Es mejor no quedarse en el sentimiento y la mera intención, porque lo que más valoramos es una empatía compasiva capaz de actuar, de darnos un apoyo concreto, de ayudarnos...
Escrito y verificado por el psicólogo. ObtenerCrecimientoPersonal.
Última actualización: 19 de febrero de 2022
Si hay algo que el mundo necesita, es más empatía compasiva. Hablamos de esa dimensión en la que no nos detenemos en la sensación que sigue, la emoción que ata y el corazón capaz de conmoverse. Nos referimos a la acción de quienes se comprometen y deciden brindar su ayuda, de quienes se atreven a cambiar la realidad de los demás brindando apoyo, cariño y auténtico bienestar.
Lewis Carroll dijo que uno de los secretos de esta vida es entender que estamos en este mundo por una razón que va más allá de la mera existencia. El ser humano también está para ayudar, para que cada uno de nosotros, desde nuestro propio “jardín” y desde nuestra propia posición, hagamos esta realidad un poco más noble, un poco más bella. Sin embargo, seamos realistas: a veces nos cuesta esfuerzo.
Y luchamos porque muchos de nosotros nos detenemos en la intención y el sentimiento, pero no actuamos. A través de las redes sociales, por ejemplo, entramos en contacto con infinidad de iniciativas a las que apoyamos con un solo clic, compartiendo o registrando nuestros datos para sumarnos a campañas sociales concretas. Somos muy sensibles a una infinidad de problemas que aquejan a nuestra sociedad, sin embargo, a veces, no vemos lo que tenemos delante de nuestros ojos.
La empatía compasiva requiere hacer una contribución útil a quienes nos rodean. Sin embargo, no siempre podemos ver a ese amigo, familiar o compañero de trabajo que necesitaría apoyo activo en un momento específico. O, de nuevo, podemos verlo, pero a veces no sabemos realmente cómo actuar.
Lo que hacemos por nosotros mismos muere con nosotros, lo que hacemos por los demás y por el mundo permanece y es inmortal.
-Albert Pike-
El tercer tipo de empatía, el más útil
La definición de empatía compasiva la dio el psicólogo experto en el estudio de las emociones Paul Ekman. Esta idea también le sirvió a Daniel Goleman para perfilar un perfil del famoso coeficiente emocional, es decir aquella dimensión que nos ayudaría a clasificar nuestro grado de inteligencia emocional.
Es importante subrayar que la empatía no es una dimensión unitaria, no es un concepto lineal en el que limitarse a entender que la persona empática es aquella capaz de comprender la realidad emocional de quienes tiene delante.
Más bien, es un aspecto más amplio e interesante, uno en el que no todos obtendríamos una puntuación alta al realizar una prueba para medir nuestra competencia emocional. Veamos, en primer lugar, cómo se desarrolla la empatía y qué tipos la definen.
Tipos de empatía
- Empatía emocional. Parafraseando las palabras del mismo Daniel Goleman, es una dimensión muchas veces contagiosa y hasta peligrosa, cuando no sabemos poner límites y nos quedamos “atascados” en el sufrimiento de los demás. Se refiere a nuestra capacidad de entrar en contacto con la realidad emocional de los demás. Significa sentir lo que siente el otro y suplantar su realidad personal. En este proceso entran en acción las neuronas espejo, nuestros sentimientos e incluso nuestra respuesta fisiológica.
- La empatía cognitiva, por su parte, requiere el uso del intelecto, de procesos cognitivos como la atención, la reflexión, la comunicación, las inferencias, etc. Esencialmente significa comprender cómo se siente la otra persona, por qué se siente de esa manera, e incluso deducir qué ideas y pensamientos pueden moverse en la mente de la otra persona.
- Finalmente, tenemos esa dimensión desconocida, que a menudo se pasa por alto, que es la empatía compasiva. Parafraseando las palabras de Daniel Goleman: este tipo de empatía no solo nos permite entender cómo se siente una persona y cuál es el problema, también nos movilizamos para ayudarla si lo consideramos necesario.
¿Cómo es capaz la persona de sentir empatía compasiva?
Quien siente empatía compasiva da un paso más en su crecimiento personal. Es una persona que maneja a la perfección el campo de las relaciones humanas. La razón por la que esto es así se basa en las siguientes características:
Personas positivas que saben reaccionar ante cualquier situación.
Entrena y desafía nuestra empatía nos permitirá, ante todo, actuar siempre a medio camino entre la razón y la emoción. Esta dimensión nos ayudará a evaluar cada situación desde un punto de vista muy positivo, donde no nos dejemos llevar por el contagio emocional o por esa lógica objetiva que entiende las cosas, pero que nunca llega a actuar.
De esta forma, la persona empático-compasiva sabe cómo actuar en cada momento, poniendo en marcha el tipo de apoyo más adecuado a la situación.
Experto en reciprocidad
Las relaciones exitosas y los lazos más importantes se basan siempre en el principio de reciprocidad. Es un "tú me das, yo te doy"; es saber comprender y responder sintiéndose, a su vez, merecedores de lo que hemos ofrecido. Por ello, la empatía compasiva es un principio elemental del bienestar personal, porque no se basa únicamente en saber ayudar a los demás. Nosotros también podemos y debemos recibir apoyo.
Las personas con empatía compasiva conocen los secretos de la conexión humana
La interconexión de los seres humanos es parte de la esencia de la empatía compasiva. Significa poder llegar a alguien con su autenticidad, comprender su realidad singular, aceptarla tal como es, sin prejuicios, sin distorsiones, sin segundas intenciones. La conexión que parte del respeto y aprecio de los demás también nos permite comprender sus necesidades y dejar claro lo que podemos hacer.
Al mismo tiempo - no menos importante: los expertos en el arte de la empatía compasiva no solo ayudan como si fueran un salvador. De hecho, saber ayudar es un verdadero arte. Necesitamos saber qué ofrecer y cómo, porque a veces lo que una persona necesita no siempre es lo que nos pide y esto hay que tenerlo en cuenta.
Finalmente, el maestro zen Thich Nhat Hanh afirma que cuando damos nuestra presencia y toda nuestra atención a los demás, estos florecen como flores. Sin embargo, es obvio que a veces se necesita algo más: movilizar, saber actuar con conocimiento.