La depresión es una enfermedad grave, y aunque no entendamos las razones de ella, no debemos permitir que nos consuma en la oscuridad.
Última actualización: 11 de abril de 2022
A todos les habrá pasado sentirse tristes, deprimidos e impotentes sin motivo aparente. Quizás en la vida de uno todo va más o menos bien, tenemos un trabajo que nos permite vivir, una pareja, una casa, pero algo anda mal por dentro. A esa tristeza abrumadora que te impide levantarte de la cama sin motivo aparente se le conoce como depresión endógena o depresión melancólica.
Esta depresión viene de dentro, apenas te deja respirar, te hace sentir que llevas el peso del mundo sobre tus hombros y es muy difícil de explicar. A los ojos de las personas que lo rodean no hay razón para estar así, pero el individuo no puede luchar contra ese sentimiento que lo hace sentir agotado y apático.
Cuando no se ven las cadenas que atan a la cama, cuando el dolor invade el cuerpo pero no hay heridas que mostrar, es más difícil de entender para el mundo.
La depresión, sin embargo, no conoce más razones que la culpa, la desesperación y la falta de placer o deseo de vivir.
La tristeza en el alma puede no tener explicación, pero eso no quiere decir que duela menos. Es un sentimiento invisible, difícil de expresar con palabras, pero eso no significa que no exista.
Depresión endógena: dolor invisible a los ojos, pero no al propio ser
El dolor es invisible a los ojos porque no hay heridas que expliquen cómo se siente. A veces es incluso difícil ponerlo en palabras.
La depresión llega y te abruma, impidiéndote pensar en todo lo hermoso que tienes. El mundo se vuelve un lugar hostil y a cada paso uno se siente inútil.
Nada puede infundir esperanza, todo bien se disuelve como las lágrimas en la lluvia e impide ver más allá de las tinieblas en que se está inmerso. Estás impotente y te cuesta descansar porque los pensamientos negativos te impiden conciliar el sueño hasta bien entrada la mañana.
La persona piensa que es inútil, que no sirve para nada, que el futuro no tiene esperanza y que el mundo es un lugar oscuro que amenaza constantemente con demostrar lo poco que vale.
A veces llega a piensas en acabar con todo sufrimiento, pero no tienes la fuerza para hacerlo y básicamente somos conscientes del hecho de que esto no resolvería nada.
Envuelto en la oscuridad en la que me sume la depresión, me convierto en mi mayor tirano. Me odio a mí mismo y me lastimo.
Estrategias para afrontar la depresión endógena
Está en nuestro poder mejorar. La depresión te impide ver que necesitas pedir ayuda porque tienes una enfermedad. Así como te impide entender que, aunque sea extremadamente difícil, tienes que poner de tu parte para cuidarte y empezar de nuevo.
Por mucho que otros, con todo el amor del mundo, quieran ayudar, la actitud sobreprotectora hace más mal que bien. No hacen falta frases y consejos “Si yo fuera tú…” o “Entiendo por lo que estás pasando, pero…”.
No puedes ayudar a todos, pero todos pueden ayudar a alguien y, a veces, ese alguien eres tú mismo.
Hay que recibir comprensión, no sobreprotección. Una actitud abierta y empática a los sentimientos de la persona deprimida, que la anime a buscar ayuda profesional.
Conclusiones
La depresión es una enfermedad grave, y aunque no entendamos las razones de la misma, no debemos permitir que nos consuma en la oscuridad poco a poco.
La luz no llega por el consejo de un amigo, sino con el trato adecuado. La depresión no se cura con pastillas porque es el resultado de una combinación de factores genéticos, bioquímicos y psicológicos.
Su tratamiento, por lo tanto, debe involucrar todos los aspectos mencionados y para ello debe ser indicado por una figura especializada.