que padecen obesidad que en las que no la padecen y en las que siguen una dieta (Sánchez y Pontes: 2012).
También se ha argumentado que las emociones no son en sí mismas una causa del sobrepeso, sino la forma en que se manejan y tratan.
La relación entre las emociones y la comida es una relación bilateral: lo que comemos afecta nuestro estado de ánimo y las emociones que sentimos afectan nuestro nuestra forma de comer. Cooper et al. (1998) nos dice que la falta de manejo de los estados de ánimo negativos afecta en gran medida la aparición y persistencia de los trastornos alimentarios.
La regulación emocional es un concepto que hace referencia a la gestión de las emociones que experimenta una persona en función de las circunstancias y el estado emocional de los demás. Como esto, Se ha observado que la vergüenza y la culpa son las emociones que pueden tener un mayor impacto negativo en la dieta. Como puedes ver, el vínculo entre las emociones y la comida es mucho más importante de lo que pensamos.
“Lo que pensamos genera emociones, pero lo que comemos también”.
-Montse Bradford-
Emociones y alimentación: una pareja necesaria para la salud
Las personas desarrollan diferentes comportamientos en respuesta a sus emociones dependiendo de varios factores, como el contexto en el que se encuentran, el nivel de educación y la capacidad de identificar y gestionar sus sentimientos. Todo esto redunda en una mejor o peor capacidad para controlar el propio peso.
Por ejemplo, se ha observado que la mayor emotividad en la ingesta de alimentos se corresponde con un mayor descontrol sobre el número de comidas, con la constante eliminación del desayuno de la rutina alimentaria. Como ves, el vínculo entre las emociones y la comida es un hecho real.
El factor emocional más influyente para las personas sedentarias es la desinhibición durante las comidas y las pequeñas trampas que te deleitas con determinados alimentos, como el chocolate y la repostería. Para los deportistas, en cambio, las emociones vinculadas a la culpa, como el miedo a la balanza ya comer dulces, son más influyentes que las vinculadas a la desinhibición frente a las comidas.
El factor emocional en las personas sedentarias es mucho menos funcional que en los deportistas. El exceso de estos errores y la falta de control en la ingesta de alimentos se asocian con mayor frecuencia a comer en exceso y trastornos alimentarios.
También existe un grupo de individuos que, por sus propios hábitos alimentarios, se han definido como comedores reprimidos o con dieta crónica. Estas personas experimentan un miedo tremendo a engordar y esto les lleva a restringir su alimentación mediante dietas estrictas. Paradójicamente, debido a estas condiciones restrictivas, el individuo aumenta sus niveles de ingesta al comer en exceso.
Experimentar el placentero acto de comer no solo nos hace sentir más cansados, lo que nos hace estar en constante búsqueda de alimentos, sino que también puede causar serios problemas de salud. Las emociones de pareja y la alimentación deben basarse en ingerir la cantidad justa y necesaria de alimentos. Nuestras emociones deben hacernos conscientes de los hábitos alimentarios que necesitamos.
Privarse de comer provoca una obsesión por la comida
Cuanto mayor es la privación, mayor es la atracción. Normalizar la relación con los alimentos debe ser un objetivo esencial en el tratamiento del control alimentario. Las conductas purgantes actúan como refuerzo a la ingestión, favoreciendo así el descontrol de los hábitos alimentarios, además de implicar importantes riesgos para la salud.
Para demostrar que privarse de comer provoca obsesión por la comida, utilizaremos la siguiente técnica: te decimos una frase que no tienes que recordar, por ejemplo “hay una mariposa amarilla en la habitación”. La premisa hecha tiene el efecto contrario y cuando se nos dice que no recordemos lo comunicado, nuestro cerebro no puede evitar procesar la información recibida.
La causa de esto se encuentra en el inconsciente., la parte que se encarga en buena medida de dirigir nuestro cuerpo, interpretando y almacenando la información recibida de nuestros sentidos.
Una característica esencial del inconsciente es que funciona a través de símbolos e imágenes, más que a través de textos o cartas. Esto significa que no procesa términos negativos. Si nos decimos "no debo comer papas fritas", el inconsciente solo tendrá la imagen de papas fritas y en consecuencia tendremos aún más ganas de comerlas. Esto no significa que suceda siempre, pero aumenta considerablemente la probabilidad de que suceda.
hambre emocional
Cuando usamos la comida para calmar nuestro estado de ánimo, nos alimentamos emocionalmente. Asimismo, la preocupación por nuestro peso y nuestro cuerpo esconde preocupaciones más profundas. Esto desencadena un círculo vicioso de preocupaciones no resueltas que dificultan nuestra capacidad de crecer y desarrollarnos.
Cada órgano genera ciertas emociones.. En función de los alimentos que consumamos experimentaremos emociones muy diferentes. Esto sucede porque cada alimento “afecta” a diferentes órganos. Si ingerimos alimentos que bloquean el hígado, como el alcohol, aflorarán con mayor facilidad emociones como el enfado, la rabia, la agresión o la impaciencia.
Las personas con problemas emocionales suelen recurrir a la comida para mejorar y esto se debe a que muchos alimentos contienen triptófano, un aminoácido que estimula la secreción de serotonina. Los niveles bajos de esta hormona están asociados con la depresión y la obsesión.
Por lo tanto, la falta de serotonina provoca varios efectos negativos en el cuerpo., como angustia, tristeza o mal genio. Cuando el cuerpo no produce triptófano, lo obtenemos de la dieta. Los alimentos ricos en este aminoácido actúan por tanto como antidepresivos naturales.
Según los expertos, los cereales son el grupo de alimentos que más contribuye a regular las emociones, ya que son ricas en vitamina B, que afecta directamente al sistema nervioso. Se ha establecido que el consumo frecuente de granos reduce la ansiedad y afecta la actitud que adoptamos ante la presencia de problemas.
A veces creemos que comer nos salvará de experimentar emociones negativas. Este pensamiento refuerza el círculo vicioso entre las emociones y la comida.
Bibliografía
Cooper, PJ y Taylor, MJ (1988). Alteración de la imagen corporal en la bulimia nerviosa. El Diario Británico de Psiquiatría.